Un repaso a las publicaciones científicas del último año en educación para la salud ofrece un resultado claro sobre el tema dominante, por no decir casi único, las posibilidades de ChatGPT y, en menor medida, otros sistemas de Inteligencia Artificial Generativa (IAG) o de grandes modelos de lenguaje (LLM, por sus siglas en inglés), para informar, educar y concienciar a los pacientes, en todas las especialidades. “Actuando como asistentes virtuales de salud, los chatbots pueden involucrar a los usuarios a través de conversaciones en tiempo real, consejos personalizados y estímulo motivacional”, explica una revisión de estudios en Frontiers of Digital Health del pasado mes de mayo. En él se explica que estos asistentes son “capaces de adaptarse a los objetivos y contextos de salud de un individuo” y “también pueden ofrecer apoyo instantáneo para alguien que se esfuerza por mejorar su rutina de salud”.

Los nuevos modelos de IAG, como ChatGPT4 y Claude Opus (que supera a ChatGPT4) están llegando a los pacientes de una manera que pocos profesionales sanitarios conseguían hasta ahora. En primer lugar, con rigor, citando fuentes. Cada vez son menos los espejismos o alucinaciones de estos sistemas que aparecen citados en la literatura científica, sobre todo cuando están entrenados en una patología o especialidad. Por otra parte, de forma comprensible, con un lenguaje sencillo, pero sin simplificaciones, acompañando los textos con ilustraciones, como hace Gemini de Google de forma gratuita. Por otro lado, con un nivel de empatía que supera a la de los profesionales sanitarios en muchos de los test realizados.

Esto tiene una ventaja añadida, la confianza del paciente, otra de las cualidades que considerábamos, junto con la empatía, más humanas. Como explican los autores del artículo, “los chatbots son empáticos y sin prejuicios, lo que puede fomentar la divulgación abierta de información confidencial que no querrían compartir con un humano, lo que puede mejorar la eficacia de las intervenciones de salud. La evidencia emergente muestra que las personas califican a los agentes virtuales como consejeros confiables y están dispuestos a abrirse más sobre temas estigmatizados como el uso de drogas, la depresión y los síntomas sexuales.”

‘Los chatbots proporcionan información estructurada de salud, son empáticos, no juzgan y están disponibles las 24 horas del día’

Esto se ha comprobado en diferentes estudios realizados sobre intervenciones de salud mental utilizando chatbots. Así una investigación publicada en JMIR de este mes de junio ha revelado los beneficios de un chatbot de salud mental lanzado por el gobierno de Singapur, con medio millón de visitantes y con el 62% de los mismos interaccionando con él. Por ello, los autores aseguran que “los buenos niveles de adopción general nos animan a creer que las condiciones de salud mental de leves a moderadas y los factores sociales que las sustentan son susceptibles de intervenciones digitales”.

Los chatbots proporcionan información estructurada de salud, son empáticos, no juzgan y están disponibles las 24 horas del día. Entonces, muchos profesionales sanitarios se preguntan si pueden sustituirles, pero eso no es una hipótesis. Ya está ocurriendo. Gran parte de la población ya está evitando ir al médico para consultar sobre un síntoma porque se conforma con la información que le ha proporcionado ChatGPT, Copilot, Alexa o Gemini. En un sistema sanitario saturado, sin suficientes recursos humanos y técnicos y listas de espera en aumento, la cuestión debería ser ¿por qué no se aprovechan más? Es cierto que a veces aparecen imprecisiones e incluso falsedades que pueden ser peligrosas si se creen. Sin embargo, todas estas plataformas alertan de que la información que proporcionan es orientativa y no debe sustituir el consejo de un profesional sanitario. ¿Es suficiente para no tomar medidas por uno mismo? Evidentemente no, pero no podemos pretender que si un paciente tiene que esperar tres meses para ser atendido por un especialista se quede de brazos cruzados y no siga alguna de las recomendaciones que le proporcionan estos sistemas de Inteligencia Artificial.

La solución no es tener que elegir el consejo de un profesional sanitario o un chatbot sino de que este último pueda proporcionar información de utilidad antes y después de la consulta y que el sistema sanitario haya integrado su uso en el proceso asistencial, de modo que ayude a desatascar la saturación asistencial y permita un seguimiento de pacientes crónicos, con motivación para mejorar la adherencia terapéutica y adoptar estilos de vida saludables.

El profesional sanitario debe saber utilizar el chatbot para mejorar la calidad de vida del paciente. Y para eso, en primer lugar, debe saber de qué fuentes se ha alimentado, y después qué interacción ha tenido con el usuario. Y si, además, puede utilizarlo para aprender a comunicarse mejor con el paciente, con más empatía y un lenguaje más accesible, mucho mejor. La tecnología que permite todo esto ya existe, es barata y ahorra muchos costes. ¿Por qué no se utiliza?