Según la Confederación de Salud Mental de España (www.consaludmental.org), un 6,7% de la población española padece ansiedad, el mismo porcentaje que enfrenta depresión. Estas cifras, recogidas en la Encuesta Nacional de Salud de España de 2017, reflejan una realidad alarmante. Además, entre el 2,5% y el 3% de la población adulta sufre un trastorno mental grave, lo que supone más de un millón de personas (Fuente: Estrategia en Salud Mental del Sistema Nacional de Salud 2009-2013). Por otro lado, casi la mitad de los jóvenes españoles de entre 15 y 29 años (48,9%) considera haber enfrentado algún problema de salud mental, según el II Barómetro Juvenil de Salud y Bienestar de la FAD (2019). Sin embargo, más de la mitad de las personas con trastornos mentales no reciben el tratamiento que necesitan, y muchas de ellas no obtienen la atención adecuada.
En el informe de 2020 publicado por el Ministerio de Sanidad, ‘Salud mental en datos: prevalencia de los problemas de salud y consumo de psicofármacos y fármacos relacionados a partir de registros clínicos de atención primaria’, se destaca que el trastorno de ansiedad es el problema de salud mental más frecuente en España, afectando al 6,7% de la población. Le sigue el trastorno depresivo, con una prevalencia del 4,1%. En términos de edad, el 31,4% de las personas con enfermedad mental tienen entre 25 y 64 años, mientras que el 40,3% son mayores de 65 años.
En Estados Unidos, un país con casi 335 millones de habitantes, las cifras y los retos relacionados con la salud mental se multiplican. Según una encuesta reciente de la Asociación Psiquiátrica Americana (APA), el 83% de los encuestados afirma que los problemas de salud mental afectan negativamente a las familias, mientras que el 65% señala que estos tienen impacto sobre la economía. En respuesta a esta preocupación, el Instituto Nacional de Salud Mental (NIMH), que forma parte de los Instituto Nacional de Salud NIH, del Departamento de Salud y Servicios Humanos de Estados Unidos, ha explorado el uso de dispositivos móviles como herramientas para el apoyo, seguimiento y tratamiento de la salud mental. Este enfoque plantea nuevas oportunidades y retos, permitiendo reflexionar sobre el papel de la tecnología en el abordaje de estas enfermedades, que a menudo permanecen invisibilizadas en el debate público.
Herramientas móviles: sencillas pero eficaces
Las aplicaciones móviles para la salud mental pueden ofrecer soluciones tan simples como útiles. Por ejemplo, una persona puede comunicarse mediante una llamada, mensaje de texto o chat con líneas de ayuda para la prevención del suicidio disponibles 24/7. Aunque la mayoría de los adultos afectados prefieren reunirse en persona con un profesional de salud mental (55%), el 30% ya opta por servicios de telesalud.
Asimismo, tecnologías más avanzadas integradas en smartphones pueden emplear sensores para recopilar información sobre el comportamiento habitual del usuario. Ante cambios significativos, estas aplicaciones pueden emitir alertas para prevenir crisis. No obstante, uno de los riesgos es la aparición de dispositivos poco fiables, que generan falsas alarmas o que no logren identificar patrones asociados a problemas específicos, o que usen patrones no validados generando confusión en profesionales y pacientes.
Ventajas y desafíos de las aplicaciones de salud mental
El crecimiento en el desarrollo de aplicaciones de salud mental puede llegar a transformar el panorama de la atención psicológica, aunque también genera incertidumbre debido a la falta de regulación y evidencia científica sólida. A continuación, se destacan algunas ventajas y limitaciones: Aquí encontramos el gran desafío que debe abordarse: garantizar que las apps sean beneficiosas sin causar perjuicios. Aunque son cada vez más accesibles y fáciles de usar, aún necesitamos más datos sobre su efectividad.
Podemos exponer algunas de las limitaciones que enfrentan las apps de salud mental:
Eficacia: ¿Existen validaciones científicas que respalden la efectividad de las apps en el tratamiento o seguimiento de enfermedades mentales y que demuestren que son tan útiles como los métodos presenciales?
Criterios de inclusión: ¿Funcionan igual de bien para todas las personas a las que están dirigidas?
Privacidad: ¿Cómo garantizan la protección de datos sensibles de los usuarios?
Selección: ¿Cómo identificar apps confiables en un mercado sin regulaciones ni estándares claros?
Regulación: ¿Qué entidad debería supervisar estas tecnologías y los datos que generan?
Expectativas: ¿Prometen más de lo que realmente ofrecen?, ¿pueden perjudicar a los pacientes desviándolos de tratamientos más efectivos?
Áreas de desarrollo más habituales
Si evaluamos ligeramente qué tipos de apps se han estado desarrollando, a qué tipos de enfermedades mentales dan asistencia, qué aspectos de la asistencia o del tratamiento de una enfermedad mental cubren, nos encontramos con una amplia gama de aplicaciones. Desde ayudar a las personas a dejar de fumar hasta gestionar síntomas de ansiedad, depresión, trastornos alimenticios, estrés postraumático o insomnio, etc. A continuación, se resumen algunas de las áreas más populares en el desarrollo de estas herramientas digitales.
‘Las aplicaciones móviles para la salud mental pueden ofrecer soluciones tan simples como útiles’
Aplicaciones para la autogestión
El usuario ingresa información y recibe feedback personalizado. Por ejemplo, aplicaciones para programar recordatorios de medicamentos o proporcionar herramientas para manejar el estrés, la ansiedad o problemas de sueño. Algunas incorporan dispositivos adicionales para monitorear indicadores fisiológicos como la frecuencia cardíaca, patrones de respiración o presión arterial, ofreciendo un panorama más completo del progreso del paciente.
Aplicaciones para mejorar las habilidades cognitivas
Diseñadas para mejorar habilidades cognitivas estas aplicaciones son útiles para fortalecer habilidades como la memoria, la atención y el razonamiento lógico.
Aplicaciones para el entrenamiento de habilidades
Con un enfoque lúdico, son aplicaciones que enseñan nuevas estrategias para enfrentar situaciones estresantes. Por ejemplo, pueden incluir videos educativos sobre cómo manejar la ansiedad o la importancia del apoyo social. Los usuarios eligen estrategias para implementar y utilizan la app para realizar un seguimiento de su progreso mientras practican estas nuevas habilidades.
Aplicación para la gestión de enfermedades y para el apoyo supervisado
Estas aplicaciones ofrecen un nivel adicional de apoyo al conectar a los pacientes con otras personas o pacientes. Pueden facilitar interacciones con grupos de apoyo entre pares o enviar información a un profesional de salud mental capacitado. Este enfoque híbrido busca determinar el equilibrio ideal entre interacción humana y tecnología buscando la mayor efectividad.
Monitorización pasiva de síntomas
Las apps de monitorización pasiva aprovechan los sensores integrados en los teléfonos inteligentes para recopilar datos como patrones de movimiento, interacciones sociales (número de llamadas y mensajes), comportamiento durante el día, tono y velocidad vocal, entre otros. En el futuro, estas aplicaciones podrían analizar los datos para evaluar el estado mental de una persona en tiempo real usando accesorios integrados al dispositivo móvil como relojes, gafas o auriculares. De esta forma, podrían detectar cambios en los patrones de comportamiento que indiquen un episodio de manía, depresión o psicosis antes de que ocurra. Aunque estas apps no reemplazan a los profesionales de salud mental, tienen el potencial de alertar a los cuidadores cuando se observa un patrón de crisis que necesite ayuda adicional.
Recolección de datos
Las aplicaciones de recolección de datos recopilan información sin necesidad de interacción directa del usuario. Este enfoque permite a los investigadores obtener datos a gran escala de múltiples personas de forma simultánea, lo que puede profundizar la comprensión sobre la salud mental y contribuir al desarrollo de intervenciones más eficaces.
Investigación científica
Las apps también están revolucionando la forma en que se realiza la investigación en salud mental. Un ejemplo es el estudio BRIGHTEN desarrollado en 2018. El estudio BRIGHTEN fue notable porque utilizó la tecnología tanto para indicar las intervenciones de tratamiento como para llevar a cabo el ensayo de investigación. El equipo de investigación utilizó la tecnología para reclutar, seleccionar, inscribir, tratar y evaluar a los participantes. Este estudio demostró que la tecnología puede ser una forma eficaz de realizar pruebas piloto de nuevos tratamientos, y que esos tratamientos tienen que ser atractivos.
¿Cómo seguimos app-licando?
La tecnología tiene un papel transformador en la salud mental, pero su potencial solo puede aprovecharse mediante una combinación de investigación, regulación y educación. A medida que estas herramientas (aplicaciones) se integran en la vida cotidiana, es crucial garantizar que cumplan con altos estándares de eficacia, privacidad y accesibilidad. La implementación de estándares y evaluaciones rigurosas será clave para maximizar su impacto y asegurar un cuidado de calidad para quienes más lo necesitan.
En las nuevas generaciones, con miembros de la población que se sienten más cómodos dentro de un entorno virtual que en uno presencial, las aplicaciones que tengan validación clínica, que cumplan estándares de seguridad y confidencialidad de datos, y que resulten amigables con el usuario paciente o personal sanitario, serán las encaminadas al éxito.
A pesar de esta falta de estándares, para elegir una app confiable resultaría recomendable dejarse asesorar. Las asociaciones científicas o las asociaciones de pacientes suelen tener acceso a consultores que evalúan los aspectos relacionados con la aplicación terapéutica y la confiabilidad. Buscar el consejo o las valoraciones de estos grupos puede ser una muy buena opción al momento de considerar una app como herramienta accesoria a la batería de terapias disponibles.
¿Pueden nuestras instituciones de salud financiar proyectos relacionados con el desarrollo aplicaciones con formatos interactivos que provean de soluciones accesibles y atractivas? ¿Vale la pena valorar la implementación de aplicaciones que permitan recogida de datos masivas para usar sobre estos datos herramientas de inteligencia artificial que mejoren la monitorización y la personalización del tratamiento? ¿Se justifica la creación de grupos de revisión, listas de comprobación o normas para evaluar o elegir una aplicación de salud mental u otra tecnología? Estamos convencidos que se debe trabajar en estos aspectos, que dentro del debate de la optimización del gasto sanitario se puede incluir este tipo de herramientas, y que potenciar la asistencia en salud mental se hace necesario y debe hacerse evidente.