La crisis de COVID-19 ha puesto de manifiesto que el sector de cuidados prolongados (centros sociosanitarios y residencias de mayores) es particularmente vulnerable en caso de epidemias. Según un artículo publicado por la OCDE se reconoce que “Los ancianos y sus cuidadores se han visto afectados de manera desproporcionada por la pandemia de COVID-19”.
Según información recogida por la OCDE, la mayor parte de las muertes por COVID-19 se produjo entre los ancianos, especialmente los mayores de 80 años, que representan el 50% de los que reciben cuidados prolongados en domicilio o en centros.
En los países de la Unión Europea han asumido que se requiere una mayor inversión en la fuerza laboral y en la infraestructura de los centros de mayores, o residencias de personas con dependencia, para garantizar personal capacitado, condiciones de trabajo dignas, y priorizar la calidad y la seguridad en la atención. Muchos estados están tomando medidas para mitigar el impacto del COVID-19, tanto en las personas mayores, como en los trabajadores al cuidado de estos mayores. La decisión de designar a los centros sociosanitarios y a las residencias de mayores como grupo prioritario para las pruebas de diagnóstico es un paso importante. Las medidas destinadas a limitar la propagación de infecciones en estas instituciones también lo son. Pero se debe valorar la incorporación de nuevas tecnologías, disponibles y probadas, para mejorar la vigilancia del paciente afectado y, en consecuencia, la seguridad del mismo. Nos referimos a soluciones que hacen posible estrechar el seguimiento clínico de los residentes optimizando el tiempo de los médicos, enfermera y trabajadores asistenciales.
Trabajo coordinado y soluciones que lo promueven
La coordinación de los centros que acogen a personas mayores con la atención primaria de salud es clave para mejorar el resultado de la atención de estos individuos, especialmente de los que padecen múltiples enfermedades crónicas, para reducir el riesgo de hospitalizaciones innecesarias. La identificación correcta de los síntomas entre los residentes, la vigilancia continua de los signos clínicos del afectado y la disponibilidad de servicios de terapia respiratoria en entornos extra-hospitalarios, requiere el acceso a los profesionales de la salud y en consecuencia éste no puede verse limitado. Los trabajadores de los centros de mayores y de dependencia deberían trabajar en equipo con los profesionales de la salud para monitorizar las condiciones crónicas y priorizar los mecanismos de prevención y seguridad.
En esta última década, las estadísticas confirman que un gran porcentaje de la población envejecida vive con múltiples enfermedades crónicas y demencia. Pero el ratio de personal abocado a los cuidados de estos individuos ha ido disminuyendo. Los cuidadores de personas ancianas y con dependencia se enfrentan a condiciones de trabajo exigentes, física y psicológicamente, lo que podría contribuir a fallos de seguridad que son evitables. Según una investigación promovida por la OCDE más de la mitad de los eventos que ocurren en residencias de mayores o centros sociosanitarios se pueden prevenir, y más del 40% de los ingresos hospitalarios son evitables (OECD, “The Economics of Patient Safety Part III: Long-Term Care”, OECD Health Working Papers, OECD Publishing, Paris.)
La monitorización continua remota de pacientes extremadamente vulnerables, especialmente de aquellos en los que se confirma la infección, contribuye a mejorar las prácticas de prevención y seguridad. Hay estudios que confirman que la monitorización continua en los pacientes evita hasta un 60% de las asistencias urgentes que pueden deberse a deterioros rápidos del paciente (McGrath et al. Jt Comm J Qual Patient Saf. 2016;42(7):293-302). Una pobre vigilancia del estado del paciente puede ser particularmente perjudicial para las personas mayores, cuyo nivel de criticidad puede aumentar en un muy corto lapso de tiempo, aumentando el riesgo de hospitalizaciones, largas estancias hospitalarias y readmisiones.
La tecnología que permite la monitorización continua y remota del paciente fuera del ámbito hospitalario es una realidad y permitiría mejorar la coordinación con el resto del sistema de salud. La monitorización a distancia, permite a profesionales entrenados, valorar la evolución del residente enfermo no hospitalizado, a través de los parámetros fisiológicos medidos, desde el centro hospitalario o centro de salud, sin resignar seguridad.
Estas opciones tecnológicas facilitan una atención más integrada entre los sectores sociosanitario y de la salud y mientras que algunas requieren disponer de una infraestructura de red informática, otras solo suponen el uso sistemas basados en la nube. Los sistemas basados en la nube permiten el acceso a los datos registrados del paciente desde diferentes dispositivos, algo que es imposible si un archivo está almacenado en un solo ordenador, en una tablet, etcétera. Los dispositivos de monitorización, convencionales o inalámbricos, complementan estas soluciones.
La política de comunicaciones y tecnologías de la información que implementen los gobiernos condicionarán la respuesta inmediata al COVID-19. Las protecciones de privacidad deben estar integradas en sus sistemas de forma predeterminada y los datos personales solo se deben conservar durante un tiempo, mientras sea necesario para cumplir su propósito. Muchos estados, entre ellos España, han elaborado leyes de protección de datos en los últimos años, que han afectado al sector sanitario, ya que los datos relativos a la salud deben ser protegidos de forma especial para mantener la información a salvo de posibles manipulaciones.
¿Asumimos el reto?
La primera respuesta a la pandemia obligó al sistema de salud a invertir en equipamiento médico y acondicionar el sistema hospitalario para afrontar la excepcionalmente alta demanda de cuidados críticos. Cubiertas las necesidades que permiten alcanzar las capacidades necesarias de asistencia hospitalaria, sería momento de valorar las soluciones innovadoras de las que disponemos para responder a la crisis desde nuevos frentes como la mejora de las herramientas de alerta temprana con sistemas de vigilancia remota.
De cara al futuro, debemos optimizar la ocupación hospitalaria, y estas medidas podrían desempeñar un papel clave para limitar los costos humanos y económicos de la pandemia.