Me despierto y ¡es de día! hay mucha luz en la habitación y no entiendo por qué no ha sonado la alarma.
Cojo el móvil para cerciorarme y está apagado ¿por qué? … le pregunto a Alexa qué hora es… Alexa no me contesta…
Una buena ducha seguro que me despierta del todo…
El calentador inteligente no funciona, está bloqueado.
Preparo un café y pongo la televisión para ver las noticias… que, de una manera extraña, rara, con rayas como, la televisión de los años 80, el presentador con colores difuminados anuncia que Internet no funciona en el mundo, que hay un problema en los servidores de no sé qué.
Bueno, esto será cosa de poco tiempo porque algo tan importante no puede dejar de funcionar.
Cojo la moto y me voy a trabajar.
La calle es un caos; los semáforos no funcionan, los coches se pitan, se gritan las personas y amenazan con tirarse los teléfonos unos a otros, teléfonos sin conexión y que obsesivamente todo el mundo no deja de mirar.
Sorteando vehículos, peatones, semáforos y calles llego a la oficina y mi móvil, sigue sin funcionar.
Tengo mucho trabajo por hacer, llamadas, (solo recuerdo mi número de teléfono), correos, citas, videoconferencias, lecturas…uf, empiezo a agobiarme porque no puedo hacer nada, mi ordenador está en blanco.
Salgo a la calle de nuevo para tratar de relajarme de tanto estrés y me encuentro con algunas personas que discuten con los tenderos del barrio, porque no tiene mercancía, ni alimentos, porque los pedidos no han llegado y los suministros se han cortado, con lo cual están intentando gestionar el stock que tienen o cerrar las tiendas.
Surgen noticias en la calle de manera espontánea sobre el crack financiero mundial, hospitales colapsados, transportes inoperativos, empresas bloqueadas…buf…qué angustia.
Un golpe en el hombro con cierta violencia me hace abrir los ojos de una manera brusca de par en par, es mi perro y me doy cuenta de que estaba dormido, que había tenido un sueño o una alucinación. Mi corazón late con más fuerza ante el susto y el agobio…
- “Alexa, ¿qué hora es?”
- “Son las siete y diecinueve minutos”
Respiro, miro el teléfono y tengo varios correos pendientes… ¡Qué susto! No podría vivir sin Internet.
Mientras desayuno escucho una noticia que me vuelve a intranquilizar:
“La Administración de Johnson alcanzó un acuerdo por 120 millones de libras esterlinas, alrededor de 148 millones de dólares, con Ruanda para enviar a algunos inmigrantes, que llegaron a suelo británico de forma irregular, al cruzar el Canal de la Mancha en pequeños botes desde otros puntos de Europa y tras partir de naciones de África y Oriente Medio”. “Las organizaciones civiles destacan que la lista incluye a ciudadanos que huyeron de países con una cruda situación en materia de derechos humanos como Afganistán, Siria, Irán e Irak”.
¿Y los mandan a Ruanda? Entre Hutus, Tutsis y a un país con uno de los índices más bajos de supervivencia, estando en el numero 137 entre 190 países.
Me pregunto, dejando entrever una sonrisa socarrona ¿quién va a recibir los 140 millones de dólares? Casi con seguridad que van a ser los repatriados.
Vaya mañana….
Sigo escuchando noticias y me doy cuenta de que vivo en un país desarrollado, con empresas sólidas y en crecimiento, con startups de jóvenes con futuro, con más estudiantes universitarios que nunca, con una oferta de empleo como por ejemplo en “la Comunidad de Madrid 8.000 funcionarios para colegios públicos e institutos, 9.600 para instituciones sanitarias, 44.788 para AGR, Policía Nacional, Justicia, etcétera, 7.757 de contratos indefinidos en Correos…”, esto es lo que hay.
Y sigo leyendo el libro blanco sobre Formación Profesional de la Comunidad de Madrid donde, “este Libro Blanco establece siete ejes estratégicos ambiciosos, desarrollados a su vez en 30 estrategias específicas, que se concretan en más de 200 acciones que, a medio plazo, pretenden garantizar que las personas adquieran, consoliden y actualicen las competencias que precisan para insertarse y prosperar en el mercado laboral, en particular, y en la sociedad, en general”.
¡Genial! Desde luego hoy no me voy a quejar del calor sofocante de Madrid, del precio de la gasolina, de la electricidad, del endeudamiento o de los políticos que se hacen oposición a sí mismos, etc.
A nosotros lo que nos interesa es que podamos seguir teniendo Internet, coche, dinero para sobrevivir y salir a la calle como si no hubiera un virus por ahí rondando y por supuesto, este verano que vamos a tomar las playas y sus chiringuitos como si nunca hubiera un mañana y llenarnos de besos y abrazos con cualquier persona que se deje y aunque no se dejen mucho, también. Hay que celebrar…algo, siempre hay que celebrar en este país.
Las ventas de migrantes solo nos preocupan el tiempo en el que leemos la noticias. Las desigualdades sociales son de otros países. Los problemas económicos dicen los políticos que son coyunturales, con lo cual no hay que preocuparse, que otros están peor. Los virus que siguen produciendo cientos de muertos, hay que tomarlos como un simple resfriado y por favor que no publiquen las cifras que alguien se pone nervioso. Los Pegasus y los espías es como ver una película de John Le Carre en tiempo real, qué divertido. La violencia de género dura lo mismo que una manifestación con flores en la puerta de las víctimas, porque luego hablamos y recordamos estos hechos deleznables (para mí), tomando unas cañas.
Existen sueños distópicos que se pueden hacer realidad y a los que nunca sabremos cómo enfrentarnos porque no estamos preparados para ello y existen desigualdades en el mundo con las personas que aun teniendo un valor económico nunca lo tendrán en el ámbito social y humano.
Por eso, debemos decidir dónde y cómo queremos vivir y mientras nos dejen hagamos todo lo posible por crear un mundo y una sociedad equilibrada, dialogante, sostenible y donde los poderes dominantes no interrumpan nuestro sueño.
Y desde luego que lejos está Ruanda ¿no? y por supuesto el que no quiera trabajar no será por falta de recursos o de ofertas… hay tantísimas…será porque no quieren, estos jóvenes cada día son más vagos.
Vaya despertar…