“La mitad de la belleza depende del paisaje; la otra mitad, del hombre que lo mira”.
Lin Yutang
Cuadro de mandos de personas, ¿a qué nos suena la frase? Diseccionemos su significado empezando con el sujeto de la oración, el cuadro. Resulta bonito imaginar una pintura, un grabado, óleo, acuarela o cualquier otra técnica, en cualquier caso, una de las expresiones del Arte más inspiradoras. Algo poético, evocador, una obra bella donde representar lo que quiere expresar el resto de la frase. Continuamos con el objeto de la oración, con los mandos. Ya vamos perdiendo lo bucólico para centrarnos en algo más material: las herramientas, los útiles, esos artilugios para ordenar a otros cacharros que funcionen y hagan cosas. También podemos optar por otra de las acepciones de este término: poder, autoridad; tampoco es demasiado poético, ¿verdad? Respecto a la parte final de la oración, las personas, ¿qué decir sobre ello que la palabra por sí misma no lo defina? Humanización es la palabra que primero me viene a la mente cuando pienso en ella.
Como en tantas otras cosas, cuando asumimos la responsabilidad de gestionar equipos, nos enfrentamos a dos tipos de tareas, como en el yin-yang, una suerte de equilibrio entre lo bueno y lo malo donde en todo lo bueno hay algo malo y en todo lo malo hay algo bueno. En las tareas del lado bueno del oficio, en nuestro rol de poli bueno, de hada madrina, podemos concentrar tareas tan reconfortantes y satisfactorias como la de acompañar el aprendizaje y desarrollo de los profesionales, contribuir a su acogida e integración en la organización, la de incentivar los desempeños de excelencia e incluso la de seleccionar a las mejores personas para los mejores puestos. Pero también nos toca lidiar con el lado oscuro, cuando es el momento de abordar tareas no tan gratificantes haciendo de poli malo, estableciendo límites, priorizando recursos, negociando condiciones que no siempre responden a las expectativas de nuestros interlocutores o reconduciendo actitudes que no contribuyen al buen fin de nuestro trabajo.
Es en este lado oscuro, en la función de control, donde se suele interpretar que está la tarea de establecer un cuadro de mandos para la gestión de personas, un tablero donde se sitúan los indicadores que sirven para medir lo que hacen los profesionales, como lo hacen, lo que consiguen en su desempeño, cuanto tiempo emplean para ello, con qué costes, etcétera. Cuadro de mandos que se utiliza para monitorizar la gestión de los profesionales y que supone, en un símil con la práctica asistencial, la fase de anamnesis y diagnóstico previa a la toma de decisiones, a la aplicación del tratamiento organizacional correcto. Siempre suele resultar incómoda esa sensación de que nos controlan, nos miden, que todo se reduce a fríos números, que queda fuera de esa foto todo lo intangible.
Las palabras que definen el instrumento nos aportan más carga de belleza y humanización que de materialismo y mando y, sin embargo, no nos engañemos, nos encontramos con la realidad de una herramienta fría, analítica, cuantitativa, impersonal, distante, operativa, efectiva, necesaria y por supuesto poco poética.
Suelo referirme al cuadro de mandos de mi organización como ese instrumento tan similar al panel de control de un coche. Tienes a mano y perfectamente controlados la mayoría de los indicadores que te resultan necesarios para un viaje. Mientras conduces vas observando continuamente la velocidad, la dirección, la temperatura o el nivel de combustible. Conducir sin ellos supondría muy probablemente que no llegaras al destino al que quieres ir, sufrir una avería importante en tu coche o, peor aún, podrías tener un accidente por el camino.
Personalmente me gusta interpretar la función del cuadro de mandos de personas como esa mezcla equilibrada que nos proporciona la propia frase. Algo así como la relación que existe entre las matemáticas y la música, entre lo inspirador y lo material, entre lo bello y lo controlador y que, referido a las personas, debe de contar siempre con una pincelada de humanización.
Intentemos pues aportar el equilibrio a esa percepción negativa y controladora del cuadro de mandos buscando el punto bueno del lado oscuro. Interpretemos ese panel cargado de datos fríos, matemáticos y controladores poniendo un punto de luz, el del sentido de la justicia: las decisiones que se derivan de lo que nos muestra ese cuadro de mandos lo son para beneficio de tu misión principal, la de prestar la mejor atención sanitaria, la del empleo correcto de los recursos, la de no privar de oportunidades a otros. En definitiva, por muy poco poético que nos parezca, es necesario saber dónde queremos llevar el coche, pensar mucho en quiénes van dentro de él y con qué instrumentos cuentan.