“La experiencia es algo maravilloso, nos permite reconocer un error cada vez que lo cometemos”. Franklin P. Jones
Los dos pilares fundamentales sobre los que se pregunta en cualquier proceso de selección de profesionales son la formación y la experiencia del candidato que pretendemos evaluar. Sobre su formación se indaga respecto a los contenidos y calidad de la misma. Nos solemos interesar sobre la entidad formativa en la que nuestros compañeros recibieron sus conocimientos en búsqueda de una acreditación o intentamos asegurar la solvencia de los contenidos que le fueron enseñados. No nos preguntamos tanto cuanto aprendió, si realmente aprendió mucho y qué o cómo aplica esos conocimientos. Nos solemos centrar más en la duración de esa formación presuponiendo que a mayor tiempo de formación, mayor y mejor aprendizaje (mucho suponer esto).
Sin embargo, respecto a la experiencia, a menudo nos quedamos cortos en la indagación. En demasiadas ocasiones, el mero paso del tiempo realizando unas funciones nos lleva a presuponer que se tiene experiencia en su realización, pero poco se investiga sobre la calidad de esa experiencia: qué resultados se obtuvieron durante la misma, que aprendizajes, qué habilidades ha logrado desarrollar con ella y cuál fue la percepción de esa experiencia, cómo fue (positiva o no tanto) admitiendo que no hay experiencias negativas, que de todas se sale fortalecido y se aprende, de las peores, normalmente más. Y es que el aprendizaje no es una cuestión solo de educación o de experiencia. Necesitamos ambas para formarnos como personas.
Inferir que un montón de años de experiencia haciendo algo supone a alguien experto en algo es una realidad. La etimología de la palabra nos lo afirma. Buscando los orígenes del término, encontramos que experiencia nació del latín experientia fruto de los amoríos de dos raíces: la latina que significa prueba, ensayo y la indoeuropea peri que aporta la significación de perito o experto. Pero cuidado, quizá estemos calificando a alguien como experto y lo sea en pifiarla en ese cometido.
El aprendizaje no es una cuestión solo de educación o de experiencia. Necesitamos ambas para formarnos como personas
Es bien sabido que medir y valorar la experiencia, como ocurre en tantos aspectos impregnados por la subjetividad, es harto difícil y esto nos lleva a perpetuar valoraciones acomodaticias utilizando un solo medidor estándar cómodo y universal que sirva para todo: el tiempo pasado realizando algo.
En los últimos años se han desarrollado modelos de medición de experiencias para aportar valor a los procesos en los que trabajamos y son numerosos los hospitales y centros asistenciales en los que se incorporan estas metodologías. Así encontramos multitud de iniciativas de valor y publicaciones basadas en el sistema Net Promoter Score (NPS) para medir las experiencias y los resultados reportados por los pacientes cuando usan los servicios sanitarios. En ellas se utilizan metodologías de investigación cuantitativa y cualitativa incorporando elementos objetivos y subjetivos para medir y analizar sus experiencias y proyectar acciones de mejora al respecto.
De igual manera deberíamos hacer con la experiencia del profesional si tenemos en cuenta que esta suele ser más relevante o, cuanto menos, más amplia y duradera que la formación que obtuvo. Contamos con factores objetivos y subjetivos que nos permiten medirla: los resultados que obtuvieron, las habilidades que desarrollaron, los aprendizajes y las percepciones que tuvieron durante su transcurso. Todo ello nos facilita el camino para poner en marcha iniciativas que aporten valor a los profesionales y a las empresas e instituciones en las que desarrollan su actividad. Midiendo y evaluando las experiencias individuales de nuestros colegas evitaremos obviarlas y podremos utilizarlas para aprender de ellas, para construir experiencia colectiva a partir de las individuales. En definitiva, siempre se ha dicho que la experiencia es la madre de la ciencia, utilicémosla para orientar en mayor medida el desarrollo de los profesionales y la mejora del servicio que prestan a sus pacientes.