Hace unos días en una conversación con un amigo se me ocurrió dar una opinión sobre el tema del que estábamos hablando, y para ello incorporé un dato en mi creencia de que era correcto. A los pocos minutos de despedirnos recibí una información de mi amigo que corregía (con acierto) mi creencia sobre ese dato, y me remitía a la búsqueda que había hecho en Wikipedia para demostrarme mi error.
Hasta ahí, todo correcto, porque aprender de los errores forma parte de la experiencia, de modo que interpreté el gesto de mi amigo como una ayuda más que como una demostración de sabiduría, si bien dado el escaso tiempo que había tardado en hacer la búsqueda y en enviarme el resultado me resultó cuanto menos sospechosa su urgencia en buscar la información correcta sobre el dato en cuestión.
Últimamente me han ocurrido cosas parecidas –y he observado que también a otras personas-, en relación con las opiniones que se dan o los comentarios que se hacen en las tertulias de amigos, familiares, compañeros de trabajo o vecinos de la misma comunidad.
Hoy en día, cuando haces un comentario en público corres el riesgo de que, al mismo tiempo y delante de tus narices, alguien esté buscando en Internet si lo que dices es o no cierto para, en caso de que no lo sea, ponerte en evidencia y decir delante del resto que estás equivocado porque Wikipedia dice otra cosa distinta … y ya sabemos que lo que dice Wikipedia parece ser “la única verdad sobre la tierra”.
Darse tanta prisa en buscar el error ajeno sobre un dato concreto hace que el contexto, la opinión generalizada o el comentario global de quien está hablando pasen desapercibidos para el cazador de errores, que, en su ignorancia, suele perseguir más su satisfacción personal que el aprendizaje.
Y me refiero a otro hecho concreto que también me ocurrió hace unos días.
Sobre una información que una de las personas puso de manifiesto en una conversación, le di otra información precisa y correcta sobre lo que había manifestado, porque la conocía sin dudar.
“Cuanta más información tengamos en los dispositivos, menos tendremos en nuestra memoria”
Pasaron unos minutos y observaba su cara de reflexión sobre mi opinión, hasta que no pudo más y…. cogió el teléfono para comprobar lo que yo había manifestado durante unos minutos, como escudriñando y buscando algún resquicio en el que poder mantener su opinión.
Al comprobar que yo estaba en lo cierto, estuvo en silencio a partir de ese momento hasta que le pregunté si lo había comprobado.
Me contestó con un escueto “sí” y rápidamente cambio de conversación.
Las personas que consideran que la información es poder están, en mi opinión, equivocadas. Lo que realmente da poder es la capacidad de compartir esa información, la capacidad de hacer llegar a los demás lo que uno cree, reflexiona o aprende.
Gastón Acurio o Ferrán Adrià son dos ejemplos de personas que han llegado a ser lo que son en el mundo de la alta cocina por haber compartido sus conocimientos e información, no por habérselos guardado; y como ellos hay muchísimas más personas en las distintas disciplinas, y sobre todo en el mundo científico y en la investigación.
Para escribir un artículo en Wikipedia hacen falta dos condiciones fundamentales: que exista una carencia de una determinada información, y que se tengan los conocimientos suficientes para subsanarla. Pero lo más importante es quién valida esa información, ya que los mismos editores son los que hacen de correctores, dando lugar a casos como el de la información que se dio sobre la guerra entre Rusia y Ucrania por el territorio de Crimea, en el que hasta en quinientas ocasiones se modificó en Wikipedia la historia de esta disputada península para atribuirla a uno u otro país … ¡Me pregunto si en alguna tertulia sobre el tema de Crimea los cazadores de errores tuvieron que cambiar de opinión unas cuantas veces en función del momento en que consultaran la Wiki!
En cualquier caso, ponerse en contacto con un Wikipedista es un objetivo imposible.
También me gustaría hacer referencia a los contenidos relacionados con el mundo de la salud.
En un estudio realizado por la revista Journal of the American Osteopathic Association, un grupo de expertos científicos puso en evidencia las carencias de Wikipedia como referencia médica, habiendo comprobado que nueve de cada diez artículos de este tipo contenían errores importantes.
En cualquier caso, poder consultar Wikipedia es un avance fantástico para conocer puntualmente informaciones que hoy no se podría –o sería muy difícil y costoso- obtener de otra forma. La cuestión verdaderamente importante no es cómo se usa la información, sino para qué se usa.
Si comprobamos las agendas, notas, citas, teléfonos… que tenemos en nuestros dispositivos móviles, nos daremos cuenta de que cuanta más información tengamos en los dispositivos, menos tendremos en nuestra memoria. Si no me cree, trate de hacer una lista con los cinco o diez teléfonos móviles que más utiliza, exceptuando el suyo obviamente; a ver cuántos recuerda…
Hacer cálculos u operaciones matemáticas ya no nos son posibles si no contamos con una calculadora … si no me cree, calcule a mano la raíz cuadrada de una cifra de cinco dígitos, o realice incluso una operación más sencilla.
Dando un paso más: como estamos reemplazando la memoria y la agilidad mental con teclear en un dispositivo electrónico para obtener información o realizar un cálculo sencillo y ya nos hemos acostumbrado a esa acción de teclear, pruebe a escribir un texto a mano y compruebe la agilidad de su escritura y la calidad de su letra comparada con la que tenía algunos años atrás … ¿alguna diferencia?
Pues vayan olvidándose también de los teclados, que desaparecerán en muy pocos años; en breve el reconocimiento de voz hará las mismas y mejores funciones que la escritura en un dispositivo y no digamos que la escritura a mano, que pasará a ser una disciplina tan olvidada como aprender latín o griego, aunque no por eso menos necesaria.
Entonces, ¿con qué nos quedamos? ¿con la Wikipedia, que nos dice lo que es verdad o mentira, aunque no para siempre, ya que el wikipedista puede cambiar de opinión?
Uniendo Wikipedia con reconocimiento de voz, posiblemente llegaremos a tener siempre un “espía en forma de Aparato autónomo tipo Alexa” en el centro de cualquier tertulia o conversación, que intervenga cuando alguna opinión, criterio o dato no sea validado por Wikipedia. Al menos sabremos que es una opinión neutra y no un cazador de errores ajenos.
El problema está en que en función de cómo se dé una información o cómo se escriba un relato, así nos comportaremos. Por ello, si leemos algún obituario conocido nos afligiremos, aunque luego resulte que se trataba de una información incorrecta y el muerto estuviera más vivo que el lector. O nos afectarán de una u otra forma hechos narrados en Internet, cuya realidad fue otra diferente, en función de quién y cuándo los incluyó en la Wikipedia.
La voluntad no es innata y está compuesta por distintas habilidades que marcan nuestro comportamiento. Ejercitar la memoria no es baladí, porque también implica promover la reflexión y el aprendizaje, y esto nos sigue haciendo a las personas evolucionar como seres inteligentes … al menos hasta el año 2045, año que pronostican los expertos como el punto de inflexión, el momento en el que la inteligencia artificial superará a la inteligencia humana.