Hace dos años en una revisión rutinaria de esas que nos vamos haciendo las personas cuando llegamos a determinada edad, me diagnosticaron un cáncer en la sangre, una enfermedad que no tiene curación, pero sí tratamiento.
La noticia de esta enfermedad, cayó tanto en mí, como en mi familia, igual que una bomba atómica pendiente de explotar y comenzamos a hacernos multitud de preguntas.
Posiblemente la primera pregunta fue ¿cómo se trata? Y ¿dónde se trata?
Muchas recomendaciones hacia clínicas privadas especializadas en este tipo de enfermedad, tanto españolas como internacionales, todas con excelentes referencias, que sin duda alguna lo son, pero posiblemente la pregunta más importante para mí fue ¿dónde estaré mejor, más cómodo, más cerca de la familia, de los amigos y de las personas que me van a ayudar en este proceso? Y por supuesto, ¿dónde puedo contar con excelentes servicios y especialistas?
La respuesta fue clara: en mi hospital de referencia, es decir, en el Hospital de La Princesa en Madrid.
El hematólogo que me trata desde que empecé con el diagnóstico es un joven, gallego, con tanto talento como claridad en las explicaciones y empatía personal frente a cualquier duda o consulta que le hago. Siempre está disponible y me hace sentir que estoy en las mejores manos, apoyadas por un equipo del que obviamente me han dado excelentes referencias.
Siempre he tenido miedo a los médicos, a los hospitales, a los pinchazos y a todo aquello que estuviera relacionado con una enfermedad, pero en este caso, no había marcha atrás.
Durante un tiempo, para ver cómo evolucionaba la enfermedad, solo tenía que hacer análisis periódicos, ir controlando los parámetros, varias resonancias de casi dos horas, alguna muestra de médula, en fin, esas cosas, hasta que un buen día me dijo el hematólogo “Jaime, tenemos que empezar”.
Con mucho miedo al principio y durante varios meses he pasado y sigo pasando por los servicios de Oncohematología, donde me sorprendió desde el principio la amabilidad y el cariño con que trataban a todas las personas que por allí circulamos cada día o cada semana varias veces.
Como conocen quién eres, te llaman por tu nombre sin alterarte los nervios, te ofrecen comida o bebida si lo necesitas y siempre están con una sonrisa en la boca y te facilitan el mejor día o la mejor hora si tienes que cambiar la cita por algún imprevisto.
También he pasado por distintos servicios como Dermatología, Alergología o me han tenido que hacer algún electromiograma (alguna consecuencia no deseada).
Y hasta por la Unidad del Dolor donde los profesionales que están allí, no solo te tratan, más bien te cuidan, hacen todo lo posible para que el tiempo que pasas con ellos sea placentero y sobre todo lo que más me llama la atención es cómo son capaces de rebajar la tensión de los pacientes cuando llegamos histéricos, asustados o doloridos.
Obviamente, esta es mi experiencia para que sirva como introducción y si tuviera que elegir una frase de todos los servicios, es que me he sentido bien tratado y mejor cuidado.
Llevamos meses y años escuchando que se manifiestan los profesionales de la salud, que están mal pagados, que trabajan más de la cuenta, que no pueden atender a tantos pacientes, que hay plazas que no se pueden cubrir, que su nivel de estrés es altísimo, que llevan años encadenando contratos o que les cambian de turnos o de servicio en función de las necesidades de plantilla, entre otras muchas demandas, cada día más.
No dudo que todo esto es cierto, pero cuando estos profesionales nos cuidan a los enfermos, ninguno hace el más mínimo comentario de sus situaciones laborales, no he escuchado de ninguno de ellos en estos meses una queja, reivindicación o cuestionamiento de su situación profesional.
Y aquí es donde chocan la gestión de la vocación y la gestión del reconocimiento.
Gestionar vocaciones está unido a sentimientos, expectativas, conocimiento y autorrealización personal, es decir, va ligado a la gestión emocional de los profesionales y es donde se les plantea la duda de si han elegido la profesión que querían ejercer, contrario a la presión de los gestores que van más orientados a resultados, a tiempos de consulta, a rentabilidad de las inversiones y al control de costes.
Vocación de cuidar y tratar bien a los pacientes está contra el límite de tiempo con cada uno, contra los resultados esperados para las estadísticas de los que gestionan números y como les puede más la vocación que los resultados, tampoco saben ni se preocupan si sus condiciones sociolaborales son correctas.
Están siempre entre la espada y la pared, entre lo que quieren y deben, y lo que les dicen qué tienen que hacer.
Un país destaca de los demás por ser excelente en tres disciplinas: Sanidad, Educación y Economía. Y parece que, en el nuestro, en lugar de tener unos grandes pactos nacionales para que estos tres ejes sean sólidos, nos empeñamos en desmembrar, parcelar y repartirlos como un botín.
Si queremos destacar en Sanidad, existen dos principios fundamentales como en cualquier empresa. Los salarios tienen que ser competitivos externamente, comparados con otros países de la UE e internamente equitativos con respecto a las comunidades autónomas, incluyendo en estas retribuciones la profesionalidad y la vocación.
Dotar de servicios de Atención Primaria suficientes, tener una cobertura de puestos optimizada en todo el SNS y realizar una gestión profesional global de la Sanidad, podría hacer de la sanidad española un deseo de trabajo y de pertenencia y no una fuente de escapatoria para los jóvenes que por vocación entran en este mundo y tienen que migrar hacia otros países o profesiones.
La gestión del reconocimiento tiene dos apartados, uno alentar la autoestima haciendo que se cumplan sus expectativas profesionales, y otra, que estas expectativas estén en línea con las retribuciones y con las condiciones sociales que necesitan para hacer bien su trabajo.
El último informe anual sobre el Sistema Nacional de Salud publicado en Ley mes Abril del año 2022 y referido al periodo 2020/2021(esperamos que pronto se publique el referido a 2021/2022) indica que el número total de personas dedicadas en el Sistema Nacional de Salud es de 731.000 profesionales. si bien hay que destacar que son 165.000 profesionales de medicina, 213.000 de enfermería y 353.000 de otros profesionales.
Según esta información los hospitales del SNS atienden a más de 4 millones de pacientes ingresados y cerca de 84 millones de consultas, dentro de una población en torno a 47,5 millones de potenciales usuarios.
Estos datos son al fin y al cabo estadísticas, si bien el análisis por edad, poblaciones, núcleos urbanos o rurales, pandemias, virus estaciónales etc., desvirtúan la mera estadística lineal y simple.
En estos momentos electorales, mientras que los políticos que deben dirigirnos realizan sus propuestas, reparten viviendas, miles de millones en ideas espontáneas y muchas promesas que no se van a cumplir, que son como cohetes de artificio que suben con rapidez, relucen, explotan y desaparecen entre el humo, se comparan entre ellos por el ruido de la explosión y mientras tanto a los ciudadanos con la boca abierta mirando al cielo, nos mantienen distraídos y entretenidos con los fuegos artificiales.