No sé planchar. Lo reconozco.
Lo he intentado varias veces y sobre todo cuando no vivía en España.
He conseguido más quemaduras en la mano que camisas planchadas, hasta que desistí.
Lo intenté con otros medios no tan eléctricos ni domésticos, pero ingeniosos y la verdad es que nunca conseguí la perfección, ni siquiera la comparación con una camisa “bien planchada”.
Desviar la atención desde un incremento de la tarifa eléctrica y la utilización de electrodomésticos hacia una lucha de género, sí es un “temazo”, como anunció la vicepresidenta del Gobierno español (y creo que tenía motivos (posiblemente algún mensaje directo a alguna persona conocida por ella) y también para personas como yo, que acaba de descubrir después de más de diez años, que la lavadora que tengo en casa ¡¡se puede programar!! a la hora que consideres oportuna y ya no hace falta estar pendiente de cuándo empieza o termina).
Por eso estoy repasando todos los manuales de los electrodomésticos y máquinas enchufables, para redescubrir su funcionamiento y la hora en la que debe producir mayor rendimiento a un menor coste.
Claro, pensar en redescubrir su funcionamiento, rendimiento y coste, me hace dirigir mi pensamiento hacia el mundo de la empresa, la familia y de las personas en particular y por eso tengo que agradecer a la vicepresidenta esta reflexión, eso sí, sin hacer diferencia de género.
A lo largo de bastantes años trabajando con personas de distintos tipos, países, formaciones, capacidades… y sin querer compararlos con los electrodomésticos, me he ido encontrando con una variedad de individuos diferentes entre sí, obviamente, pero con muchos aspectos comunes que me atrevo a reflejar en los siguientes estereotipos, y daba igual que fueran hombres o mujeres, en esto no hay diferencia.
I – I
Nos encontramos con ese tipo de personas que “son felices”, como los bebés cuando duermen. Con los ojos cerrados, sonrientes, felices. Donde la vida para ellos está llena de juegos, formas de vivir sin preocupaciones, trabajos, sin compromiso, es decir, son personas INCONSCIENTES de que son INCOMPETENTES.
La vida va de eso, de vivir y de disfrutar, entonces ¿para qué?
Como los niños que aún no han empezado el colegio y se sienten arropados por los padres.
Esas personas que creen que las camisas y vestidos siempre están limpios y planchados en el armario, sin saber cómo han llegado hasta allí y qué ha pasado con ellos antes. Están allí como siempre, donde deben estar y entonces qué es eso de lavar y planchar, más allá de que alguien o algo lo hará por ellos.
También en las empresas existen este tipo de perfiles, donde el funcionamiento, rendimiento y coste no van con ellos. ¿Cómo que no puedo salir a hacer la compra a media mañana? ¿Ir un ratito de tiendas? ¿desayunar con los amigos o amigas? Y ¿esos días libres que siempre están ahí, por si acaso y que nadie controla?
“Si siempre lo hemos hecho”. “Esta empresa ya no es lo que era, no mira por las personas”, suelen decir, “y ahora me meten en un ERE o me invitan a salir”.
“Yo entré hace años en este Banco, Ministerio, Ayuntamiento o Empresa y siempre he hecho lo que me decían y ahora no entiendo por qué no puedo seguir.” “Y ahora ¿qué puedo hacer?”
No solamente en el mundo de las empresas o de la Administración existen este tipo de perfiles, también a veces en los entornos familiares o sociales, nos encontramos con personas que no han tenido necesidades o no han querido tenerlas, siempre protegidos y para los que cualquier esfuerzo mínimo siempre requería un sacrificio titánico.
C – I
A medida que avanzamos en la vida y una persona comienza a abrir los ojos a la realidad, se da cuenta que las cosas no son tan fáciles ni tan sencillas. Hay que estudiar, sacrificarse en horarios, levantarse, trabajar a veces más de lo normal y eso no es fácil y esa sonrisa, cambia de dirección.
Nos encontramos con esas personas que son CONSCIENTES de sus INCOMPETENCIAS y completarlas supone un esfuerzo y un sacrificio que no termina nunca.
Estudiantes responsables donde de nuevo su funcionamiento o resultado y su coste está en función del nivel de consciencia que tengan sobre lo que quieren lograr y aprender.
No es cuestión de poner la lavadora, el lavavajillas o planchar, es ¿Cuándo y por qué? Apenas hay tiempo y por eso hay que organizarse y dejar de hacer otras actividades posiblemente más lúdicas y a mejores horas, con el objetivo de tener en orden los elementos diarios para enfrentarse actividades poco entretenidas e importantes.
También en las empresas nos encontramos con los profesionales que no descansan, que quieren progresar, mejorar y que aprenden cada día cuando tienen la más mínima oportunidad. A algunos les llaman “machacas” pero no trabajan solamente por un salario, invierten en el trabajo aprendiendo más y mejor.
Qué casualidad que estas personas suelen tener mejores resultados y desarrollos profesionales que los que simplemente les calificaban y que cuando llegan a sus metas, les suelen comentar que “es que tú has tenido mucha suerte”.
Recuerdo esa frase que a veces comparto con los alumnos de colegios cuando me hablan de “suerte” y les cuento la anécdota que escuché a una persona que decía, “yo no sé lo que me pasa, pero cuanto más estudio, más suerte tengo en los exámenes que me ponen, son mucho más fáciles”. ¿Suerte?
C – C
También nos encontramos con otro estereotipo de personas, de las que abundan bastante, que ya son CONSCIENTES de sus COMPETENCIAS, es decir lo que ya saben TODO y de TODO.
Suelen tener los ojos medio abiertos y medio cerrados y su sonrisa no delata ni alegría ni tristeza.
Se les suele identificar porque van dando consejos a su alrededor como “mira muchacho lo que tienes que hacer es…”. “Hazme caso que yo tengo mucha experiencia y si no te vas a equivocar” y no saben que a veces cuarenta años de experiencia, es un año de mala experiencia repetido cuarenta veces.
Saben por supuesto, dónde están los electrodomésticos y para qué sirven, y eso es todo su conocimiento, porque ya habrá alguien que se ocupe de manejarlos correctamente y si no es así, ya se encargan ellos de decirles cómo hay que hacerlo.
Además, opinan de TODO, y ¿cómo no van a tener razón ?, discuten, y si alguien no está de acuerdo con ellos, se equivocan los demás, y con aire de suficiencia tienden a menospreciarles sin que se den cuenta, como de soslayo.
No sé, querido lector si usted está pensando concretamente en alguna persona del mundo profesional o de su entorno más o menos cercano, pero seguro que le viene la imagen de alguien, porque están por todos los sitios, hasta en las tertulias de los medios de comunicación.
Para ellos su funcionamiento o participación es fundamental, …para los otros (obviamente), su rendimiento no se puede medir o mejor dicho comparar con el de los demás, porque el suyo es muchísimo más elevado y su coste, muy por debajo de lo que realmente se merece. Obviamente todo según su propio juicio.
Suelen ser bastante torpes en su capacidad de aprendizaje y cuando creen que lo hacen sobre un tema superficial, se agarran a sus convicciones para darle rango de ciencia empírica o epistemológica.
Hace tiempo que dejaron de aprender.
I – C
Por último, también nos encontramos con esas personas que tienen los ojos completamente abiertos y que siempre sonríen.
Son personas INCONSCIENTES de sus COMPETENCIAS, saben tanto, que ni siquiera ellos son conscientes de sus conocimientos, porque para ellos, les falta tanto por aprender, que lo hacen de cualquier persona, animal o cosa que les rodee.
Cuánto más leen o estudian, más conscientes son de su “ignorancia” sobre el tema o sobre lo que aún les falta por conocer.
Sus habilidades van más allá de su generosidad para hacer las tareas de la casa, no para ayudar a hacerlas.
Se toman estas actividades como algo intrínseco y de su responsabilidad y conocen los electrodomésticos que tienen, para qué sirven.
Saben cómo obtener el mejor rendimiento, si bien es posible que no sean los de la última generación, pero no les importa.
Se les distingue porque siempre están atentos a los demás, preguntan mucho y hablan poco, escuchan de una manera tan inteligente, que no cabe que se pierda para ellos una palabra, un gesto, una intención o un comportamiento y habitualmente siempre SONRÍEN.
Suelen dar su opinión cuando se les pregunta o se les infiere a que lo hagan y desprenden sencillez, humildad y opinan con conocimiento y seguridad, si bien siempre dejan la posibilidad que haya alguien que tenga más conocimiento del tema que ellos y esto le lleva a seguir aprendiendo de los demás, preguntando.
Son los auténticos “sabios”.
Voy a citar a dos de ellos con los que he tenido la oportunidad de conocer y me han ayudado a generar este estereotipo.
José Luis Sampedro y Valentín Fuster. No conozco a la viróloga Margarita del Val, que se ha hecho famosa en esta pandemia, pero posiblemente también la incluiría, porque aún no he escuchado ningún comentario contrario a sus opiniones y hoy, en este momento es casi imposible. Siempre directa, humilde y compartiendo su conocimiento con los demás, sin dictar opiniones irrefutables.
No se puede medir su funcionamiento, su rendimiento o su coste en términos reales, porque si lo comparamos con los receptores, es mucho más alto que lo que ellos mismos se valoran.
Algunas personas a veces me preguntan, que en cuál de estos estereotipos les incluiría. Al principio les decía cómo los veía y a qué grupo pertenecían, bajo mi punto de vista. Con el tiempo aprendí que estaba equivocado.
Con el tiempo también, he ido descubriendo que todas las personas, en función del día, del momento o de la situación podemos pasar por cada uno de los cuatros estados, sin darnos cuenta en cuál de ellos pasamos más tiempo y ese es el que nos significa. Pero no estoy completamente seguro, es mi intuición y opinión, al menos hablo por mí mismo cuando trato de ser consciente.
No es cuestión de género, es cuestión de competencias y de ser consciente o inconsciente para cualquier ámbito de la vida, ya sea para ser vicepresidenta/e de gobierno, ejecutivo/a de una empresa, asalariado/a, autónomo/a, estudiante, hijo/a, padre/madre, amo/a de casa, depende de la actitud con la que nos enfrentamos a la vida cotidiana.
Hasta otro “Temazo”.