Cuando leí una noticia sobre “Una señora de 64 años falleció en la camilla de la sala de urgencias de un hospital”. Hemos leído y escuchado en algunos medios que se trataba de una anciana de 64 años, se me pusieron los pelos de punta, los pelos del brazo, porque como ya me conocen soy calvo desde que nací, bueno tuve pelo unos pocos años pero, vamos que siempre me he considerado calvo hasta que me observé a través de un espejo de manera accidental en una tienda de zapatos la parte superior de mi cabeza, ese día reconocí y asumí para siempre que era calvo.
Reconocer cómo es cada uno es importante para aceptar la situación y no generarse disputas, malentendidos o agravios por condiciones físicas, humanas o de comportamiento y esto también tiene que ver con reconocerse o no anciano a partir de una determinada edad.
La palabra anciano, viene del latín “antianus” que significa “es de antes” y yo me pregunto … ¿Antes de qué? Aún no he encontrado la respuesta. También se puede significar como una persona de avanzada edad, ¿qué significa avanzada?, ¿existe un límite como en las carreteras con la velocidad?
También alguien puede pensar que los ancianos son esas personas que tienen dificultades para desplazarse, que les falla la memoria, aunque la verdad es que yo conozco a muchos jóvenes y alguno muy cercano con 23 años , que lo de desplazarse sí supone un problema, si no es en transporte público en vehículo y lo de la memoria, no digamos, enseguida se les olvida las cosas o la tienen muy selectiva, así que estas condiciones no pueden significar que sean ancianos.
Si hacemos caso a la referencia que la ancianidad puede estar a partir de los 65 años, da la casualidad de que coincide con la edad de jubilación. Estamos en una situación compleja, para la sociedad formada por personas de estas edades que por su sabiduría, experiencia y conocimientos siguen en activo como el caso de los jueces y magistrados en España, que según el último informe del Consejo del Poder Judicial, el 14 por ciento ya pueden entrar en el grupo de Jueces Ancianos, casi 750.
Pero además encontramos en el art. 256 de la LOPJ que “habilita a los magistrados jubilados (forzosamente a los 72 años) solo para que puedan dictar sentencia de los juicios que ya hubieran finalizado, pero no para seguir las sesiones de los juicios que no hubieran terminado al momento de producirse la jubilación”. Merecen un “olé” por su cambio de capacidad, conocimiento y actitud de manera automática el día de su septuagésimo segundo cumpleaños.
En el mundo de la medicina, en concreto de Atención Primaria, según estimaciones de la Organización Médica Colegial, “el déficit de médicos de familia y pediatras se va a multiplicar ya que existe un alto porcentaje de ellos que entraran en la edad de “la ancianidad”, en concreto el 40 por ciento de los profesionales están próximos a su retiro en diez años. También en Europa se está dando la voz de alarma con respecto a esta urgente necesidad.
La ancianidad aparece cuando una persona se reconoce como anciano
No sé si nos importa mucho que nos juzgue un anciano juez, o nos atienda un anciano doctor en la consulta del ambulatorio o del hospital y no por eso les llamamos Sr. Doctor Anciano de Medicina General o Sr. Magistrado Anciano del Tribunal Supremo, si lo único que queremos es que nos curen o nos juzguen de una manera profesional, sabia e inteligente.
Y por no entrar en más controversias actuales, tenemos un anciano Ministro de Asuntos Exteriores con 71 años que además quiere seguir como mínino cuatro años más como representante en Europa y esto creo que en algunos casos se toma como una condición despreciativa que adquieren algunas personas que habría que ir retirando de la circulación, porque han pasado de los 65 años o Km/h.
¡OJO! Los ancianos se están revelando, están saliendo a la calle para reivindicar, se presentan a las próximas elecciones como representantes de los ciudadanos y no nos olvidemos que en España casi hay 9 millones de personas mayores de 65 años y para el año 2030 representarán el 30 por ciento de la población. Desconozco si algún partido político tiene un 30 por ciento de personas con derecho a voto.
Yo creo que la condición de ancianidad no se otorga por tener una edad concreta, sino que igual que a mí me pasó con mi reconocimiento de la calvicie, la ancianidad aparece cuando una persona se reconoce como anciano, es lo mismo que el jubilado, que es más una condición de reconocimiento personal que simplemente una situación administrativa acompañada de una prestación económica.
Este reconocimiento no es simplemente un cambio de situación, sino un cambio de actitud frente a la sociedad, frente a las personas y frente a las actividades que dejan de realizar de un día para otro sin que sus capacidades desaparezcan para muchas personas el día de su cumpleaños.
Un queridísimo amigo me envió una conferencia de José Luis Cordeiro al que algunos llaman “el profeta de la inmortalidad” donde asegura que en 20 años llegará “la muerte de la muerte”, es decir, que para entonces los ancianos con 65 años tendrán 85, pero ¿dejarán de ser ancianos? Entonces, ¿cuál será la edad de la ancianidad? Este ingeniero del MIT y colaborador de la Singularity University posiblemente no acierte con la inmortalidad, pero lo que si es cierto es que la esperanza de vida va a aumentar dramáticamente en los próximos 20 años y posiblemente una persona con 85 años pueda seguir siendo productiva, pero de manera distinta como entendemos hoy.
Pero para seguir siendo productiva en las empresas, en la Administración, en los partidos políticos, en las familias y en los grupos de amigos, deberían incentivar de manera proactiva que las personas que lo deseen mantengan la eficiencia mental, profesional e intelectual que les permita tener 85 años en pleno rendimiento.
Si no es así, estaremos cometiendo el error que dentro de 40 años más de la mitad de la población española estará inactiva y tendrá que estar soportada por un pequeño número de trabajadores cuya pena arrastrarán por no haber tenido la visión anticipada de cuidar a los “ancianos actuales”.
En cualquier caso, yo me pregunto cada día: ¿qué quiero ser de mayor?