En un contexto social y político tan polarizado, donde se crean diferencias, se rompen consensos, y se acrecienta el clima de división social, parece difícil encontrar resortes en los que nuestros políticos y gobernantes compartan posturas en común.
Unos comportamientos que sinceramente califico, o al menos así lo considero en la mayoría de las veces, de puro espectáculo de los que nos representan. Si como ciudadanos en nuestro día a día somos capaces de ponernos de acuerdo en la gran mayoría de los asuntos de la vida cotidiana, parece difícil encontrar tanta divergencia en el plano político, en la que cualquier ocasión es buena para distinguirse y confrontar.
En esta realidad convulsa que vivimos, me parecía extraño encontrar un problema en común para todos los partidos y parlamentarios, ya hace unos días vivimos una falta de unanimidad en la reforma del artículo 49 de la Constitución, por la que se reemplazará el término “disminuidos físicos, sensoriales y psíquicos”, por el de “personas con discapacidad”, pero en lo referente a la soledad el pensamiento parece otro.
Una situación que desde el año pasado es considerada por parte de la Organización Mundial de la Salud como un problema de salud pública mundial, entendiéndolo como una prioridad sanitaria mundial. Por ese mismo motivo, se ha impulsado desde la OMS la creación de una nueva Comisión sobre Conexión Social que en el plazo de tres años llevará a cabo un análisis sobre el papel que tiene la conexión social en la mejora de la salud de las personas en todos sus rangos de edad, y planteará soluciones al respecto. Pues la soledad es un problema que no entiende de edades, y que afecta a jóvenes, adultos y a la tercera edad.
Y es que la soledad, no necesariamente implica no tener a nadie a tu lado, o vivir solo. El concepto de aislamiento social se refiere a un sentido más amplio, donde la persona vive con una carencia en las interacciones regulares que necesita y una falta de las suficientes relaciones sociales que demanda como individuo, con el consecuente sentimiento que ello genera de soledad.
¿Quién no se ha sentido solo en algún momento de su vida? Pese a estar rodeados de nuestros seres queridos, sumergidos entre multitudes, o teniendo familiares y amigos a tu alrededor, el sentimiento de soledad puede aflorar. Lo he vivido durante mis estudios, días en solitario memorizando apuntes, hojeando leyes, y prescindiendo de planes, e incluso ahora en ocasiones me abruma en mi búsqueda activa de empleo.
‘¿Quién no se ha sentido solo en algún momento de su vida? Pese a estar rodeados de nuestros seres queridos, sumergidos entre multitudes, o teniendo familiares y amigos a tu alrededor, el sentimiento de soledad puede aflorar’
Según la OMS, una de cada cuatro personas mayores sufre este aislamiento social, una tasa que es similar en todas las regiones. Y en adolescentes el porcentaje no es poco relevante, donde entre el 5% y 15% padecen de soledad.
El organismo de las Naciones Unidas asevera que “la falta de conexión social conlleva un riesgo equivalente, o incluso mayor, de muerte prematura al asociado con otros factores de riesgo más conocidos, como el tabaquismo, el consumo excesivo de alcohol, la inactividad física, la obesidad y la contaminación del aire. El aislamiento social también tiene un grave efecto en la salud física y mental: diversos estudios muestran su relación con la ansiedad y la depresión y cómo puede incrementar el riesgo de enfermedades cardiovasculares en un 30%”.
Los datos nacionales del pasado año, desglosados por el Instituto Nacional de Estadística (INE), señalan que en España hay 4,7 millones de hogares donde solo reside una única persona, de ellos más de la mitad son mayores de 65 años. Si bien, y como he anticipado, ello no significa sentir ese aislamiento social, aunque muchos así lo sienten.
En hilo a esto último, es muy interesante, y especialmente preocupante, las conclusiones del “Estudio sobre soledad no deseada en personas de 55 o más años de Andalucía”, del año 2020, que coordinado por Juan Manuel García González, señaló que el 47% de los andaluces con 55 y más años se encuentran en situación de soledad no deseada, con un 40% en soledad moderada y un 7% en soledad severa.
El consuelo parece residir, como antes adelantaba, en el plano político, que, a diferencia de otras esferas, reconoce con cierta unanimidad este problema, lo ha hecho el bipartidismo con diferentes proposiciones de leyes y enmiendas en leyes vigentes, que apuestan por una estrategia frente a la soledad no deseada, como también grupos políticos tan dispares del panorama nacional como son Más País y Vox.
Ya en el año 2022 Más País presentó una proposición no de ley en el Congreso de los Diputados para combatir este aislamiento involuntario, y entre otras iniciativas señalaba la elaboración de un censo nacional para dimensionar el problema. Y asimismo el pasado año, y en el marco del Día Mundial de la Salud Mental, otros grupos como Vox presentaron otra proposición no de ley referida a la promoción de políticas públicas con el objetivo de mitigar la soledad no deseada, el aislamiento social y prevenir el daño a la salud.
Recientemente se han aprobado leyes en los parlamentos regionales para superar esta problemática, como es el caso de la Ley 6/2023, de 22 de marzo, de las personas con problemas de salud mental y sus familias, que aprobado por el Parlamento riojano, y con efectos en dicho territorio, regula en su artículo segundo la finalidad de dicha Ley, que entre otras es la de “proteger a las personas especialmente vulnerables como las personas mayores, los niños y niñas y las personas jóvenes frente a la amenaza creciente de desarrollar problemas emocionales, en forma de soledad no deseada (…)”. Regulando asimismo un modelo de atención de salud mental y adicciones, que planifique intervenciones comunitarias para la prevención de la soledad no deseada.
Y ya barriendo hacia mi región, la Comunidad Autónoma de Aragón, quiero destacar el Informe especial mesa del Justicia sobre mayores en soledad no elegida, realizado por la Justicia de Aragón en el año 2019, que en sus 200 páginas analizaba la situación del territorio aragonés en torno a este concepto, tratando sus aspectos sociodemográficos, desarrollando su metodología de investigación al respecto, y finalizando con una serie de sugerencias a implementar por el poder legislativo, contemplando recomendaciones legislativas a nivel estatal, regional y local; recomendaciones de coordinación y protocolos entre administraciones y entidades públicas y privadas; recomendaciones en cuanto a la dotación de recursos preventivos y reactivos; recomendaciones divulgativas de sensibilización, información, formación, concienciación social y de voluntariado, así como recomendaciones en el uso de nuevas tecnologías haciéndose valer de instrumentos como la teleasistencia, domótica o el seguimiento monitorizado de personas con especiales condiciones sanitarias.
El problema es real, imperante entre nuestros jóvenes y mayores, notorio entre la población, y la búsqueda de soluciones es urgente. Señores parlamentarios, representantes de la voluntad popular, ahora que en torno a este tema no hay desacuerdo, y parece haber voluntad de acercar posiciones, pónganse manos a la obra, colaboren aunados para revertir esta situación, pues la ciudadanía ahora, y máxime tras la pandemia sufrida, necesita una respuesta rápida, valiente y extensiva hacia un hecho que nos afecta o afectará tarde o temprano a todos, y que requiere necesariamente de la participación de los poderes públicos.