Vivimos momentos convulsos, la situación actual del COVID-19 está afectando a la vida tal y como la conocíamos, con los hospitales al borde del colapso, el mundo sanitario se enfrenta a una nueva lucha, a una auténtica batalla con un enemigo invisible y a su vez contagioso, que ha acabado con la vida de miles de personas, y ha dejado a más de cien mil personas enfermas en nuestro país, de las cuales más del quince por ciento son personal sanitario, y ha obligado a la hospitalización de un número importante de los afectados.
Estamos ante un escenario novedoso que la sanidad española no había presenciado en los últimos años. Con la sanidad saturada, y el resto de servicios de emergencia en similar situación, toda ayuda es poca, y es en circunstancias excepcionales como en la que nos encontramos, cuando se ve necesaria la actuación del ejército, el cual una vez más ha dejado claro que su función no se limita al uso de las armas y a su presencia en las guerras. Nuestras Fuerzas Armadas, desde sus distintas unidades y áreas de especialidad, están siendo vitales para poner jaque a esta pandemia en la que lamentablemente nos encontramos.
Entre estas Unidades, es de todos conocida la labor que hace la ya famosa Unidad Militar de Emergencias (UME) cuya presencia se intensifica en épocas de incendios forestales y otras catástrofes naturales, pero esta no es la única unidad del ejército que está en la actualidad trabajando por y para la ciudadanía, estando involucrados todos los sectores de las Fuerzas Armadas, que solo en estos últimos días han ayudado a poner en funcionamiento más de 16 hospitales de campaña en toda la geografía española, a lo que habría que sumar la aportación del buque militar anfibio ´Galicia´ con hospital incorporado para reforzar la sanidad de la ciudad de Melilla, o la puesta a disposición de la ciudadanía de las dos instalaciones hospitalarias que poseen, sin olvidar tampoco otras actuaciones como las desinfecciones que se han realizado en distintos puntos del país, y el apoyo que están prestando a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado.
Sin menospreciar al resto de Unidades que componen nuestro ejército, quiero resaltar la gran labor que está haciendo la sanidad militar la cual está en primera línea de combate con esta amenaza. La sanidad militar, gran desconocida por la ciudadanía, ha tenido mucha importancia en la historia española, pero en los últimos años ha caído en decadencia, peligrando su existencia, o al menos gran parte de ella. De los 17 hospitales militares que tenía el país en 1994, quedan en la actualidad solo dos: el Hospital Militar Central de la Defensa Gómez Ulla ubicado en Madrid, y el Hospital General de la Defensa de Zaragoza, que se han unido a la sanidad pública en la lucha contra el COVID-19. La gran amplitud de terreno que tienen en general las instalaciones militares los hacen instalaciones idóneas donde pueda ampliarse en caso de necesidad, su capacidad hospitalaria y asistencial con la instalación de tiendas y módulos de campaña por parte de otras unidades militares con relativa facilidad; o en el caso de Zaragoza ser aprovechados para realizar los tests y análisis que permiten identificar a posibles enfermos desde sus propios vehículos particulares.
Al desmantelamiento de la red de Hospitales Militares españoles en los últimos años, se une una plantilla de la sanidad militar mermada que ha ido decayendo
Al desmantelamiento de la red de Hospitales Militares españoles en los últimos años, se une una plantilla de la sanidad militar mermada que ha ido decayendo con las últimas jubilaciones, y las pocas incorporaciones de sanitarios militares a esta especialidad. Teniendo también en cuenta los distintos recortes presupuestarios que ha sufrido la sanidad militar, la cual tras su reestructuración sanitaria con la Directiva de Transición 13/04 de 12 de Diciembre de 2004, quedó estructurada en tres Agrupaciones de Sanidad, y un Hospital de Campaña con capacidad Role 3, de los que en la actualidad quedan solo dos Brigadas Sanitarias, la BRISAN número 1 en Madrid, y la BRISAN número 3 en Zaragoza, después de que en el año 2010 se decidiese prescindir de una de estas Brigadas, y no queda rastro del Hospital de Campaña Role 3 que fue disuelto el 19 de julio del año pasado, el cual hubiese tenido un papel muy importante en las circunstancias en la que nos encontramos, pues tenía una gran capacidad para la hospitalización de hasta 96 personas y entre otras cosas tener una UCI de 8 camas, ampliables a 16 si fuese preciso. También dentro de la sanidad militar no hay que olvidar el Centro Militar de Farmacia, que está contribuyendo en esta crisis con la producción de soluciones higienizantes hidroalcohólicas, paracetamol y soluciones inactivadoras del virus.
Además, a esta capacidad sanitaria se une la que tiene el Ejercito de Aire con las Unidades Médicas Aéreas de Apoyo al Despliegue (UMAAD) de Zaragoza y Madrid, o su Unidad Médica de Aeroevacuación (UMAER); y la Armada con buques que admiten una gran hospitalización, que también están involucrados en el día de hoy en esta contienda sanitaria. Los recortes producidos en la sanidad militar son comprensibles en el sentido de que el componente militar actual que posee el país, no es comparable con el que había en el siglo pasado, que llegó a tener una red de más de 50 hospitales militares en toda España, pero hay que recordar que la sanidad militar es el único baluarte que tiene el Estado español para tener hospitales en España, competencia que ha sido transferida a las distintas comunidades autónomas, con la excepción de Ceuta y Melilla que por medio del INGESA siguen estando bajo la dirección del ejecutivo central.
Esta capacidad militar que tiene el Estado es fundamental para reforzar el servicio sanitario ante grandes catástrofes que eventualmente podrían producirse en alguna región española. Ya lo vimos con el terremoto de Lorca de 2011, donde un Escalón Médico Avanzado del ejército de Tierra (EMAT) asumió la cirugía de urgencia del hospital de Lorca que quedó fuera de servicio durante 48 horas. A lo que se unió la instalación de un Hospital de campaña por la Agrupación de Sanidad nº 1, que en solo ocho horas estuvo en funcionamiento, para atender a los heridos de este terrible seísmo que azotó a la localidad murciana.
Ante estas posibles contingencias que podrían producirse, la única respuesta del Estado sería hacer uso de la sanidad militar, pues el propio Ministerio de Sanidad ha reconocido en la última semana que no tiene competencias en la gestión del personal de salud y por tanto no dispone de personal sanitario al que pueda movilizar, el cual podría ser imprescindible en el caso de que alguna Comunidad Autónoma tuviera un problema sanitario de cualquier índole que con su propio personal y medios fuese incapaz de contener.
Estas circunstancias que llamamos excepcionales, con los efectos del cambio climático me temo que dejen de serlo, pudiendo producirse catástrofes naturales en cualquier momento, y que estas azoten duramente a algunas regiones en concreto, provocando el colapsando de sus sistemas de emergencias. Y es ante estas situaciones en las que conviene que el Estado tenga un cuerpo de emergencias estatales capaz de poder reforzar la atención de emergencias sanitarias de las regiones ante momentos puntuales en las que estos queden desbordados, que en la actualidad solo puede hacerse con la sanidad militar, que sin suponer una intromisión en las competencias que tienen las distintas comunidades autónomas a tal aspecto, ha demostrado en varias ocasiones que son capaces de gestionar crisis de este tipo.
Además cabe añadir que en ocasiones surgen crisis sanitarias que tienen un interés general para el país, ya lo vimos con el ebola, o sin irnos tan lejos la situación actual del COVID-19, además de catástrofes naturales que puedan afectar a todo el territorio nacional, momentos donde es necesario una actuación estatal, que pueda dar auxilio a las regiones que no den a basto con sus propios medios y personal, y en las que no se puede depender del politiqueo de turno y en ocasiones egoísmo que pueda existir entre las regiones y sus dirigentes, y en donde es fundamental una colaboración interterritorial, donde todos los medios personales sanitarios y recursos existentes en el país, estén a disposición de los ciudadanos de toda la nación, sin importar la comunidad a la que pertenezcan. Con la declaración del Estado de Alarma se ha conseguido centralizar toda la gestión sanitaria a tal aspecto, algo que ya ha sido cuestionado por los partidos nacionalistas, pero en situaciones como está la centralización en la respuesta operativa es más que necesaria para que ninguna región este sola ante esta amenaza.
Nunca es tarde para reaccionar, pero teniendo presente que nuestro país se enfrenta a futuras amenazas que pueden poner de nuevo en riesgo a nuestro sistema sanitario público, desde catástrofes naturales producidos por el cambio climático a futuras amenazas biológicas como ha afirmado el Real Instituto Elcano en su informe de este año, pudiéndonos enfrentar a escenarios bioterroristas, o de nuevas pandemias, a las cuales tendremos que saber hacerles frente. Esperemos que esta maldita experiencia sirva para que nuestros dirigentes prevean estas amenazas futuras, y sepan cómo gestionarlas, conservando para estas misiones la capacidad operativa sanitaria que disponen, aún con sus carencias presupuestarias, nuestras Fuerzas Armadas.