El mundo rural está en peligro, y con ello también la Sanidad que se presta en los miles de pueblos que existen en España. La despoblación que acecha al medio rural no es una novedad, lleva años existiendo y todo parece que va a ir en aumento.

El interés de las administraciones por el mundo rural disminuye paulatinamente y muestra de ello es la carencia además de la progresiva disminución de los servicios que se prestan en dichos territorios. Este desinterés, desde mi punto de vista, está basado en puros criterios económicos, donde la escasa población que integra el medio rural, únicamente el 16,2% de la población española (datos de EFE AGRO del año 2019), hace que “no merezca” la pena que los ciudadanos tengan el derecho al acceso de estos servicios. Esto es un disparate, y más tratándose en muchos casos de servicios que son de primera necesidad, como los que incumben a la seguridad y a la salud, esta última competencia conferida a las distintas comunidades autónomas. El Informe sobre el medio rural y su vertebración social y territorial del 24 de enero de 2018, realizado por el Consejo Económico y Social, dependiente del actual Ministerio de Trabajo, Migraciones y Seguridad Social, no se aleja de esta visión, destacando en dicho informe que la debilidad de la zona rural, se basa en “la escasez de servicios a la comunidad (sanidad, educación, cultura,…) por razones de economía de escala debidos a la baja densidad y al aislamiento”. El mundo rural es duro de por sí y la carencia e insuficiencia de servicios no facilita que el problema de la despoblación se solucione, más bien lo agrava.

El campo de la Sanidad no es ajeno a este problema, habiéndose producido en los últimos años un notable cierre progresivo de los puntos de atención continuada, y puntos de atención a las urgencias sanitarias. El caso más reciente será el inminente plan de ordenación sanitaria de Castilla y León, que supondría, según el Partido Socialista, el cierre de 6 de cada 10 consultorios médicos en Castilla y León. Pero estos cierres no son un caso aislado, habiéndose producido cierres de puntos de atención sanitaria en toda España, sin importar el partido político de turno que gobernaba estas regiones. En muchos casos el clamor popular de los habitantes que residían en los municipios adscritos al centro sanitario, han conseguido evitar estos cierres. Pero a medida que pase el tiempo y disminuya la población rural, este clamor cada vez será menos intenso, por lo que es difícil que la Administración desista de sus intentos de recortes y reducción de costes, haciendo posible en un futuro la eliminación de estos puestos que se habían salvado de un cierre previo.

Además de los recortes y de la disminución de los recursos, la sanidad rural se enfrenta a otros problemas, haciendo que sea una práctica poco interesante para los futuros médicos que están formándose en nuestras universidades, ni a los recién graduados, que «no lo consideran como una posibilidad (el ejercer la medicina rural)», aseguró el presidente del Consejo Estatal de Estudiantes de Medicina, Antonio Pujol, en declaraciones a EFE el pasado año. Una encuesta realizada por la revista XLSemanal, a fecha del año 2013, ya mostraba esa realidad diciendo que solo uno de cada cuarenta licenciados quiere ser médico fuera del núcleo urbano en España. Algo preocupante cuando al menos un quinto de la población o un tercio, si tenemos en cuenta las zonas periurbanas, residen en el mundo rural. Y es comprensible, pues la carencia de los servicios que disponen dichos territorios, aparte de los servicios básicos como los reseñados, como los servicios de ocio, casi inexistentes fuera de las urbes, hacen que la vida fuera de la ciudad sea poco interesante.

A lo que se une que muchos municipios no tengan Internet, que los facultativos no tengan un vehículo médico oficial y tengan que usar en muchos casos su propio vehículo particular para las atenciones domiciliarias a los pacientes, la considerable distancia entre los distintos municipios de los que depende el puesto sanitario y los escasos medios humanos de los que disponen. Esto último supone una excesiva carga de trabajo del personal sanitario, problema que se agrava en la época estival; momento en el que se tienen que cubrir plazas del personal que coge vacaciones y de atender a un aumento considerable de la población, que vuelve a los pueblos en los meses de verano.
Todo ello ha hecho que la sanidad rural no sea atractiva para los profesionales que se dedican a ello, de hecho en diciembre del año 2018, la Administración Aragonesa de Salud, tuvo un total de 35 plazas de médico en zonas rurales desiertas tras el último llamamiento de ese año.

En condiciones normales, estos profesionales también son testigos de la carencia de medios humanos de la sanidad rural. En muchos puestos sanitarios de urgencia únicamente hay un/a médico/a y un/a enfermero/a, el cual debe atender a parte de las urgencias médicas que puedan producirse en el puesto, de la atención domiciliaria urgente que pudiera producirse y de otras atenciones de urgencia en los territorios aledaños, quedando en muchos casos el puesto sanitario vacío de atención sanitaria; lo cual ha provocado en más de una ocasión graves consecuencias para la salud de los ciudadanos e incluso la muerte. El caso más reciente de este tipo, que recuerde, ocurrió hace escasos dos meses, cuando un señor de 76 años falleció en el centro de salud de Olula del Río (Almería) por la ausencia de facultativos en el puesto sanitario, que estaban atendiendo una urgencia domiciliaria.
En 2007 se promulgó la Ley para el desarrollo sostenible del medio rural, que pretendía paliar los problemas existentes en el medio rural, en cuyo artículo 30 se hace referencia a que las administraciones tomen medidas para facilitar el acceso de la población rural a unos servicios públicos sanitarios de calidad, persiguiendo: “la mejora de la sanidad, en particular de la Atención Primaria, singularmente en las zonas rurales prioritarias, que permita asegurar unos servicios sanitarios básicos de proximidad en cada zona rural”, con profesionales sanitarios que dispongan de “modernas tecnologías y medios y, en particular, de la telemedicina”, y la mejora en el acceso de los ciudadanos que residen en el medio rural “a una atención sanitaria especializada de calidad, prestando una atención singular a las urgencias médicas”. Pero la aplicación de esta Ley se ha visto envuelta en los problemas de la correcta ejecución del Programa de Desarrollo Rural Sostenible, a lo que se unió una escasa asignación presupuestaria de los fondos FEADER en estos ámbitos, paralizando la mayoría de las medidas contempladas en dicha Ley.

 

Además de los recortes y de la disminución de los recursos, la sanidad rural se enfrenta a otros problemas, haciendo que sea una práctica poco interesante para los futuros médicos que están formándose en nuestras universidades

 

Han pasado más de 13 años desde que entró en vigor esta Ley, momento en el que el legislador reconoció que el mundo rural tenía un problema y quiso ponerle frente, pero no lo consiguió; y en la actualidad el problema de la despoblación del mundo rural sigue sin resolverse, es más, ha ido a peor. Este problema ha vuelto a popularizarse recientemente bajo el nombre de combatir a la “España vaciada”, con distintos movimientos sociales, también lo hemos visto con la reciente irrupción de partidos regionalistas en las pasadas elecciones y las recientes manifestaciones de agricultores, que evidencian una vez más este problema, en el que todos tenemos que estar unidos para evitar que vaya a más.

Aunque muchos sectores de la ciudadanía están involucrados en la lucha y defensa del mundo rural y especialmente en el campo de la sanidad rural, hay otros sectores -quizás más vinculados en su vida diaria al mundo urbano- que toman parte de esta visión economicista de que los recursos destinados a los núcleos rurales están sobredimensionados con respecto a la población que ostentan, o muestran su indiferencia a este problema. Pero la sanidad rural interesa a todos, e incluso a aquellas personas más apegadas al mundo urbano, a esta parte de la población no estaría de más recordarles que en su vida anual van a tener que transcurrir por algún núcleo rural, aunque únicamente se desplacen de una ciudad a otra, y en caso de que tengan un percance o un problema sanitario urgente, que por desgracia puede ocurrirnos a todos, tengan a su disposición un servicio sanitario de urgencias de calidad, que sea capaz de atenderles y de evitar males mayores. Y en este aspecto, un ejemplo rápido sería reflexionar sobre quiénes son los primeros que acuden a la asistencia médica de los accidentes de tráfico que se producen en autovías o carreteras alejadas de los núcleos urbanos, siendo el personal sanitario destinado al núcleo rural el que se desplaza en la mayoría de estos casos, desatendiendo sus centros sanitarios y a su población de referencia para atender a las diferentes urgencias que se producen en sus proximidades.

Por ello, hay que instar a las administraciones que el mundo rural tiene importancia y que debe luchar para que siga existiendo. Necesitamos que siga habiendo una atención sanitaria de calidad en los núcleos rurales que pueda atender a la población de sus municipios y a la población urbanita que transcurra por ellos cuando requiera una asistencia médica, pues en caso contrario la vida de miles de ciudadanos estaría desamparada.