El Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, recoge la humanización como la “acción y efecto de humanizar o humanizarse”, entendiéndose como tal el “hacer humano, familiar y afable a alguien o algo”, o en su segunda acepción el hecho de “ablandarse, desenojarse, hacerse benigno”.
Trasladar esta noción a la esfera sanitaria parece una tarea compleja, máxime en la sanidad pública en cuanto a su dimensión, influencia y complejidad presupuestaria.
Pero no estamos ante un concepto novedoso, ya en el año 1985 se promovió el “Plan de Humanización de la Asistencia Hospitalaria” por la Subdirección General de Atención Hospitalaria del antiguo INSALUD, donde contemplaba la humanización como uno de los pilares de la reforma hospitalaria de la asistencia Sanitaria.
Señalando el entonces director general del Instituto Nacional de la Salud, Francesc Raventós, una definición de este fenómeno, remarcando que “un sistema sanitario humanizado es aquel cuya razón de ser es estar al servicio de la persona y, por tanto, pensado y concebido en función del hombre. Para que esto se realice debe ser un sistema sanitario integrado, que proteja y promueva la salud, que corrija las discriminaciones de cualquier tipo, que dé participación al ciudadano en el mismo y, en definitiva, que garantice la salud de todos los ciudadanos en su concepción de estado completo de bienestar físico, mental y social, tal como declara la Organización Mundial de la Salud”.
En los últimos tiempos se han aprobado planes de humanización por parte de la mayoría de las consejerías sanitarias de las diferentes comunidades autónomas, así como en la sanidad privada dentro de su red asistencial hospitalaria.
De ellos, quiero destacar el Plan de Salud de Castilla-La Mancha Horizonte 2025, que recoge una interesante acepción de la humanización de la asistencia sanitaria, la cual señala que consiste en:
“Poner en valor la dignidad e individualidad de cada persona prestando una asistencia personalizada.
Atender a las personas desde su concepción holística para dar respuesta, no solo a sus necesidades físicas, sino atendiendo también su esfera emocional, social y espiritual.
Hacer partícipes a los ciudadanos proporcionándoles la información y formación precisa para que puedan participar de forma proactiva en la toma de decisiones sobre su salud o la de sus familiares.
Tener en cuenta no solo a los pacientes, sino prestar especial atención a las necesidades de los familiares que los acompañan y a sus cuidadores principales”.
Que, como otros planes de humanización, como el de Baleares, no se limitan al trato con los pacientes, haciéndolos extensivos tanto a ellos como a los profesionales sanitarios. En este sentido señala el de Castilla-La Mancha, que “un pilar esencial de la humanización son los profesionales sanitarios -a quienes consideramos agentes de humanización- a los que es preciso cuidar, escuchar y hacer partícipes. Para ello, es fundamental favorecer una comunicación adecuada, fomentar su participación, reconocer sus esfuerzos y logros, promocionar la formación y la capacitación y, en definitiva, poner en valor la profesionalización y la vocación”.
Humanización que, en términos genéricos, se extiende en todas las áreas, desde la atención primaria, puerta de entrada en el sistema sanitario, pasando por la atención neonatal, con planes como la Iniciativa para la Humanización de la Asistencia al Nacimiento y la Lactancia (IHAN) promovida por la OMS y UNICEF, los Cuidados Intensivos, la Salud Mental, los ingresos hospitalarios, o las intervenciones de cirugía, entre otras.
Iniciativas que se refieren a la atención al paciente en sí misma por parte de todos los profesionales que convergen en el proceso asistencial, como a los propios sanitarios, y a las infraestructuras sanitarias, y sus protocolos de actuación, en la que se desarrolla la actividad y prestación del cuidado y la atención médica.
Donde confluyen métodos tradicionales, que se centran en el paciente como individuo, prestando atención no solo a su dolencia o enfermedad, sino a sus necesidades sociales y humanas que puedan servir de impasse a la recuperación y alta del centro sanitario, destacando en Unidades de Cuidados Intensivos ampliaciones de horarios que en los últimos tiempos se han alargado para que el paciente reciba visitas de familiares y amigos.
‘Se trata de dar una respuesta centrada en el paciente en todos sus planos’
Una necesidad ante las limitaciones de estas unidades, que, a modo de ejemplo en el estudio del año 2016, “Es hora de cambiar la política de visitas en las unidades de cuidados intensivos”, reflejó que el 67,7% de las UCI de nuestro país tenían visitas limitadas a 2 horas al día, y solo existía un escueto 4% con un horario abierto las 24 horas del día. Ratios similares se manejaban entonces en otros países europeos, que con el paso del tiempo han ido disminuyendo, pero existiendo aún en la actualidad en algunos complejos hospitalarios.
Uno de los primeros movimientos que respondió a este fenómeno, fue tomado por la Consejería de Sanidad de Valencia, que en el año 2017 diseñó su Plan de Mejora de la Humanización en las Unidades Asistenciales de Pacientes Críticos, por la que se amplió por aquel momento a cuatro horas en las que los pacientes podían recibir visitas.
También son destacables, en línea a métodos convencionales para lograr estos objetivos, los paseos al aire libre para pacientes ingresados que están llevando a cabo diferentes hospitales a lo largo de la geografía española, como el Hospital del Mar de Barcelona o el Universitario del Vinalopó, la instalación de una decoración más amable y cercana de las instalaciones sanitarias, con mayor colorido en los diferentes módulos de los centros asistenciales, el fomento de la luz natural, o la reducción de los niveles de ruido, entre otras medidas que ya están siendo implementados paulatinamente.
A ellos puede unirse el influjo tecnológico para hacer más fácil esta misión de Humanizar los espacios sanitarios, que con gran acierto empiezan a visualizarse principalmente en la sanidad privada, y con gran lentitud en la red pública.
Y es en línea al desarrollo tecnológico del que vengo escribiendo en los últimos números, donde la innovación digital entra de lleno en la esfera sanitaria, con el diseño de planes de humanización tendentes a la mejora de la atención médica.
En torno a ella, algunos hospitales han apostado por desarrollar redes de navegación y Wifi para permitir el uso de teléfonos móviles y ordenadores en los pacientes ingresados, instalando asimismo en otros establecimientos aparatos sonómetros para controlar y rebajar el sonido en aras a una mejora en la conciliación y descanso del enfermo, o la incorporación de experiencias inmersivas sonoras y visuales, con gafas de realidad virtual o proyecciones audiovisuales para pacientes de cirugías o cuidados críticos, destacando la iniciativa del Hospital de Bellvitge de Cataluña con la implementación de tecnología multisensorial en sus 64 boxes de críticos, entre otras iniciativas.
En resumen, se trata de dar una respuesta centrada en el paciente en todos sus planos, no únicamente en el tratamiento fisiológico de su enfermedad o dolencia, que en línea a los principios de bioética requiere adecuar los espacios e infraestructuras sanitarias para lograr estos efectos en el individuo, y exige la modificación de los protocolos hospitalarios, y la estructura organizacional interna de las instalaciones.
Con el objetivo de lograr un trato más cercano del paciente ante sus inquietudes sociales, basado desde la empatía y la inteligencia emocional ante los temores y preocupaciones propios de la salud personal, que afloran tanto con el conocimiento como por el desconocimiento de la enfermedad existente, la agonía del posible tratamiento o las pruebas diagnósticas practicadas, y la evolución en el estado clínico, mientras se preserva su privacidad e intimidad personal, y se fomente la autonomía del mismo.
Ideas que no son nuevas, ya en el pasado siglo el gran Doctor Gregorio Marañón y Posadillo, defendía una medicina integral que tuviese en cuenta no solo los aspectos físicos de la enfermedad, sino también las necesidades psicológicas y sociales del paciente en la estancia hospitalaria, desde una visión humanista de la medicina basada, entre otros principios, en la dignidad, la libertad del enfermo, y su acompañamiento ante el dolor.