Si no ocurre nada, qué triste pertenecer a esta especie capaz de repetir cada cierto tiempo los mismos errores, siendo herederos de ellos generación tras generación. Todavía no somos conscientes de que nuestro proceso de autodestrucción puede estar en muchos sitios: en la contaminación, el uso indiscriminado de productos tóxicos, las resistencias bacterianas o las pandemias mal enfocadas, pero sobre todo porque a diferencia de otras especies nosotros poseemos prepotencia, autocomplacencia, egoísmo, egocentrismo y poca memoria de especie, que nos ha hecho olvidar nuestra capacidad de supervivencia. Solo nosotros entre los seres vivos nos creemos capaces de superar cualquier contratiempo, cada uno por su lado y sin necesidad de preparación.
El hombre es la eterna cigarra y el resto de la naturaleza que acotamos, reducimos y atentamos es la hormiga.
En 2009 el mundo sufrió una de las pandemias de gripe más importantes, donde algunos datos ya parece que se nos han olvidado. Según el CDC llegó a afectar entre junio de 2009 y agosto de 2010 entre el 11 y el 21 por ciento de la población mundial, lo que supone a más de 700 millones de personas. Estas estimaciones hablan de entre 151.000 y 575.000 fallecimientos por esta causa.
En España se contabilizaron 744.795 casos confirmados de gripe por (H1N1) desde mayo de 2009 hasta marzo de 2010. Con 318 defunciones confirmadas con una cifra de letalidad global de 0,43 defunciones por 1.000 casos de gripe pandémica. La mayor tasa de letalidad se registró en los mayores de 64 años con 4 defunciones por 1.000 casos de gripe pandémica y una mortalidad de 7,05 por cada millón de habitantes. Evidentemente no son ni mucho menos las tasas de contagio y letalidad registradas ahora, pero sí llama la atención la gran sobrecarga del sistema y proyección mediática que alcanzó.
El problema de salud pública no ha sido igual, pero ¿se acuerdan de la sobrecarga de los centros sanitarios y las unidades de cuidados intensivos aquel año?, ¿por qué una vez más hemos reaccionado tarde y siempre detrás de los acontecimientos? De nuevo hemos pensado que, abordando únicamente el ritmo de progresión de la pandemia, nuestro sistema sería capaz de absorber la demanda. Cuando nos hemos dado cuenta de que ya no era posible nos hemos puesto como locos a improvisar: hospitales contra reloj, compras en extraños mercados, hoteles para casos leves, test con poca sensibilidad y especificidad que hay que repetir continuamente… y todo ello ya bien entrada en la pandemia.
Reactividad en vez de proactividad. Hemos pasado por falta de medidas de protección, desabastecimiento de medicamentos como HCQ, déficit de respiradores y últimamente falta de tests de diagnóstico para hacer un estudio de prevalencia en condiciones.
No solo hemos sido nosotros, es un problema de la mayoría de los países desarrollados: autosuficientes y prepotentes; incapaces de reconocer sus debilidades y con decisiones equivocadas que abocan en incrementos de los contagios y por tanto en el número de casos no resueltos. Incapaces de actuar conjuntamente cuando sabemos que algunas decisiones pueden ocasionar fenómenos catastróficos sobre el ser humano.
Tiene que ocurrir algo y tiene que ser de arriba abajo. Librándonos de los que os dirigen a corto plazo y nos manipulan y también cambiando nuestro modo de perpetuarles y de rendir cuentas.
Pero por favor, sin salvadores de la patria, ni politólogos de salón, sin líderes de sí mismos o expertos en la doble moral, sin oportunistas o populistas. Sin los que ven la paja en el ojo ajeno, pero son incapaces de reconocer sus equivocaciones.
El hombre es la eterna cigarra y el resto de la naturaleza que acotamos, reducimos y atentamos es la hormiga
Con sentido común, empatía o posibilidad de ponerse en el lugar de los demás, conocimiento, ejemplaridad y capaces de reconocer sus errores para no repetirlos, pero sobre todo solidarios y cargados de humanidad y humildad. Necesitándose los unos a los otros.
De estos hay muchos, aunque no los encontremos tan fácilmente ahora.
Aprenderemos que la salud es elemento fundamental en el estado del bienestar. La Sanidad no será un Ministerio menor de gobiernos donde la economía solo se acuerda de él cuando hay que hacer recortes.
Los profesionales saldrán reforzados y empoderados y las mareas blancas adoptarán otra dimensión de influencia en la sociedad. Pero el peligro está en que alguien se apodere de esta gran fuerza generada como ya ocurrió con otros movimientos de empoderamiento social como con el movimiento de los indignados del 15 de mayo y se dibuje un modelo diferente regresivo y estatalizado.
No se plantea una salida fácil de esta crisis, pero no hay que dejar que los pescadores de oportunidades reinventen un modelo trasnochado y mediocre aprovechando la debilidad de nuestra actual sociedad.
Concluyamos con una visión más positiva. Seremos capaces de sobreponernos y generaremos inmunidad física contra el coronavirus y también nuestros diligentes fabricarán anticuerpos contra la eventualidad de una nueva crisis sanitaria donde no importarán tanto las infraestructuras sino los modelos de vigilancia epidemiológica e información y la capacidad de adaptación de nuestros recursos y el liderazgo de nuestras organizaciones.
Nuestra sociedad no volverá a cometer los mismos errores sobre nuestro modelo sanitario que será más transparente e integrado. Será proactivo y no tan reactivo y reinventará el modelo de asistencia de pacientes mayores y crónicos de una vez.
Los ciudadanos tomarán conciencia de su implicación en la salud y la promoción de la misma quedará reforzada.
Quedémonos con estas últimas ideas para seguir con ánimo luchando la batalla que aún no ha terminado.
Luis Rosado Bretón