A día de hoy, la interconexión de salud humana, medio ambiental y animal no se puede, ni se debe, poner en duda.
El uso de vacunas para la prevención de la salud global es necesario, tanto a nivel de medicina humana como de medicina veterinaria. Así como en medicina humana muchas veces se ponen en entredicho la utilización de las mismas, en veterinaria tenemos casos de éxito que nos llevan a tener un profundo cariño a la profilaxis vacunal. Siempre que se habla de vacunas en medicina veterinaria, solemos centrarnos en las enfermedades de nuestros animales de abasto y pensar en los países desfavorecidos, donde además existe un mayor contacto con la naturaleza y un menor acceso a recursos preventivos en general.
El problema de la COVID-19, puso nuevamente sobre la mesa la necesidad de controlar y prevenir enfermedades con las que podemos tener contacto, y que, en un momento determinado, pueden mutar y dar problemas a la población en general.
Los coronavirus en la veterinaria son unos viejos conocidos y, no hace más de 15 años, los veíamos con frecuencia en forma de virus entéricos severos/mortales en nuestros animales de compañía. El trabajo de concienciación sobre cuidados de los animales, considerados “mascotas”, ha hecho que la prevalencia de dichas enfermedades haya bajado considerablemente, y su efecto sea menos nocivo en nuestros compañeros de casa.
En el año 2016, un estudio sobre el coronavirus canino reveló unas prevalencias que rondaban el 50% en perros en las 11 comunidades autónomas muestreadas, el trabajo de los veterinarios clínicos, de todo el país, es fundamental para que esta enfermedad vaya remitiendo y con ella, el contacto de las familias con este virus. El coronavirus felino, con unas prevalencias de entre el 25-40% en gatos caseros y de casi el 100% en colonias callejeras, solo produce enfermedad en individuos inmunocomprometidos y aún no disponemos de vacunas con una efectividad adecuada.
‘El trabajo de concienciación sobre cuidados de los animales ha hecho que la prevalencia de dichas enfermedades haya bajado considerablemente’
Muchos propietarios no conocen esta labor en nuestras clínicas veterinarias, y revisar y vacunar una vez al año al animal, no les parece relevante e incluso cuando son mayores, dejan de realizarlas. Entre otras, prevenimos enfermedades tan serias como la rabia o la leptospirosis, que pueden ser transmitidas a sus cuidadores y que, en algunas comunidades autónomas en el caso de la rabia, o en ninguna en el caso de la leptospirosis, son vacunas no obligatorias para los perros, pese al peligro que pueden suponer a la salud de las familias.
En el caso de los humanos, se priorizan las vacunaciones de personas mayores e inmunodeprimidas, pero en veterinaria esa es una asignatura pendiente, por el contrario, en humana, vacunas de adultos sanos, no se “publicitan” ni se les da la importancia necesaria en la mayoría de las consultas médicas. En algunos casos, las vacunas cuando quedan fuera del sistema público de salud, no se le da la información necesaria al paciente.
Es un trabajo de prevención arduo, pero que da unos frutos maravillosos si se tiene en cuenta y decidimos, como clínicos, tanto en veterinaria como en medicina, darle el puesto de importancia que, sin duda, se merecen y que, en ocasiones parece que solo son importantes en el tercer mundo, donde la gente camina kilómetros para poder recibir una prevención que nosotros tenemos en nuestros municipios, en cada centro de salud o centro sanitario veterinario.
Natacha Suárez Rodríguez, Veterinaria clínica