El tratamiento con fisioterapia contribuye a mejorar la calidad de vida de los pacientes con Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA) y minimiza el riesgo de contraer posibles infecciones, una de las complicaciones de la enfermedad.
Se trata de una de las consideraciones que hace el Colegio Profesional de Fisioterapeutas de la Comunidad de Madrid (CPFCM) con motivo de la conmemoración del Día Mundial de la Esclerosis Lateral Amiotrófica, más conocida como ELA.
Así, los fisioterapeutas inciden en la importancia de su disciplina en el tratamiento de estos pacientes ya que los músculos de las personas con ELA son incapaces de generar una fuerza adecuada por lo que se vuelve fundamental un tratamiento encaminado a mantenerlos en las mejores condiciones posibles.
En este sentido, recuerdan que los músculos respiratorios también se ven afectados por la enfermedad por lo que un correcto mantenimiento de los mismos retrasará el deterioro funcional, mejorará la calidad de vida el paciente y reducirá el riesgo de infecciones.
“Los fisioterapeutas son los profesionales sanitarios encargados de indicar al paciente cómo trabajar y fortalecer esa musculatura respiratoria desde el inicio, enseñando una correcta respiración diafragmática y manteniendo la movilidad y elasticidad de la caja torácica”, explica la secretaria general del CPFCM, Montserrat Ruiz-Olivares.
Y es que, la labor del fisioterapeuta en el abordaje de la ELA tiene un triple enfoque, terapéutico, educacional y paliativo. “Terapéutico encaminado al tratamiento de los efectos y consecuencias producidos por la degeneración neuromuscular, educativo porque enseñamos pautas para reducir o retrasar las consecuencias de la pérdida de funcionalidad y paliativo, que estará encaminado a ofrecer herramientas que mejoren la calidad de vida y disminuyan el dolor en las etapas más complicadas de la enfermedad”, indica Ruiz-Olivares.
Diferentes técnicas en cada fase
Para el abordaje de los pacientes con ELA, la fisioterapia cuenta con técnicas activas, pasivas y educacionales, que se van aplicando y adaptando en función de la fase o el estado en el que se encuentre la enfermedad.
De esta forma, al comienzo de la enfermedad, el tratamiento se enfocará más en terapia activa a base de ejercicios globales y específicos con el fin de mantener la funcionalidad musculoesquelética y cardiorrespiratoria; después, se irá evolucionando hacia las técnicas activas-asistidas y pasivas, utilizando la terapia manual, movilizaciones, estiramientos y el tratamiento postural.
“Es muy importante la educación del paciente en el auto-tratamiento y en el manejo de ayudas técnicas, así como de la propia familia, que será muy partícipe de la enfermedad. En este punto, es clave la información y la formación. Información sobre la enfermedad y formación sobre cómo abordarla dando recomendaciones y enseñando ejercicios, posturas antiágicas o movilizaciones”, señala Ruiz-Olivares.
Por último, recuerda la importancia del ejercicio terapéutico para ralentizar el deterioro progresivo y mantener la funcionalidad. “Lo ideal será comenzar por ejercicios globales que mantengan esta funcionalidad para después seguir con algunos más específicos que eviten rigideces, restricciones y dolor; siempre adaptado a cada paciente y a la fase de la enfermedad”, concluye.