El antropomorfismo, palabra que en ocasiones se hace casi impronunciable, se define en el Diccionario de la lengua española de la RAE como la «atribución de cualidades o rasgos humanos a un animal o a una cosa» (gatos, perros, productos, marcas, &c.). En realidad, y aun cuando esta acepción se recoja por primera vez, como tal, en la edición del DRAE de 1925, lo cierto es que, ya en el XVIII, el filósofo británico David Hume, hablaba sobre este fenómeno atribuyéndolo a la incertidumbre y complejidad del mundo en el que vivimos, como herramienta para intentar dar explicación a lo que ocurre a nuestro alrededor.
Este antropomorfismo no es ajeno al mundo del marketing y la comunicación, ni es tampoco un fenómeno reciente, aunque inteligencias artificiales como Siri y Alexa se hayan convertido en la máxima expresión de este movimiento, compensando con apariencia de «humanidad» su innegable carencia de la misma.
Humanizar marcas y productos, con el fin de que los consumidores logren una mayor identificación con las mismas ha sido y es algo habitual.
Los chatsbots, por ejemplo, programas que mantienen conversaciones con usuarios usando un lenguaje natural, ya sea por voz o por texto, ya no están únicamente destinados a aumentar la satisfacción del cliente en los departamentos correspondientes, sino que ya existen diseños destinados al acompañamiento de pacientes con determinadas dolencias.
Humanizar marcas y productos, con el fin de que los consumidores logren una mayor identificación con las mismas ha sido y es algo habitual
Endurance o Casper Bot Insomnobot-3000 cumplen esta función: el primero se creó para estar junto a pacientes con demencia y los datos que obtiene se usan para analizar el progreso de la pérdida de memoria o ver los efectos de la terapia; el segundo fue desarrollado para ser el compañero de quienes sufren insomnio y no tienen con quien hablar durante las horas en las que no pueden dormir.
Incluso en un sector donde la interacción humana se hace casi obligatoria, los chatbots «humanizados» se han abierto camino realizando tareas que van más allá de lo mecánico.
La antropomofización de la enfermedad
A menudo referido como «un enemigo silencioso que invade el cuerpo del paciente y deber ser combatido, el cáncer es una enfermedad que se antropomorfiza constantemente. La COVID-19, calificada como «inteligente», «astuta» o «enemigo invisible», ha sido uno de los ejemplos más recientes.
La pregunta es: ¿aumenta la concienciación de la población ante la prevención de determinadas enfermedades, cumpliendo con las recomendaciones médicas, si a estas enfermedades les atribuimos cualidades humanas?
Según un reciente informe (año 2020) de la Organización Mundial de la Salud, las tres principales causas de muerte y discapacidad en el mundo son prevenibles (cardiopatía isquémica, accidente cerebrovascular y enfermedad pulmonar obstructiva crónica) y muchas más muertes son causadas por enfermedades detectables y enfermedades tratables (por ejemplo, algunos tipos de cáncer). Por tanto, podemos concluir que el principal problema no está en el acceso a la atención médica, sino en el cumplimiento de las recomendaciones para una vida sana y saludable.
Millones de personas mueren cada año a causa de enfermedades que se pueden prevenir con vacunas. Muchas personas todavía carecen de acceso a ellas, pero un número considerable de muertes prevenibles con vacunas se deben al incumplimiento de las recomendaciones de salud pública.
De manera similar, la mayoría de las personas son conscientes de que los cambios en el estilo de vida son determinantes críticos de su salud y longevidad. Sin embargo, según la Encuesta Europea de Salud en España, año 2020, solo un 26,5% de personas mayores de 15 años realizan actividad física regular en su tiempo libre, y según el Libro Blanco de la Nutrición de la Federación Española de Nutrición (FEN), que se presentó a hace unas semanas, los españoles toman una media de 9,8 gramos de sal al día, cantidad que dobla la recomendada por la Organización Mundial de la Salud (5 gramos).
Los seres humanos tendemos a ser excesivamente optimistas acerca de nuestra percepción al daño y, a menudo, creemos que tenemos menos riesgo de contraer una enfermedad que otros. Por ejemplo, un estudio sobre la detección de cáncer de piel en Suecia encontró que las personas sabían que la exposición al Sol es un factor de riesgo importante, pero subestimaron su propia vulnerabilidad al cáncer de piel.
Con estos datos en la mano y a la pregunta que nos hacíamos más arriba, la respuesta no está clara.
Por un lado, muchos pacientes de cáncer, sobre todo, están en contra de utilizar esos términos bélicos referidos anteriormente, ya que enfatiza la idea de que solo puede quedar uno y no siempre es así.
Pero el caso afirmativo viene de la mano de un reciente estudio realizado por Kellogg School of Management que indicó que el antropomorfismo puede influir de forma positiva, puesto que aumenta la cercanía psicológica entre el paciente y la enfermedad.
También reduce ese sesgo de positividad, ya que una mayor cercanía psicológica a una enfermedad antropomorfizada hace que el paciente se sienta más vulnerable a la enfermedad, lo que motiva el cumplimiento de las recomendaciones de salud.
Así pues, no solo la antropomorfización de la tecnología, sino la antropormización de la propia enfermedad puede contribuir a la mejora de la salud de la población. Avances, sin duda, importantes, que ofrecen una visión innovadora del sector de la salud hoy e influyen en la creación de una nueva perspectiva en la prevención y el tratamiento de la enfermedad.