Hace poco Jordi Pujol en una entrevista con Jo Tazawa recogida por Europa Press y que se presenta en el libro L´última conversa (Trobada a Queralbs) de la editorial Lapislàtzuli, afirmaba que ante la baja natalidad de Cataluña los catalanes y su identidad se vería minorizada ante “tanta y tanta inmigración”. Según información de la ONU la población subsahariana se doblará en el año 2050[1]; y mientras la tasa de crecimiento demográfico de España está en el 0,14% en la inmensa mayoría de los países del África subsahariana está por encima del 3%. Entre el año 2012 y el 2021, Etiopía creció en términos absolutos 27,56 millones de habitantes, en China crecieron 58,17 millones de habitantes. Pero China tiene 1.410 millones de habitantes en total y Etiopía 120.
Este preámbulo nos sitúa en una realidad abrumadora, mientras que Europa y España en particular apenas tiene un crecimiento vegetativo y en gran medida impulsado por la propia inmigración, la presión demográfica del continente vecino es arrolladora. Nuestro entorno cultural y estructura social envejecida, cronificada y dependiente, se ve claramente sobrepasado por una realidad demográfica vital, joven, culturalmente muy diferente y con una situación sociosanitaria diametralmente opuesta a nuestra realidad actual.
La pregunta que me permito lanzar es: si nuestro sistema sanitario aún no se ha adaptado a la cronicidad y a las necesidades de una población envejecida, ¿tiene capacidad para readaptarse a la ola de inmigración que irremediablemente nos viene encima? Una ola que desde mi punto de vista es muy positiva e imprescindible para el sostenimiento de todo nuestro estado de bienestar y el propio desarrollo económico de Europa.
En un reciente artículo publicado por El País el día 28 de enero de este año, José Ramón Repullo, Asunción Prieto y Jose Manuel Freire, escribían que “la Gran Recesión (2008-2014), la incompleta recuperación (2015-2019) y la pandemia (2020-2022) han acabado produciendo grietas en el Sistema Nacional de Salud. Aunque en su conjunto este fue resiliente, al menos tres cosas han conducido a la amenaza de rotura: la Atención Primaria, la desafección de muchos profesionales sanitarios y la fuga de clases medias hacia la contratación de pólizas privadas de provisión sanitaria”. Sin entrar, por mi parte, a valorar estos tres determinantes que los autores identifican para la rotura, grieta o inminente colapso del Sistema Nacional de Salud; lo que está claro es que es un sistema que de forma reiterada se enfrenta a impactos en su línea de flotación.
Exigimos a nuestro sistema de salud que se adapte a la realidad demográfica actual del Estado, a la vez, si levantamos mínimamente la mirada contemplamos la irremediable necesidad de incorporación de población a través de la inmigración; lo cual supondrá una nueva readaptación a las necesidades sociales y demográficas de esta población protegida. Todo ello con un panorama como el descrito por Repullo, Prieto y Freire en su artículo. Donde la sostenibilidad económica cada vez está más en entredicho, por no decir que es abiertamente insostenible. Se produce esa desafección de los maltratados profesionales sanitarios a los que se les exige constantemente esfuerzos y más esfuerzos, sin ser adecuadamente valorados; y no solo económicamente (que también) sino en multitud de áreas que podrían suponer importantes mejoras para la calidad de vida profesionales de estos profesionales. La Atención Primaria ha sido constantemente traicionada por los estamentos que deberían haberla cuidado y mimado como lo que es, la piedra angular de nuestro sistema de salud. Y, por último, la población que debe solventar su merma en las prestaciones sanitarias, deriva hacia una provisión privada que garantice una prestación cada vez con mayores estándares de experiencia de paciente. Ciertamente como mínimo, debemos de pensar en una situación de incertidumbre para la provisión sanitaria pública tal y como la conocemos a día de hoy.
“Exigimos a nuestro sistema de salud que se adapte a la realidad demográfica actual del Estado”
Es urgente comenzar a realizar planteamientos de macrogestión sanitaria desde una perspectiva planetaria. La Salud Planetaria (Planetary Health) es la única herramienta metodológica que nos ofrece la posibilidad de gestionar una realidad que ya no es local, ni autonómica, ni tan siquiera estatal; la gestión de la salud tiene siempre e imperiosamente una dimensión global, mundial, planetaria. Focalizar la compleja solución a nuestros problemas de provisión sanitaria en el entorno más cercano, sin ampliar nuestro campo visual y sin ver las realidades planetarias que ya están marcando nuestro devenir en salud, es irresponsable.
La Salud Planetaria se está reduciendo en ocasiones a una visión medioambientalista, nada más lejos de la realidad. La Planetary Health abarca todos los aspectos que tienen que ver con la salud de las personas, la dimensión física, la mental y la social. Son necesarios hospitales verdes, y forma parte de la solución, sin duda; pero no modifica el paradigma asistencial y por consiguiente no es suficiente. La incorporación de una visión holística de la provisión sanitaria, donde los factores sociales de la salud adquieran de una vez por todas la importancia radical que tienen en los procesos tanto asistenciales como periasistenciales y el activismo social como auténtico medio para mejorar las condiciones de salud de las personas; son caminos aún por explorar en el ámbito de la gestión sanitaria. La consideración del ecosistema natural y social, de la mejora en parámetros de felicidad de las personas, o la integración de nuevos modelos humanistas de la gestión sanitaria; se hacen cada vez más imprescindibles para dotar a nuestro sistema de salud, de la suficiente elasticidad para adaptarse de forma rápida y eficaz a los retos que ya tiene encima o le están por llegar.
La rigidez de una megaestructura institucional no ayuda en absoluto a facilitar la adaptación que la sociedad nos reclama. Una sociedad que avanza y evoluciona mucho más rápido que nuestras organizaciones sanitarias. Desde que se proyecta hasta que se pone en funcionamiento un nuevo equipamiento sanitario pasan entre 7 y 10 años. ¿Somos conscientes de los cambios que se producen en la sociedad en 10 años? Evidentemente, cuando se abren las puertas de estos nuevos medios asistenciales ya son obsoletos. Los indicadores que seguimos midiendo son de producción, son números de intervenciones, listas de espera, consultas resueltas,… no medimos la salud de la población, los resultados en salud de nuestras acciones. Seguimos reaccionando ante la enfermedad, somos reactivos; no somos proactivos y actuando sobre el origen del riesgo, del problema que finalmente puede desembocar en una enfermedad. Queda mucho por desarrollar en este ámbito a pesar de que la reciente pandemia ha modificado ligeramente nuestra apuesta por la medicina preventiva y la salud pública, pero solo ligeramente.
En la Quinta Regla de la Primera Semana de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola, dice así: «En tiempo de desolación nunca hacer mudanza, más estar firme y constante en los propósitos y determinación en que estaba el día antecedente a la tal desolación”. Sin ninguna duda, la desolación no debería hacer meya en nuestro ánimo, pues nuestro propósito y determinación sin duda son de una trascendencia tal para la sociedad a la cual servimos que han de mover nuestro raciocinio, nuestro pensar y obrar en pos de la búsqueda de una Salud Planetaria que garantice la equidad y accesibilidad al tercer Objetivo de Desarrollo Sostenible, y al artículo 25 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948), “toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia sanitaria y los servicios sociales necesarios”. Una realidad que sigue siendo una quimera para la mayoría de la humanidad, pero que en el ámbito de la salud aún se hace más evidente el carácter interdependiente de una realidad que siguiendo la filosofía Zulú, ha de ser forjada en el concepto de “Ubuntú”: “Yo soy porque nosotros somos”.
[1] https://www.un.org/es/global-issues/population#:~:text=Se%20espera%20que%20el%20%C3%81frica,fecundidad%20en%20los%20pr%C3%B3ximos%20a%C3%B1os.