Las características de las instituciones sanitarias, los cambios sociodemográficos y económicos, las nuevas demandas de salud, los nuevos perfiles de usuarios y profesionales, la competitividad, la inmersión de las tecnologías de la información y la comunicación, en general la evolución sociosanitaria de los últimos tiempos y muy en particular ahora con la pandemia de la COVID-19 en la que nos vemos inmersos, hace que las organizaciones sanitarias necesiten forzosamente directivos capacitados para hacer una gestión eficaz, eficiente, segura y de calidad, con capacidad de adaptación e innovación y como hemos vivido, que den una respuesta rápida a situaciones inesperadas.
En estos días se alzan las voces pidiendo las especialidades de Urgencias y Emergencias e Infecciosas y el gobierno ya se ha comprometido a aprobarlas en el último trimestre de este año.
Y “¿de lo nuestro que hay?”, porque es cierto que se necesitan nuevas especialidades que den respuesta a las necesidades de salud de los ciudadanos, pero también hay otras necesidades que continúan sin resolverse.
Y “¿de lo nuestro que hay?”, ¿qué hay de la profesionalización de la gestión?, ¿qué hay de la necesidad de contar con directivos y gestores realmente capacitados para la gestión?
Como reza el Manifiesto de SEDISA por la Profesionalización de los Directivos de la Salud y la Gestión Sanitaria, profesionalización es el proceso por el que se mejoran las habilidades de una persona para hacerla competitiva en el desempeño de su profesión u oficio, de tal forma que la ocupación se convierte en una profesión. Esto significa que para hacer gestión sanitaria a cualquier nivel hay que demostrar conocimientos, habilidades y actitud, es decir, se necesita formación a lo largo del tiempo, experiencia, contar con habilidades gestoras y haber demostrado buenos resultados.
Hoy más que nunca también se necesita regular la asunción de los puestos de gestión y liberarlos de una vez por todas de tintes políticos u otros intereses apartados del supremo interés de hacer una gestión eficaz, eficiente, de calidad, dirigida a resultados y en un entorno de trabajo seguro y amable para profesionales y pacientes.
Y dentro de las organizaciones, las enfermeras gestoras han sido y son pilar fundamental demostrándolo una vez más y con creces en la crisis de la COVID.
Recordemos que la Ley 44/2003, de 21 de noviembre, de Ordenación de las profesiones sanitarias (LOPS), reconoce a las enfermeras la autonomía y responsabilidad en el ejercicio de la profesión que desempeñan y señala que le corresponde la dirección, evaluación y prestación de los cuidados de Enfermería orientados a la promoción, mantenimiento y recuperación de la salud, así como a la prevención de enfermedades y discapacidades.
Y “¿de lo nuestro que hay?”, porque es cierto que se necesita planificar la reconstrucción social y económica y establecer el modelo de recuperación de España tras la crisis sanitaria y social causada por el coronavirus. Así el Congreso de los Diputados nombra toda una serie de expertos entre ellos en Políticas Sociales y Sistemas de Cuidados y “¿de lo nuestro que hay?”, porque siendo que por ley las enfermeras son los únicos profesionales a los que se les reconoce la responsabilidad de los cuidados, ¿cómo es posible que no se incluyan enfermeras en esa comisión?
Las enfermeras gestoras tienen que estar donde se toman las decisiones en salud de la población y no vamos a seguir pidiendo permiso para estar, vamos a estar
¿Cómo es posible que dos días antes el Ministerio de Sanidad publique un vídeo con motivo del Día Internacional de la Enfermería en el Año Mundial de las Enfermeras en el que hablan literal del papel clave de las enfermeras también en la COVID y le reconocen como el eslabón entre los centros asistenciales y la ciudadanía y luego obvien su participación en la reconstrucción social y económica?
No se puede entender y no quieren entender que las enfermeras somos responsables del cuidado profesional de la persona, su familia y comunidad, esos cuidados tienen una base científica porque se asientan en la última y mejor investigación disponible, entendemos la salud de forma amplia, no centrada en la enfermedad y a la persona como un ser holista, para el que buscamos su bienestar, su seguridad e independencia.
Nuestro método de trabajo se basa en el método científico para la resolución de problemas y mediante el Proceso Enfermero valoramos las necesidades de la persona, hacemos un diagnóstico de sus respuestas reales o potenciales a sus problemas de salud/procesos vitales, o la vulnerabilidad hacia esa respuesta. Las enfermeras planificamos los cuidados centrados en la persona y su entorno, los llevamos a la práctica y además los evaluamos y medimos los resultados en salud sensibles a nuestra práctica enfermera. Y como nos adaptamos a las nuevas demandas de salud de la población, asumimos nuevos roles profesionales y nuevas competencias profesionales.
Las enfermeras tenemos un cuerpo de conocimiento propio y hacemos una aportación específica a la salud de la población, el cuidado profesional.
Y “¿de lo nuestro que hay?” Porque las enfermeras gestoras tienen que estar donde se toman las decisiones en salud de la población y no vamos a seguir pidiendo permiso para estar, vamos a estar.