El título de este artículo habla de la necesidad de promover e implantar cambios importantes en las organizaciones sanitarias. Cambios que tienen que ver con reconocer que es preciso hablar de humanización y que parte de esta orientación, es sin duda, reconocer el valor que aportan profesionales como las enfermeras y enfermeros al sistema, tanto sanitario como social.
Los enfermeros y enfermeras somos profesionales que damos un enfoque de proximidad, una manera de mirar los problemas de salud distinta, lo hacemos desde las capacidades de afrontarlos, esa capacidad que tienen las personas. Desde un enfoque de las necesidades del cuidado individual y liderando de una manera diferentes las respuestas para el abordaje de dichos problemas.
Estas miradas están centradas en las capacidades de cuidado y de autocuidado de las personas en su entorno próximo.
Este abordaje se hace desde generar las respuestas a las preguntas que se hacen los pacientes: ¿sabré hacerlo, podré hacerlo, entenderé como hacerlo y quiero hacerlo?
Cuando se plantea en las organizaciones dónde se encuentra la especificidad de la práctica del cuidado enfermero, es importante mirar al futuro y ver que se encuentran en la capacidad de respuestas al asumir la práctica, tanto en la dimensión de la sustitución de la persona cuando esta no puede realizar algo para sí y por sí misma, algo que puede ser un cuidado complejo que viene de la mano de las necesidades que surgen con la cronicidad, la dependencia o el envejecimiento.
Hasta un cuidado relacionado con algo técnico, o simplemente ante la necesidad de adquirir un nuevo conocimiento que se requiere para afrontar una nueva situación. También está todo aquello relacionado con la técnica y la tecnología para aplicar o para apoyar el autocuidado, ayudando a la persona para que sea capaz de utilizar estas tecnologías de apoyo. Y son las enfermeras quienes deben de asesorar para elegir lo que mejor se adapta a cada uno, porque son quienes conocen las posibilidades individuales para conseguir con dicha elección mayor eficacia.
Se trata de realizar giros en la práctica asistencial, salir de un modo tradicional de hacer “en y por”, lo que ha marcado la tradición del abordaje de la enfermedad, llegando a una línea donde el cuidado enfermero tenga valor y se trabaje en el “por, con y para” los pacientes y sus familias y entornos.
Sin duda, en el sistema sanitario es imprescindible trabajar con herramientas de diagnóstico precisas y en la aplicación de tratamientos, pero no hay que olvidar que es esencial también trabajar teniendo en cuenta los deseos y valores de las personas, y su capacidad de cuidado, es decir, trabajar con los comportamientos voluntarios adquiridos a través de los cuales las personas han de ser capaces de no enfermar, de autogestionar sus problemas de salud y de adaptarse a las nuevas situaciones con enfoques para potenciar al “paciente activo”. Esto se consigue con el apoyo y la especificidad del conocimiento enfermero.
Es preciso trabajar en el diseño de la información accesible para que sea capaz de impactar, en encontrar mejores herramientas de educación, adaptadas a cada tipo de persona, de edad, de interés, y trabajar en el entrenamiento del autocuidado en la cotidianidad y la rutina, como elementos de protección basados en el conocimiento y las evidencias generadas en el ámbito de los cuidados.
Si hay algo que debería de generar cambio y transformación es incorporar en las organizaciones la mirada enfermera y que esta, esté donde se toman las decisiones.
Sería interesante trabajar en asentar estrategias de visibilidad para este nuevo enfoque que requiere de aceptabilidad por parte de todos los actores del sistema, para lograr implantar un servicio que, sin duda, es innovador.
Las Unidades de Cuidados Complejos, como un nuevo enfoque de servicio, deberían de ser de estructuras reconocidas ligadas a los cuidados enfermeros que se prestan como servicio hospitalario. En ellas, se aportaría profundidad, especialidad y es desde donde se identificarían lo que las personas necesitan tras sufrir nuevas situaciones de salud, consecuencia de una crisis. Estas situaciones van más allá de una etiqueta diagnóstica. Se trataría de estructuras donde es clave el entrenamiento en autocuidado, aquello que se aporta desde el enfoque disciplinar como esencial para la calidad de vida.
Servicios cuyo objetivo tiene que ver con promover mejorar la capacidad funcional, el afrontamiento de la cotidianidad con seguridad y la adaptación a las nuevas situaciones con la misión de garantizar la calidad de vida. Por tanto, no desde prácticas ancladas en un modelo biologicista, de estructura tradicional sino desde una estructura organizativa apoyada en la generación de confianza y de enfoques positivos y promovedores de la proactividad capaces de dar a los pacientes y sus familias la competencia de la orientación al logro.
Este planteamiento supone sumar y no sustituir nada, sí se trata de integrar, pero eso sí, respetando la identidad de los cuidados enfermeros y, por tanto, su liderazgo y su capacidad de gestión se reservaría para ser ejercida por las enfermeras y enfermeros.
Este artículo intenta proponer elementos transformacionales, claves de humanización y que promueven la autonomía de los pacientes. Son aquellos que reflejan la especificidad del cuidado y deberían de llevarnos a obtener la mejor respuesta para las necesidades de los ciudadanos y por tanto, aquello que no debería de sacrificarse aunque hoy se le de poco valor.
Un aspecto importante está relacionado con promover la presencia cuidadora y con esta lo que son los pequeños detalles, aquello que hace a la organización más humana.
La presencia cuidadora es el estar, es más que acompañar, tiene que ver con sentirse acogido o acogida, con tener al lado alguien de confianza que da seguridad, tiene que ver con enseñar a mirar más allá, con ser partícipe y con la complicidad indispensable para cuidar.
La siguiente, el rol del garante o el rol de abogacía, el concepto de advocacy, como ya se definido por Curtin en 1979, quien indicó que el propósito de la abogacía era el de velar por el bienestar de otros seres humanos, lo que denominó abogacía humana.
Y Hewitt afirmó también que los pacientes corren el riesgo de caer en la denominada «indefensión aprendida», es decir, en la incapacidad de hablar acerca de su estado de salud y tener voz propia dentro del sistema por sentirse inferiores. Para que se comprenda mejor lo que yo enseño a mis alumnos de manera gráfica diciéndoles que es la situación del “pollito Calimero”, un personaje de animación debajo de su cascarón y esta posición es la que las enfermeras pueden ayudar a superar desde estrategias de capacitación y empoderamiento.
La enfermera y el enfermero es quien hace la sustitución a la persona en el cuidado de sí mismo cuando la persona no puede. Esta competencia va desde la sustitución total en el cuidado a la sustitución parcial. En esta sustitución se encuentra el abordaje del cuidado cotidiano y rutinario integral, es decir, un cuidado que se desarrolla tanto en el área biológica, como en el área emocional, en el área cognitiva, en el área espiritual y el área de las relaciones sociales, familiares y comunitarias.
El cuarto elemento es el valor de la enfermera como entrenadora en autocuidado, significa valorar la capacidad de autocuidado de la persona y de su unidad familiar y cuidadores, identificando su potencial de respuesta ante situaciones de vulnerabilidad y dependencia. La enfermera capacita evaluando de manera continua, en intensidad y en complejidad, poco a poco gradualmente como se hace en la teoría de Benner y mientras tanto, ahí está.
El mantenimiento de la vida supone estrategias de cuidado seguro así como de la necesidad de proporcionar también los cuidados de confort desde un enfoque de calidad de vida, es decir, la sustitución de uno mismo que se fundamenta en la complejidad del cuidado para ganar en supervivencia y a la vez, en calidad de vida.
Se hace necesario trabajar para encontrar el equilibrio entre el valor vida que nadie cuestiona y el valor de la persona, la necesidad de sentirle acogido, protegido, humano, en su dignidad en otro, y este equilibrio, las enfermeras pueden ayudar a encontrarlo.
Escuchando a un cirujano en la radio que hacía unas declaraciones el día 2 de abril y que hablaba como paciente tras el alta, superando la infección por COVID-19, él como jefe de servicio hablaba a los periodistas de la importancia de los médicos internistas, de los médicos neumólogos, de los médicos intensivistas en esta crisis, su preocupación por la saturación, por abordar la neumonía en los pacientes y plantearles correctos tratamientos, el desvelo de los profesionales de la medicina por sacar adelante a los pacientes y después de decir esto, al final de la entrevista, de pronto habló como paciente y es entonces, cuando dijo lo importante que es para los pacientes que su enfermera esté a su lado en este momento de soledad, de incertidumbre como decía Collieré, de lo íntimo, el momento de lo de uno mismo. Ahí se ve a las enfermeras.
Esto no es que las enfermeras sean o no buenas personas, no, esto es lo esencial en la aportación profesional. Sin cercanía, sin empatía, sin compromiso, sin compasión, sin presencia enfermera, no es posible proporcionar cuidados de calidad.
Esto es el elemento de valor que no se debería de sacrificar en las organizaciones, los pacientes lo identifican como necesidad y las enfermeras lo proporcionan como servicio, como parte de su quehacer, de su buen hacer disciplinar. Debería de ser per sé.
De ahí que el título de este articulo esté relacionado con cómo las organizaciones de salud, aquellas que son proveedoras de servicios sanitarios, se deben de convertir en organizaciones más flexibles, centradas en las personas, más humanizadas y excelentes.
Sin cercanía, sin empatía, sin compromiso, sin compasión, sin presencia enfermera, no es posible proporcionar cuidados de calidad
La humanización, parece hoy en día una palabra que está de moda , una postura. Pero hablar de humanización significa hablar de organizaciones modernas que se quieren transformar, aunque no se puede olvidar que se trata de un camino recorrido en parte, y es preciso reconocer lo que se ha hecho y avanzar desde logros anteriores y también porque no decirlo, las enfermeras no han dejado de aportar este enfoque allí donde han estado a pesar de que el modelo organizativo no era muy favorable. Un trabajo de cuidado invisible prestado en las unidades especiales, urgencias, en el cuidado a las personas dependientes o al final de su vida.
En los años 80, ya hubo un plan de humanización en el INSALUD, donde se definieron líneas relacionadas con la accesibilidad, con la información y también se crearon las figuras como el servicio de Atención al Paciente. Desde los años 80 y con enfermeras a su frente, se han recogido quejas y escuchado la calidad percibida por los pacientes en estos servicios, pero parte de esta estructura han sido consideradas como líneas blandas. En términos generales, se ha dado poco valor a lo desarrollado y se ha priorizado la seducción por la tecnología, arrincono este enfoque de humanización. Sin embargo, su arquitectura sigue ahí para ser rediseñada e impulsada.
La Dra. Huércanos Esparza , miembro del grupo de investigación Aurora Mas a principios del siglo XXI trae de nuevo un concepto muy relacionado con estrategias de humanización y ella habla en sus publicaciones del Cuidado invisible, definiéndolo como situaciones cotidianas en nuestro entorno de trabajo en las que se precisa que dejemos a un lado el ajetreo habitual, la atención estandarizada, y nos detengamos para atender a personas que atraviesan un episodio de enfermedad que lo que para nosotros puede ser un hecho común y sin valor, supone una situación crítica, emergente para el paciente y su familia.
Ella como otros autores, abren una línea de trabajo del cuidado enfermero que tiene que ver con cómo se responde desde medidas de cuidado sencillas a necesidades emergentes que surgen en el enfermar y que requieren respuestas muy próximas al mundo personal, imperceptible, que no se registra pero que proporciona confort, seguridad y en valor del acompañamiento o de la presencia.
Esas acciones desarrolladas por las enfermeras y enfermeros deberían de estar integradas en los planes de cuidados, es cierto que son acciones “invisibles”, sin registro en las historias clínicas, pero que se orientan para conseguir sus objetivos. Aquí, junto con el abordaje de los malestares, se abre un abanico de acciones necesarias muy relacionadas con la calidad de vida y la calidad percibida de los servicios y por tanto, con la confianza.
Por otro lado, queda un elemento, el valor del tiempo. Por un lado, para proporcionar cuidados y para capacitar se requiere tiempo. Un tiempo que las enfermeras deben de dedicar a entrenar, a capacitar o a proporcionar cuidados invisibles y es preciso que sea suficiente, lo que supone revisar la organización y la disponibilidad de recursos.
Pero también es preciso hablar del tiempo del paciente, sobre todo del tiempo que se permanece ingresado en un hospital, este es un tiempo que debería de ser todo tiempo terapéutico. Habría que conseguirlo, para ello, se hace necesario también mejorar las organizaciones, reordenar las actividades y convertir los tiempos muertos de los ingresos y tiempo terapéutico, a las personas les debe de valer la pena salir de su casa y no esta con los suyos, sobretodo en centros y unidades de media estancia.
Cuando un paciente está en un hospital ingresado, está allí porque necesita de la intervención y supervisión enfermera. Pero todo el tiempo que se encuentra allí, fuera de su casa debería de ser para él una inversión por lo que debe ser tiempo terapéutico y significa que se utiliza para diagnosticar y tratar, pero también para capacitarle a él o ella y a los suyos en el cuidado y el autocuidado o en el desarrollo de estrategias de participación y toma de decisiones.
Hasta aquí algunas claves que pueden ayudar a transformar las organizaciones, apoyándose en el conocimiento de las enfermeras y enfermeros, convirtiendo las acciones de cuidado en elemento que promueven las organizaciones más humanas y saludables.
Son muchas las cosas que las enfermeras y enfermeros aportan y pueden aportar en cualquier movimiento de transformación de las organizaciones, seguramente están dispuestos a hacerlo, solo falta que se cuente con nosotros como líderes, como gestores, participando en el rediseño y como proveedores de nuevos servicios relacionados con nuestra área competencial.