El término alfabetización en salud (AS-health literacy) se utiliza por primera vez en el año 1974 en el seno de una conferencia sobre educación sanitaria y política social (Juvinyà-Canal et al., 2018).

Su definición ha ido evolucionando con el tiempo y abarca tanto la comprensión del paciente, como su capacidad para procesar e interpretar la información sobre salud que recibe.

La alfabetización en salud hace referencia al conjunto de conocimientos, habilidades y experiencias en materia de salud que hacen a un individuo, que no es profesional, conocedor de su propio estado de salud y de cómo cuidarse (Navarro-Rubio, Rudd, Rosenfeld, & Arrighi, 2016).

La OMS la define como “las habilidades sociales y cognitivas que determinan el nivel de motivación y la capacidad de una persona para acceder, entender y utilizar la información de forma que le permita promover y mantener una buena salud” (Promoción de la Salud Glosario Organización Mundial de la Salud Ginebra, 1998).

El nivel de educación no es un indicador definitivo de la alfabetización en salud

El interés de la alfabetización en salud no es solo que la persona entienda la información que le da el profesional sanitario o que le llega, sino que implica también saber identificar la información que realmente es apropiada y veraz, interpretar y juzgar esta información y ser capaz de aplicarla en función de sus circunstancias y sus necesidades personales. Lo que está claramente demostrado es que en la medida en que las personas incrementan el control sobre su propia salud, su salud mejora, por lo que la alfabetización en salud se puede considerar un determinante de la salud (Sørensen et al., 2015) (Juvinyà-Canal et al., 2018).

La investigación en este tema ha demostrado que el nivel de alfabetización en salud de las personas afecta a su capacidad para acceder a información sobre salud para aprender sobre promoción y prevención, para seguir los tratamientos, hablar de temas de salud con otras personas y para tomar decisiones en su vida habitual (Juvinyà-Canal et al., 2018). El nivel de AS ha demostrado ser un factor explicativo y causal de la capacidad de los pacientes para llevar a cabo sus autocuidados y seguir su régimen terapéutico (Moser et al., 2015) (Navarro- Rubio et al., 2016) al comprender o no las explicaciones recibidas de manos de los profesionales de la salud (Macabasco-O’Connell et al., 2011).

El bajo nivel en alfabetización en salud se asocia con una falta de comprensión de conceptos y con ello una peor gestión de la enfermedad y de sus actividades de autocuidado, también con un menor uso de medidas preventivas, errores en el cumplimiento del tratamiento y dificultad para entender consejos de salud. Esto lleva aparejado mayor morbimortalidad, peores resultados en salud y con ello mayor coste social y económico. De hecho, está demostrado que las personas con un bajo nivel de alfabetización en salud tienen el doble de probabilidades de ser hospitalizadas o requerir mayores servicios de atención a la salud que los pacientes con una mayor AS. La AS inadecuada es un factor de riesgo de reingresos y/o de mortalidad en la población rural con enfermedades como la insuficiencia cardiaca (Moser et al., 2015). Sin embargo, un buen nivel de AS se asocia a beneficios como menores tasas de hospitalización o un uso más reducido de los servicios sanitarios y de urgencias (U.S. Department of Health and Human Services. Office of Disease Prevention and Health Promotion, n.d.).

Preocupante resulta conocer la realidad de la población en cuanto al nivel de AS. En 2003 se llevó a cabo un estudio en Estados Unidos para medir su nivel de AS que reveló que el 35 por ciento de la población tenía un nivel básico o por debajo de lo básico, lo que significa que no podían leer o escuchar y entender educación para la salud básica, información o instrucciones dadas por los profesionales de la salud y por tanto seguirla en su vida diaria. Solo el 12 por ciento de los adultos tenían un suficiente nivel de alfabetización para el desarrollo de tareas complejas relacionada con el autocuidado, como podría ser el cálculo de la dosis de insulina según la ingesta realizada. Preocupados con este tema, en 2010 se realizó un estudio similar a nivel europeo sobre una muestra

de más de 26.000 personas, utilizando el cuestionario HLS-EU-Q que demostró un nivel de alfabetización en salud problemático en el 35,2 por ciento de la población y circunscrito a la población española del 50,8 por ciento, datos muy preocupantes ya que este nivel significa que tienen dificultades para la interpretación del significado de la información de salud y de los cuidados, y también para identificar cuándo es necesaria la asistencia sanitaria (Sørensen et al., 2015).

La investigación ha demostrado también que la alfabetización en salud tiene un impacto directo sobre los pacientes crónicos y de edad más avanzada (Sørensen et al., 2015) y que su nivel de AS presenta niveles más bajos que poblaciones más jóvenes, posiblemente por la pérdida de habilidades cognitivas asociadas al envejecimiento y que son necesarias para el procesamiento de la información. La relación entre el nivel de la alfabetización en salud y la edad, significa que la habilidad para entender la información que la persona necesita para la toma de decisiones sobre su propia salud, empeora con el envejecimiento o con procesos que interfieren sobre las funciones cognitivas de la persona. Los pacientes con mayor edad presentan niveles más bajos de alfabetización en salud (Santesmases-Masana et al., 2017) y reportan menos habilidades de eSalud (Vicente & Madden, 2017).

También se ha demostrado que la población con un menor nivel educativo presenta una mayor dificultad para comprender la información necesaria para logar un adecuado manejo de su proceso de salud/enfermedad (Sørensen et al., 2015) (Pelayo Alonso et al., 2017) (Santesmases-Masana et al., 2017). La alfabetización en salud es mayor en las personas con más nivel educativo en todos los países que participaron en la encuesta europea sobre AS (Sørensen et al., 2015). Sin embargo, el nivel de educación no es un indicador definitivo de la alfabetización en salud.

Como profesionales de la salud tenemos la responsabilidad de conocer este nuevo determinante de la salud, tomar conciencia de él e implementar aquellas medidas, que también la investigación ha demostrado que mejoran significativamente la identificación, el acceso, la comprensión, la interpretación y la aplicación de toda la información que reciben las personas sobre salud.

En un próximo número, analizaremos aquellas medidas necesarias para disminuir este bajo nivel de AS de la población.

Bibliografía:

Juvinyà-Canal, D., Bertran-Noguer, C., Suñer-Soler, R., Juvinyà-Canal, D., Bertran-Noguer, C., & Suñer-Soler, R. (2018). Alfabetización para la salud, más que información. Gaceta Sanitaria, 32(1), 8–10. https://doi.org/10.1016/j.gaceta.2017.07.005

Macabasco-O’Connell, A., DeWalt, D. A., Broucksou, K. A., Hawk, V., Baker, D. W., Schillinger, D., … Pignone, M. (2011). Relationship Between Literacy, Knowledge, Self-Care Behaviors, and Heart Failure-Related Quality of Life Among Patients With Heart Failure. Journal of General Internal Medicine, 26(9), 979–986. https://doi. org/10.1007/s11606-011-1668-y

Moser, D. K., Robinson, S., Biddle, M. J., Pelter, M. M., Nesbitt, T. S., Southard, J., … Dracup, K. (2015). Health Literacy Predicts Morbidity and Mortality in Rural Patients With Heart Failure. Journal of Cardiac Failure, 21(8), 612–618. https://doi.org/10.1016/j.cardfail. 2015.04.004

Navarro-Rubio, M. D., Rudd, R., Rosenfeld, L., & Arrighi, E. (2016). Alfabetización en salud: implicación en el sistema sanitario. Medicina Clínica, 147(4), 171–175. https://doi.org/10.1016/j.medcli. 2016.02.010

Pelayo Alonso, R., Martínez Álvarez, P., Merino García, S., Labrador Pérez, A., Sánchez Cano, S., Cobo Sánchez, J. L., … Cobo Sánchez, J. L. (2017). Análisis del nivel de alfabetización en salud, en pacientes con insuficiencia renal crónica en hemodiálisis. Enfermería Nefrológica, 20(3), 221–226. https://doi.org/10.4321/s2254- 28842017000300004

Promoción de la Salud Glosario Organización Mundial de la Salud Ginebra. (1998). Ginebra.

Santesmases-Masana, R., González-de Paz, L., Real, J., Borràs-Santos, A., Sisó-Almirall, A., & Navarro-Rubio, M. D. (2017). Alfabetización en salud en pacientes con insuficiencia cardiaca atendidos

en atención primaria. Atención Primaria, 49(1), 28–34. https://doi.org/10.1016/J.APRIM.2016.03.003

Sørensen, K., Pelikan, J. M., Röthlin, F., Ganahl, K., Slonska, Z., Doyle, G., … HLS-EU Consortium. (2015). Health literacy in Europe: comparative results of the European health literacy survey (HLSEU). The European Journal of Public Health, 25(6), 1053–1058. https://doi.org/10.1093/eurpub/ckv043

U.S. Department of Health and Human Services. Office of Disease Prevention and Health Promotion. (n.d.). Quick Guide to Health Literacy.

Vicente, M. R., & Madden, G. (2017). Assessing eHealth skills across Europeans. Health Policy and Technology, 6(2), 161–168.

https://doi.org/10.1016/J.HLPT.2017.04.001