La etiología exacta de la artrosis no es totalmente conocida, considerándose un origen generalmente multifactorial, observándose tanto factores degenerativos mecánicos y bioquímicos, que afectan al cartílago, al hueso subcondral, al tejido sinovial, la cápsula articular y los tejidos blandos periarticulares. De hecho, es llamada muy apropiadamente por los anglosajones “osteoartritis”, pues la membrana sinovial desarrolla una respuesta inflamatoria crónica de baja intensidad, que contribuye a la degeneración articular y la sintomatología de la enfermedad, provocando dolor, rigidez, deformación y un importante deterioro de la calidad de vida.

El arsenal terapéutico disponible para la artrosis es limitado y, en sentido estricto, ninguno es curativo. Los tratamientos incluyen analgésicos y antiinflamatorios para el control del dolor, fármacos condroprotectores para preservar el cartílago y terapias biológicas. En casos avanzados, puede ser necesario el remplazo articular con una prótesis, aunque generalmente se prefiere una estrategia conservadora, reservando esta cirugía invasiva como última opción.

La radioterapia como tratamiento del cáncer está muy consolidada. Se administra en dosis elevadas para destruir las células cancerosas al dañar su ADN irreparablemente, impidiendo su división y provocando su muerte, lo que reduce el tamaño del tumor. La dosis se mide en Grays (Gy), que es la energía absorbida por unidad de masa, siendo la dosis total variable, según la intención, el paciente y el propio caso, pudiendo llegar en oncología a los 60-80 Gy, administrados en sesiones sucesivas de forma ambulatoria. Esta radiación puede causar efectos secundarios locales en tejidos colindantes o de carácter general, como astenia, náuseas, y úlceras bucales, entre otros.

En cambio, la radioterapia de baja intensidad (décima parte que en tratamientos oncológicos), con dosis de 3-6 Gy (1 Gy por sesión), comparable a la radiología diagnóstica, reduce eficazmente la inflamación al disminuir la vasodilatación, el edema y la infiltración leucocitaria. Aunque no actúa sobre los mecanismos fisiopatológicos de la enfermedad, ha demostrado reducir significativamente el dolor en artrosis de rodilla, hombro y manos, así como en patologías como rizartrosis, epicondilitis, bursitis trocantérea, tendinopatías, fascitis plantar, y cicatrices queloides, con tasas de mejoría del 70 – 80 %. Además, presenta una toxicidad prácticamente nula y se administra en sesiones de 15 minutos, de forma ambulatoria, sin dolor ni necesidad de procedimientos invasivos, sedación, ayuno o seguimiento estricto, lo que minimiza su impacto en la rutina del paciente.

‘Dada su eficacia, seguridad y evidencia, podría ser una terapia que beneficiaría a un amplio perfil de pacientes, sin embargo, hay numerosas barreras que lo limitan, destacando la escasez de este medio en España’

Este tratamiento es personalizado y multidisciplinar, partiendo de la consulta del médico responsable (reumatólogo, traumatólogos, etc.) que remite el caso al especialista en radioterapia, quien cita al paciente para hacer una simulación mediante TAC de la zona afectada y diseña un plan de intervención con protección de áreas colindantes. Durante el tratamiento, el paciente recibe radiación mediante un acelerador lineal que aplica un haz de rayos X de manera muy concentrada en varias sesiones. El efecto no se aprecia de inmediato, siendo preciso dar un periodo de observación, se evalúan la evolución para determinar si es necesario repetir el procedimiento según la situación y expectativas de mejoría.

Este tratamiento podría ser muy amplio, no siendo un factor determinante la edad, al ser apta para mayores y jóvenes.

A pesar de su eficacia y seguridad, con una amplia evidencia publicada, el acceso a esta técnica en España es muy limitado. A diferencia de Alemania y Reino Unido, donde su uso está más extendido. En España existen barreras a esta técnica que limitan su empleo, como el estigma asociado al temor de incrementar el riesgo de cáncer radioinducido, la posible afectación de tejidos próximos, el desconocimiento médico y falta de prescripción, el coste y la saturación del servicio.

A pesar del impacto económico de la artrosis, que en España está próximo a los 5.000 millones de euros anuales (aproximadamente el 0,5% del PIB español), los pacientes a menudo se sienten infravalorados y desatendidos.

La instalación de un acelerador lineal es ciertamente costosa, lo que limita su disponibilidad, priorizándose su uso en pacientes con patologías malignas y generando largas listas de espera para enfermedades consideradas benignas como las osteoarticulares. Esta situación afecta tanto al sector público como al privado, donde, además, la mayoría de los seguros de salud no cubren este tratamiento dentro de sus pólizas, obligando a los pacientes a asumir un coste que puede resultar muy elevado.

Por todo ello, la radioterapia de baja intensidad suele reservarse para pacientes que no han respondido a tratamientos farmacológicos o fisioterapia, para pacientes pluripatológicos y polimedicados, y como recurso previo al recambio protésico de la articulación dañada.

Desde OAFI seguimos trabajando para mejorar el abordaje y la calidad de vida de todas las personas que sufren patologías osteoarticulares. Si deseas más información sobre salud articular, nuestra organización, participar en nuestros proyectos, o necesitas ayuda, no dudes en contactarnos. Estamos a tu disposición en España: OAFI (Osteoarthritis Foundation International) https://www.oafifoundation.com/, con sede en Barcelona, c/ Tuset, 19· 3º 2ª; teléfono: 931 594 015 y correo electrónico: info@oafifoundation.com

Paki Bachiller López, Técnico de radiodiagnóstico en el Servicio de Radiología del Hospital General Universitario Gregorio Marañón (Madrid); y colaboradora de OAFI (Osteoarthritis Foundation International).

Otros autores: José Luis Baquero Úbeda; Josep Vergés Milano; Nina Martínez Fernández; y Daniel Baquero Zazo.