La prevención se ha asociado habitualmente con los objetivos de mantener y mejorar la salud, pero en este artículo abogamos por la idea de que también puede promover el cambio social en la medida que fomenta la autonomía y la emancipación frente diversas formas de dependencias. Los principales medios para conseguir esos fines son psicológicos y psicosociales.
En la prevención de las adicciones, entre las que se incluyen las drogas ilegales, el alcohol, el tabaco, los psicofármacos, los juegos y otras adicciones sin sustancias y determinadas dependencias emocionales, influyen factores biológicos, psicológicos y sociales. Pero, así como los tratamientos más generalizados son de carácter farmacológico, con mayor o menor apoyo psicológico, en prevención las alternativas hegemónicas son psicológicas, psicopedagógicas y psicosociales. Y lo seguirán siendo mientras no se descubra algún fármaco capaz de modificar los factores genéticos que se supone predisponen a la adicción.
Durante los primeros años de vida es necesario establecer un vínculo seguro y confiable con el bebé, para que pueda desarrollarse fuerte y sano. Cuando los cuidadores se muestran sensibles a sus necesidades y favorecen la expresión de las emociones, fomentan la autoestima, la autonomía y la confianza. Es lo que la psicología denomina un apego seguro.
Cuando los chicos y chicas crecen necesitan un estilo educativo basado en el apoyo y el control, o lo que es lo mismo, que se les quiera incondicionalmente y se les premie y castigue condicionalmente. Las reglas que determinan la aprobación y desaprobación deben ser claras y predecibles.
‘Los jóvenes adultos necesitan medios que les permitan emanciparse de manera sana y eficaz’
El apoyo sin control da lugar a niños y niñas que creen tener derecho a todo y muestran dificultades para adaptarse a las contrariedades de la vida cotidiana. El control sin apoyo puede inducir un tipo de personalidad rígida y normativa que se adapte bien a las relaciones basadas en la obediencia y la autoridad, pero no a otras. La falta de apoyo y de control tiene consecuencias más graves sobre la regulación del estado de ánimo y de la conducta. Cada una de estas combinaciones deficitarias entrañan diferentes riesgos de consumo y adicción. La psicología denomina el estilo educativo basado en el apoyo y el control como educación reforzadora, considerándola como una de las bases más sólidas de la prevención.
Durante la preadolescencia y la adolescencia, la Piscología propone la adquisición de habilidades socioemocionales que refuerzan el desarrollo pleno de la persona y le ayudan a lidiar con las presiones que en esas etapas puede ejercer el grupo de iguales, así como a gestionar las contradicciones que pueden surgir entre las normas de ese grupo, las propias y las de la familia.
Los jóvenes adultos necesitan medios que les permitan emanciparse de manera sana y eficaz.
No cabe duda de que el actual mercado de trabajo, la falta de ayudas para la vivienda, para la formación y el empleo juvenil, lo convierte en una tarea muy difícil. Existe un elemento añadido que dificulta aún más cosas. Se trata del modelo de dependencia familiar como patrón de relación para enfrentarse al mundo, cuya superación se convierte en una tarea con componentes psicológicos, pedagógicos y sociales. La psicología ofrece alternativas psicoeducativas para alcanzar el grado óptimo de autonomía personal que es una condición necesaria de una emancipación satisfactoria.
Si miramos el desarrollo de la persona como un camino que va de la total dependencia biológica, psicológica y social hasta la autonomía y la emancipación, podemos sacar algunas conclusiones:
La psicología aporta el mayor conjunto de conocimientos, técnicas y herramientas para cumplir satisfactoriamente ese objetivo.
Al considerar la prevención como un modo de fomentar la autonomía, la emancipación y la superación de dependencias descubrimos su enorme potencial de cambio social.
Por último, conviene no perder de vista que la promoción de la autonomía debe llevarse a cabo en un marco de empatía y solidaridad. La autonomía sin empatía y la autosuficiencia sin solidaridad, configuran otro tipo de riesgo en una sociedad fuertemente competitiva e individualista como la actual.