No puede ser que, al comienzo de la segunda ola de la pandemia y a los ocho meses de la declaración del estado de alarma, estemos todavía fallando estrepitosamente en las más elementales medidas de control de la COVID-19, como son potenciar la Atención Primaria, tener un número adecuado de rastreadores, controlar las fronteras y tantas otras que señalan los expertos como causas bien conocidas de esta nueva expansión descontrolada del virus.
Pero claro, vemos que quienes deberían estar totalmente concentrados en esta dramática situación han puesto su prioridad en una Ley de Eutanasia para facilitar el último tránsito de su vida a una minoría de personas a las que se les podría ayudar más eficazmente con un buen desarrollo de los cuidados paliativos.
Y esto, en momentos en que el temor de que vuelva a ocurrir el infortunio de los meses de marzo y abril cuando decenas de miles de ancianos fallecieron abandonados en circunstancias que no queremos detallar, sin atención médica de ninguna clase. Más de uno lo denominó erróneamente como una forma de eutanasia, si no fuera porque eutanasia significa buena muerte, lo contrario de lo que ocurrió, muerte indigna.
No voy a entrar en los argumentos, que son ciertos, de que se trata de ley ideológica, de que no hay demanda social en la calle, de que la gran mayoría de médicos se opone a ella ya que destruirá la relación médico paciente y va contra los principios hipocráticos y que no se ve la razón de tanta urgencia etcétera. Volveré solo a hablar de prioridades.
La medicina tiene como objetivo curar y cuidar al enfermo. Cuando no se puede curar, habrá que tratar los efectos de la enfermedad, terminal o no, especialmente cuando cursa con dolor, a veces tan intensivo que es insoportable. La solución natural es la de eliminar el sufrimiento, no el enfermo.
En España mueren unas 80.000 personas al año sin recibir cuidados paliativos, aproximadamente un tercio de los que lo necesitan
Los cuidados paliativos tienen esta finalidad. España debe de ser la única nación desarrollada que no cuenta con este tipo de ley, tampoco está reconocida la especialidad y no se han abierto servicios desde hace años. Sin embargo, se calcula que hoy necesitan estos cuidados el 50% de las personas que fallecen en nuestro país. En España mueren unas 80.000 personas al año sin recibir estos cuidados, aproximadamente un tercio de los que lo necesitan. Por el contrario, se especula que la Ley de Eutanasia, aunque solo podría afectar al 1% de la población, es absolutamente necesaria y urgente, incluso en las presentes circunstancias de una pandemia. A algunos este pensamiento les da escalofríos.
Los cuidados paliativos sí que son una prioridad urgente. De nuevo ocupamos un triste puesto 31 entre los países europeos en servicios por habitante. Cuando se recomienda que existan 6 unidades por 100.000 habitantes tenemos solamente 2 unidades, “en el país con la mejor sanidad pública del mundo”, la mitad que Polonia y por debajo de Portugal.
Si queremos mejorar la calidad de vida y mejorar la atención a la mayoría de nuestros pacientes terminales, la alternativa es clara entre eutanasia y cuidados paliativos. La iniciativa verdaderamente progresista son los cuidados paliativos.