Más del 50% se los matrimonios se acaban separando, según estudios. De los cuales, el 97% de los divorcios tiene un nivel alto de conflictividad en parejas con hijos. Estos pueden convertirse en víctimas de la situación.
Expertos de la salud mental aseguran que un divorcio bueno es mejor que un matrimonio malo.
Ser testigos de peleas, resentimiento, dolor, malas caras, tristeza, ausencia de compromiso y sobre todo de amor no es lo más idóneo. Y está demostrado que tiene un gran impacto emocional en los niños.
Es difícil determinar si es el propio divorcio lo que les afecta o una serie de factores sociales que acompañan frecuentemente a la separación de las parejas.
¿Cómo afecta el conflicto entre padre e hijos?
Es normal que los padres a veces estén en desacuerdo, sin embargo, los altos niveles de conflicto y animosidad entre ellos colocan a los niños en un mayor riesgo de desarrollar problemas emocionales, sociales y de comportamiento, además de tener dificultades de concentración y rendimiento educativo.
Los conflictos o peleas frecuentes e intensas entre los padres tienen un impacto negativo en la sensación de seguridad de los hijos, lo que afecta a sus relaciones familiares y sociales. Los conflictos entre los padres que se centran específicamente en cuestiones relacionadas con los hijos también están vinculados a problemas de adaptación, en particular cuando hacen que los hijos se culpen a sí mismos por los problemas de sus padres.
Se ha descubierto que una «crianza de buena calidad», es decir, una crianza que proporciona estructura, calidez, apoyo emocional y refuerzo positivo, reduce el impacto de los conflictos entre los padres.
¿Cuál es la diferencia entre un alto nivel de conflicto parenteral y violencia familiar?
La diferencia fundamental entre el conflicto parental y la violencia familiar es el uso del poder y el control.
La violencia familiar implica un patrón intencional de comportamiento coercitivo con el fin de ejercer poder y control sobre uno o más miembros de una familia. Incluyen la violencia de diferentes formas, entre ellas violencia física, psicológica/emocional, sexual, financiera o cultural y religiosa. Crecer en un entorno en el que se perpetra violencia familiar puede tener un profundo impacto en la vida de un niño. Además de los riesgos de daño físico, la violencia familiar puede afectar el bienestar de un niño en diversas áreas (conductual, emocional, social, educativo y de desarrollo).
El conflicto parental implica desacuerdos sobre la crianza de los hijos en los que ninguno de los padres tiene un poder absoluto sobre el otro y ninguno de los padres siente temor por su seguridad o bienestar como resultado de la conducta del otro padre.
¿Qué pasa después de que los padres se separan?
La separación de los padres a menudo conduce inicialmente a un aumento del conflicto y la ira entre los padres, aunque para algunas familias el nivel de conflicto se reduce cuando los padres no se ven regularmente.
El nivel de conflicto entre los padres suele reducirse significativamente en los dos o tres primeros años tras la separación, pero en un pequeño número de familias separadas el conflicto se mantiene durante muchos años después. Desafortunadamente, en el caso de algunos niños, los padres siguen estando en una situación de conflicto intenso durante toda su infancia.
Se ha comprobado que el tipo de conflicto posterior a la separación que tiene el efecto más perjudicial sobre los niños es el que se produce cuando los padres utilizan a sus hijos para expresar su ira y hostilidad. Los niños que se ven envueltos en una disputa entre sus padres (ya sea por uno de ellos) tienen más probabilidades de estar enojados, estresados, deprimidos o ansiosos y tienen peores relaciones con sus padres que los niños que no son utilizados de esta manera.
Algunos ejemplos de conductas de alto conflicto posteriores a la separación que se han identificado como perjudiciales para los niños incluyen:
Pedir a los niños que transmitan mensajes hostiles al otro padre.
Hacerles a los niños preguntas intrusivas sobre el otro padre.
Degradar o menospreciar al otro padre en presencia del/los niños
Pedirle al niño/a que oculte información al otro padre, y haciendo que el niño sienta que necesita ocultar sentimientos positivos hacia el otro padre.
¿Qué factores interfieren después de un divorcio/separación?
Pérdida de poder adquisitivo. Cuando la familia vive junta, se ahorran una serie de gastos que por lo general se comparten. La separación conlleva una pérdida de poder adquisitivo.
El cambio de casa, colegio y amigos. Pueden tener que cambiar de colegio, o de lugar de residencia. El impacto que tiene este factor en el desarrollo y ajuste social del niño es un aspecto relevante. Hay familias que para que sus hijos no tengan que sufrir esta serie de cambios, lo que hacen es que sean los hijos los que vivan siempre en la misma casa y los padres los que se turnen para estar con ellos.
La convivencia forzada con un padre o un miembro de la familia. No siempre la elección del padre con el que se convive es la que los hijos quieren.
La disminución de la acción del padre con el que no se convive. El padre que no está permanentemente con sus hijos deja de ejercer una influencia constante. Y puede costar plantearse tratar de modificar o regañar a sus hijos por comportamientos que no le gustan, simplemente porque van a verles solo los fines de semana que le toca visita.
La introducción de nuevas parejas. Es un factor que influye en la adaptación de los hijos y tiene un efecto en la relación padre/hijo. Es posible que los hijos piensen que se esté sustituyendo al padre o madre que no está.
Un error muy habitual por parte de los padres es pensar que los niños permanecen emocionalmente ajenos al conflicto entre los adultos, y, por lo tanto, psicológicamente no les va a afectar.
Conclusión
El divorcio puede tener muchos efectos en los niños, como el aislamiento social, problemas de apego, problemas de conducta, tristeza, confusión, miedo al abandono, culpa, conceptos erróneos, ira, conflictos de lealtad, preocupación y dolor. Los hijos de padres divorciados también corren un mayor riesgo de sufrir trastornos de salud mental, como ansiedad y depresión, dificultades en las relaciones interpersonales y consecuencias no deseadas para la salud en la edad adulta. Sin embargo, hay varias formas en las que los padres pueden responder mejor para ayudar a mediar el impacto del divorcio y apoyar a sus hijos durante todo el proceso.
Si estos padres fuesen conscientes de lo devastadoras que pueden ser las discusiones y muchas de las situaciones que viven (o los comentarios que escuchan), estoy segura de que les evitarían ese trago tan amargo. Una cosa es que un niño no intervenga o calle, pero otra, bien distinta, es que eso no le afecte.
El conflicto constante erosiona la crianza eficaz, lo que a su vez contribuye a los problemas emocionales y de conducta de los niños.
Los niños necesitan la oportunidad de expresarse y ser escuchados, naturalmente, cada uno de ellos lo hace de forma diferente. Los niños propensos a los cambios de humor pueden retraerse o ponerse muy tristes o enojados a veces. Otros niños que son más activos e impulsivos pueden enojarse fácilmente o comportarse de forma inapropiada. Puede resultar difícil para los padres que están lidiando con su propia tristeza o enojo brindarle a su hijo el apoyo que necesita.
Estar ahí para ellos es lo mejor que pueden hacer, y permitir que otros adultos también estén, es la mejor manera de minimizar la posibilidad de que el divorcio se vuelva traumático.
La forma en que los padres manejan sus propias emociones tras poner fin a su matrimonio y como crean una nueva forma de vida marca una gran diferencia para sus hijos. Es imperativo que los padres aprendan a controlar los conflictos que son verbal o físicamente hostiles, frecuentes, intensos o centrados en los niños, este tipo de conflictos son los más dañinos para ellos. La exposición a la violencia doméstica y al comportamiento abusivo es especialmente tóxico para los niños. La crianza responsable incluye un comportamiento respetuoso hacia el otro padre.
Una crianza eficaz que abarque tanto la calidez como la disciplina, el desarrollo de relaciones positivas entre padres e hijos y la gestión de conflictos son los tres factores más importantes para proteger a los niños. Desarrollar la capacidad de escuchar las emociones ocultas de los niños y ayudarlos a articular sus sentimientos es la base de la capacidad de los padres para ser padres eficaces y desarrollar relaciones sólidas.
Muchos niños se han beneficiado del amor constante de sus padres y de su determinación de ponerlos en primer lugar, por encima de su propio dolor y de sus noches de insomnio. Pero aún quedan grandes desafíos, en los divorcios o separaciones donde predomina en el tiempo el rencor, odio, resentimiento, animadversión, inquina, encono, la aversión por el otro padre sin dejar ver quien es la principal víctima de eses sentimientos negativos, y a la cual le hacemos el mayor daño no solo en el presente sino también en el futuro, quedando una cicatriz que permanecerá en el tiempo.