En los años 80, las drogas se encontraban entre las primeras preocupaciones de los españoles, junto al paro y al terrorismo. Hoy, las adicciones parecen no importarle a nadie, pero ¿es realmente así?
No exactamente. Lo que ha ocurrido es que cuando hace tres décadas se preguntaba a los ciudadanos sobre las drogas, contestaban pensando exclusivamente en los problemas originados por la heroína, y hoy, no sabemos exactamente a qué contestan cuando se les pregunta por las adicciones.
Por esa razón, la Unidad de Prevención Social de la Diputación de Huelva en colaboración con la Universidad de Huelva, ha promovido un estudio cualitativo sobre la percepción de riesgos asociados a las adicciones en la provincia (http://www.diphuelva.es/agenda/UNIDAD-DE-PREVENCION-SOCIAL/).
Se organizaron 7 grupos de discusión, de entre 8 y 10 participantes cada uno. Cinco estuvieron compuestos por ciudadanos (distribuidos por comarcas), uno por técnicos de prevención y uno por políticos locales.
Los grupos debatieron durante 90 minutos sobre adicciones como una enfermedad física y psicoemocional que crea una dependencia o necesidad hacia una sustancia, actividad o relación (OMS).
Una primera constatación fue que ninguno de los grupos manifestó dificultades para identificar las sustancias legales e ilegales (incluidos ansiolíticos), las tecnologías de la información y la comunicación, los juegos y las dependencias emocionales como objeto de adicción. Por orden de importancia los grupos señalaron el alcohol, el tabaco, el juego, el teléfono móvil, los psicofármacos, la cocaína y la dependencia emocional.
Un aspecto que destacaron todos los grupos fue la importancia de la educación y el ejemplo en la familia, ya que muchos de los malos usos se aprenden en familia (uso del móvil, consumo de alcohol y tabaco, ansiolíticos); otro, que todos estamos inmersos en un modelo consumista que favorece los comportamientos adictivos.
Respecto a drogas legales como el alcohol expresaron su preocupación por la enorme permisividad con el consumo infantil (y por la necesidad de una ley como la del tabaco); respecto a las ilegales manifestaron su preocupación por la impunidad con la que se trafica en la calle -se mencionó el fenómeno de «la telecocaína» durante el confinamiento-, así como por la imagen de éxito social que lucen algunos narcos locales entre los mas jóvenes. De los ansiolíticos dijeron que «se recetan como pipas».
Algunos grupos destacaron la estigmatización que pesa sobre las mujeres adictas y cómo las mujeres son víctimas de acoso y agresiones en contextos de fiesta y consumo de sustancias.
El análisis global del estudio, lleva a pensar que cuando se contempla en conjunto las adicciones dejan de verse como un problema que afecta a determinados colectivos para percibirse como un fenómeno que afecta a la salud y al bienestar de todos. Una percepción que se ve incrementada cuando sabemos que la edad de inicio de muchas de ellas está en torno a los 14 años y que otras muchas afectan a personas mayores de 65 que están fuera de las encuestas.
Desde este punto de vista, las adicciones representan uno de los principales problemas que influyen en nuestra salud mental, física y social.
Al finalizar los grupos no se pidió a los participantes que ubicaran las adicciones en la escala de sus preocupaciones, pero era evidente que no las situaban al final de la lista.
Si el estudio de Huelva refleja de alguna manera el sentir de otros ciudadanos de nuestro país, habría que plantearse cambiar la forma de mirar el fenómeno, de nombrarlo y de estudiarlo en la opinión pública. Y reconocer que el mayor problema que plantea su prevención no es de índole sanitario, sino cultural: una sociedad que considera el consumismo y los comportamientos adictivos como una parte más de su estilo de vida.