Inquietud y compromiso son reflejos palpitantes de nuestro tiempo, un mundo agitado y en crisis en el que vivimos actualmente, que se manifiesta en una crisis de valores básicos para la comedia humana que viene dificultando la construcción de nuestra sociedad civil, tan necesitada por los ciudadanos.
En el ámbito internacional estamos cruzando un proceso evolutivo lleno de incertidumbres que está inquietando de una manera clara a este mundo globalizado que nos ha tocado vivir. La inquietud ha de ser honrada, mostrada día a día en la vida de cada persona, en su profesión y en todo quehacer cotidiano, basada en la justicia y solidaridad, no en la intolerancia que generaciones futuras nos reprocharían.
Si escudriñamos la historia de una forma general, veremos que sus grandes cambios han sido casi siempre debidos a personas emprendedoras y muchas veces a cerebros que se han adelantado a su época, como fue el caso de Manuel Azaña. El emprendedor ha buscado siempre abrirse camino a través de no pocas dificultades y prejuicios del momento, ha sido fiel a sus ideas de abrirse camino en la sociedad. En este apartado pueden alinearse muchas personas con una personalidad indudablemente clara y fuerte. Alejandro Magno, el emperador Napoleón y los que hicieron posible los viajes y descubrimiento del Nuevo Mundo: Colón, Magallanes, el Cano, etcétera, fueron unos hombres emprendedores que hicieron cambiar el panorama europeo incluso marcar una nueva era histórica.
Al hilo del pensamiento constructivo, podrían citarse los intelectuales franceses como Proust, Mauriac, Marcel, Teilhard de Chardin o en Alemania, Humboldt o en España, Unamuno, Ortega y Gasset. Lo mismo se diga de otros personajes que se opusieron a una situación concreta de la sociedad, pero no gritando abiertamente, sino con el testimonio de sus vidas llenas de tolerancia, supliendo los defectos grandes o pequeños del ambiente en que les tocó vivir. Fueron perseverantes en sus compromisos, consecuentes con unos principios e ideas, defendiéndolos con una fortaleza inquebrantable.
El compromiso ha de partir de una reflexión surgida de los defectos y aciertos de lo que nos rodea y del propio criterio. Es decir, poner en tela de juicio, honradamente, las situaciones sociales circundantes en cuanto a su validez y con buen ingrediente de respeto, con desapego de los propios criterios, para el bien de todos.
Necesitamos formar líderes inquietos capaces de dirigir la sociedad civil, para conseguir su vertebración y conseguir una vertebración con planteamientos disruptivos que lleven a cabo la “gobernabilidad de la incertidumbre” para afrontar el cambio que la sociedad actual necesita, con amplitud de miras y planteamientos realistas e imaginativos y con el debido respeto a la convivencia y a las ideas de todos, base de la democracia.
En paralelo, son necesarios profesionales capaces de hacerlo bien, con un sentido ético y con solidez moral en sus actuaciones, contribuyendo al proceso de humanización que nuestra sociedad viene demandando, donde la persona sea el centro de todas las actuaciones, sin olvidar que estamos inmersos en la era de la revolución digital.
Finalmente, hay que tener presente que el desarrollo disruptivo que necesitamos para regenerar el tejido social no es pasividad, sino que supone afrontar situaciones arriesgadas y progresistas. Cada persona debe reflexionar sobre cuál debe ser su postura de inquietud y compromiso ante el mundo de nuestro tiempo en el que estamos inmersos para cristalizar positivamente los cambios que se nos avecinan, basados en una sociedad de valores cuyos cimientos básicos se asienten en el respeto de los Derechos Humanos, el desarrollo integral de la persona bajo los auspicios de la tolerancia, solidaridad e igualdad, así como en valores éticos y morales, que contribuyan directamente al progreso de la humanidad.