La semana pasada, la ministra Mónica García nos comunicó la universalidad de la sanidad en nuestro país. Sin darle muchas vueltas a la cabeza, la idea me parece estupenda, es más, ¿quién puede estar en contra de poder dar asistencia sanitaria a todo el que lo necesite? Somos personas, con sentimientos, corazón y humanidad.
Pero, siempre hay peros, tenemos un problema o, más bien, tenemos muchos problemas. La presión asistencial, la falta de recursos y la situación actual de nuestro sistema nacional de salud hacen que, después de estas declaraciones, me surjan muchas dudas. Si la universalidad se tiene que soportar con los presupuestos actuales, lejos de alegrarme y entender la buena fe de esta decisión, me quedo muy preocupado y no entiendo el porqué de este anuncio.
No quiero repetir algo que todos conocemos, pero la falta de médicos y enfermeras, las listas de espera que llegan a los 6 millones, las dificultades de acceso a los medicamentos innovadores, la enorme crisis que tenemos en atención primaria, etcétera, etcétera.
‘¿Con qué recursos vamos a contar para esa universalidad?’
¿Con qué recursos vamos a contar para esa universalidad? Así que lo que inicialmente me parecía una buena idea ya no me lo parece tanto, y tengo la sensación de que todo esto es más de lo mismo: mucho discurso y declaraciones, pero luego seguimos como siempre o peor.
Una sanidad pública cada vez más deteriorada y una sanidad privada que empieza a tener esa presión asistencial que les llega de la pública. Al final, aunque es algo muy usado y ya nadie se lo cree, necesitamos llegar a ese acuerdo, pacto o como se le quiera llamar, para nuestro SNS.
Soy un firme defensor del fortalecimiento de la relación público-privada y de dar voz a los profesionales de la sanidad para establecer un gran plan nacional de sanidad en España. No, no se me olvida, por supuesto, ahí también deben estar los representantes de los pacientes. Y si queremos implantar la universalidad, necesitaremos dotar a nuestro SNS de los medios y recursos necesarios, tanto materiales como humanos.
Solo de esta forma, este tipo de declaraciones o decisiones serán factibles y reales, porque todo lo demás es pura demagogia o, lo que es peor, los ciudadanos y los pacientes crónicos sufrirán una atención cada vez peor, empeorando su calidad de vida y haciendo más ineficiente el sistema, y, por consiguiente, más caro.