Que el ambiente afecta al comportamiento de las personas, aunque muchas veces no seamos conscientes de esta influencia, es un hecho demostrado. Por ejemplo, la falta de luz natural durante varios meses al año en algunos lugares puede producir depresión en la población general. También ocurre con otros aspectos relacionados con la contaminación física, química o biológica del aire, el agua o la tierra, que pueden ser altamente nocivas para nuestro sistema nervioso central.
Es por ello, por lo que la psicología ambiental -que analiza la interrelación entre las personas y los ambientes naturales o contextos sociales- adquiere un papel fundamental en la mejora de la sociedad, con el fin de identificar problemas en los entornos físicos donde cohabitan los seres humanos.
¿Qué tipo de problemas? ¿Qué tipo de entornos?
Nos pasamos un tiempo más que considerable en entornos laborales. ¿Qué podemos hacer en estos contextos? Podemos ventilar el entorno varias veces al día, aprovechar la luz solar siempre que se pueda y evitar los diferentes tipos de contaminaciones, así como aprovechar la luz solar natural siempre que sea posible, y es que esta nos ayuda en la producción de serotonina, un neurotransmisor que nos permite experimentar la sensación de bienestar, clave para la “felicidad”.
‘La psicología ambiental adquiere un papel fundamental en la mejora de la sociedad’
Necesitamos incluir la ergonomía, esencial para la prevención de riesgos laborales, con el fin de lograr una óptima calidad de vida en estos lugares.
En relación con el teletrabajo, desde la psicología ambiental es importante establecer límites claros en la vivienda – delimitar claramente nuestra esfera privada de la esfera laboral.
Otro aspecto que considerar es la contaminación visual, que podemos evitar no acumulando enseres que no necesitamos o acústica, que podemos minimizar bajando el volumen de la música o no pegando martillazos si no es necesario. Otro tipo de contaminación que podemos evitar es la odorífera, para ello se deberían poner de acuerdo todas las personas convivientes de la casa sobre las fragancias que se emplean, revisar las instalaciones de tuberías, calderas de manera periódica, etc.
Y en las ciudades
Para mejorar las ciudades, cada vez se tiene más en cuenta la psicología medioambiental. Dentro de ella, se estudia la psicología de la arquitectura, que tiene en cuenta la manera de disponer los espacios para que personas de todo tipo puedan sentirse más a gusto en ellos, impulsando con ello también la productividad y aumento del rendimiento. Además, evita algo tan negativo como el hacinamiento en las grandes urbes, endémico en muchas de ellas desde las grandes revoluciones industriales.
Por otro lado, se están construyendo más zonas verdes en los barrios urbanos, la llamada psicología verde. Se ha popularizado la idea del silvicultor urbano Cecil Konijnendijk de la regla 3/30/300 para crear ciudades más saludables. Esta regla supone tener a la vista como mínimo tres árboles, vivir en un barrio con un 30% de cubierta vegetal y estar a menos de 300 metros de un parque”.
También se están empleando materiales de construcción aislantes de exterior cada vez más sostenibles para mejorar la calidad de vida, evitando humedades en las viviendas, lugares de trabajo o ruidos de vehículos. Es importante destacar que, aunque queda mucho por hacer, poco a poco las ciudades están más adaptadas a personas con algún tipo de discapacidad física, psíquica y sensorial. Esto reduce el estrés y facilita la vida a las personas con esta condición y a sus cuidadores.
En definitiva, desde las políticas públicas y desde la iniciativa privada, debemos cuidar el ambiente que tenemos, mejorarlo y aprender a relacionarnos de una manera más eficaz y eficiente con nuestra realidad bio-psico-social. Tierra solo hay una.
Zara Casañ García, Psicóloga sanitaria-Docente universitaria. Directora clínica en Ampersand Psicología & Salud.
zarapsicologia@gmail.com