No es un secreto para nadie que el sector salud es un mercado complejo, volátil y que presenta muchos retos en estos tiempos, sobre todo cuando abordamos temas sobre sostenibilidad y los objetivos 2030.
En efecto, en los hospitales, farmacéuticas, empresas de logística, etc…, se compra, produce/consume y se desperdicia una gran cantidad de insumos y medicamentos, generan un volumen importante de desechos: tóxicos, peligrosos, gases, plásticos, ropa hospitalaria, adquiere equipos biomédicos costosos, alto consumo de energía y agua, emisión de gases, en fin…. Se estima, por ejemplo, que el 30% de la alimentación que producen los hospitales en Europa se pierde, un porcentaje alarmante, porque muy pocos negocios podrían generar utilidades con un margen tan alto de productos comprados, procesados y desperdiciados.
Y todo esto va en aumento, debido a que la demanda de los servicios de salud es cada día mayor en todo el mundo, incremento de la población, los cambios demográficos sobre el envejecimiento de la población, y sus secuelas sobre los sistemas de salud. Por lo que llego a cuestionarme, ¿qué tan difícil sería coexistir entre el sistema de salud actual y la sostenibilidad?
Me atrevería a decir que, en este sector, por estar tan expuesto y demandante, es el primero que debe velar por montarse en el tren de una economía circular. El sentido común indica que, el sector de la salud no puede mantenerse al margen del enfoque holístico, regenerativo y restaurador que orienta el desempeño del sistema que enmarca la famosa y tan mencionada economía circular. Pero ¿cómo se logra eso?
Para poder responder esta pregunta, se debe tener claro el concepto de economía circular, en este sentido el Parlamento Europeo lo define como un “modelo de producción y consumo que implica compartir, alquilar, reutilizar, reparar, renovar y reciclar materiales y productos existentes todas las veces que sea posible para crear un valor añadido. De esta forma, el ciclo de vida de los productos se extiende”. Para otros, como la Fundación Mac Arthur la economía circular es “restaurativa y regenerativa por diseño, y tiene como objetivo mantener los productos, componentes y materiales en su mayor utilidad y valor en todo momento”.
Partiendo de estas dos definiciones, la economía circular es un sistema que se implementa dentro de una organización (sin importar la naturaleza de su objeto social), para poder maximizar el uso de los recursos disponibles, por el mayor tiempo posible, reducir los residuos y promover la reutilización de algunos elementos, alcanzando como resultado optimizar sus recursos bajo un esquema de sostenibilidad y de bajo impacto para nuestro medio ambiente.
En el sector salud pasa lo mismo, cuando un centro de salud o farmacéutica decide alinear estrategias con los Objetivos de Desarrollo Sostenible e implementar un plan de acción con políticas de sustentabilidad, se presume que deben de partir de los siguientes elementos:
Buscar alternativas de aportar más y traer soluciones.
Compromiso con la responsabilidad social y medio ambiental.
Tener acciones concretas, fáciles y prácticas.
Una vez comprendido esto y bajo la tesitura de lo que persigue el sistema de economía circular, recomiendo algunos pasos o fases para que cualquier centro o entidad que participe en el sector salud pueda dar inicio a la implementación de este sistema sin complejidades.
Analizar tu estado actual. Lo primero que debemos de tener en cuenta es cómo estamos, para saber hacia dónde vamos. Se debe hacer un análisis de la situación actual que tiene el centro de salud o entidad farmacéutica para poder ser valoradas, determinar qué acciones sí están funcionando y cuáles no. No se puede establecer ningún objetivo, si desconoces tus cifras o indicadores que en tu actividad incide de manera directa con el medio ambiente y sobre las regulaciones existentes al respecto.
Marcar los objetivos. A partir de saber dónde estamos y de establecer lo que no está funcionando bien, debemos marcar unas metas, que sean razonables, medibles y en un tiempo oportuno. Cuando se hace la alusión a la razonabilidad es que deben de ser objetivos sencillos, que no se complejicen al momento de medirlos ni mucho menos de poder alcanzarlo. Parte del éxito de la implementación de este sistema radica en marcar buenos objetivos.
Diseñar un plan de acción. Esos objetivos solo se lograrán si están acompañados de una serie de actividades que sean permeables a todo el equipo de colaboradores y que busquen como finalidad el cambio de la cultura. Sin cambio de cultura resultará muy cuesta arriba el cumplimiento de los objetivos que nos planteamos anteriormente.
Este plan de acción debe estar diseñado, como lo hemos mencionado, de una forma simple y digerible para los colaboradores, y que este proceso de implementación vaya acompañado de capacitaciones constantes de los que forman parte de ese cambio: colaboradores, pacientes, familiares o usuarios finales.
Evaluación de desempeño. – Es imposible saber cómo estamos si no somos capaces de medir el desempeño de las acciones que se han diseñado, teniendo en cuenta una monitorización constante dentro de los tiempos pautados. A partir de estas evaluaciones, se obtendrán informes que llevarán a las mejoras continuas en este sentido.
Todo lo que se ha comentado en este artículo no es nuevo ni innovador, seguro que ya lo habrás leído, sin embargo, es un recordatorio de que debemos tomar acción y que dichas acciones no resultan ser complicadas de ejecutarlas. Es prioritario adoptar estrategias de gestión responsables, alineadas con la adopción de las herramientas que hoy en día ponen a disposición la tecnología y los modelos de gobernanza multisectorial. El compromiso del sector de la salud con el medio ambiente y la sostenibilidad es innegable, y la incorporación de estos principios de la circularidad a sus estrategias de gestión es un compromiso insoslayable.