Hemos comenzado esta nueva estación con noticias poco halagüeñas relacionadas con la economía y las finanzas, al parecer y según opinan los expertos los datos económicos apuntan a un “enfriamiento” en las previsiones de crecimiento de toda la zona euro lo cual afecta sin duda a nuestro país.

En el horizonte se apuntan grandes acontecimientos e incertidumbres que pueden ser motivo de que no solo nuestros bolsillos sino el propio empleo, y por lo tanto el consumo en general se vean ralentizados. Un estancamiento en las contrataciones o un repunte en el desempleo, sin duda que serían muy malas noticias, especialmente para la sociedad y para el gobierno que salga de las urnas.

Al parecer, según apuntan organismos internacionales de prestigio, la producción económica mundial se va a ver reducida en un 0,8% en el año 2020 lo que indica la relevancia de este aspecto una vez que, sin duda, va a generar pérdidas adicionales en los años venideros. En la zona de influencia del euro, según Eurostat, el PIB en el primer trimestre del año creció un 0,4% y en el segundo un 0,2% lo que apunta a una perspectiva nada optimista para el futuro y así lo ratifican las declaraciones realizadas por la canciller alemana, en el sentido de que la economía global se enfrenta a una desaceleración y la situación, por lo tanto, no barrunta nada bueno.

Sin duda que el Brexit, especialmente si se desarrolla sin acuerdo, la pugna comercial entre Estados Unidos y China que tanto está afectando a Europa, el establecimiento de aranceles, el proteccionismo, las incertidumbres en relación al endeudamiento creciente y progresivo, el precio de la energía y de las materias primas, etcétera, son problemas de enorme calado, en muchos casos de causa política, que según los analistas traerán consecuencias, quizás no como la grave crisis que se inició en el año 2008 que generó un gran impacto en las economías de algunos países incluido el nuestro, pero sí con los efectos de un posible estancamiento generador de incertidumbres y desconfianzas que en nada favorecen el desarrollo ansiado.

En este contexto se producen, sin duda, asimetrías evidentes, territorios donde las previsiones son muy poco optimistas como es el caso de Latinoamérica, especialmente en el caso de Argentina y Brasil, otros ámbitos como África y Oriente Medio donde cada país presenta un perfil distinto a los demás de su entorno geográfico. En relación con los países más desarrollados, según el Banco Mundial su aportación al crecimiento no es tan relevante como debiera (2% de media). Como es de esperar, Estados Unidos lidera el grupo (2,5%) seguido por la Zona Euro (1,6%) y a mayor distancia Japón (0,9%). En relación con los países emergentes, apuntan los expertos a una aportación media del crecimiento del 4,2% con desigualdades y asimetrías evidentes: India (7,5%), China (6,2%), Bangladesh (7%), lo que sitúa a la zona asiática del planeta como el principal impulsor del crecimiento económico del planeta en la actualidad.

Llegados a este punto es obligado mirar a nuestro país y estar muy pendientes del análisis de indicadores directos e indirectos de evolución de nuestra economía, como las cifras y datos que poco a poco van surgiendo en relación al consumo, al empleo, al endeudamiento, el déficit sometido al riesgo del incremento en costes de la financiación motivado por un cambio de ciclo económico, el cambio sociodemográfico progresivo y su efecto en el Estado del Bienestar (pensiones, desempleo, Sanidad, servicios sociales, educación, cultura, vivienda,…), el estancamiento de la productividad y su efecto en la convergencia con otros países de nuestro entorno, la estructura de nuestras exportaciones y del sistema financiero, la fragmentación política, la incertidumbre en algunos territorios especialmente en Cataluña, el tiempo transcurrido con un gobierno en funciones, y unos presupuestos prorrogados entre otros.

Ante un panorama como el que dibujan las informaciones y noticias que surgen de forma constante al respecto, esperemos que quienes han de tomar medidas las tomen pensando no en términos de rédito electoral, sino bajo los parámetros que determina el interés de todo un país que tanto ha hecho y sufrido en la última crisis de la cual todavía se siguen sufriendo sus consecuencias de una forma evidente y especialmente en unos casos más que en otros, con las asimetrías nada deseables que este tipo de situaciones suelen generar, desgraciadamente.

El deseo es que este otoño económico anunciado no se llegue a transformar en un invierno del que sea complicado salir y que prime el interés general sobre el electoral a la hora de plantear e implantar medidas que traten de paliar este escenario preocupante e incierto que dirigentes y expertos vaticinan y proclaman a través de los medios de comunicación.

La utilización de todos los recursos disponibles, independientemente de su titularidad, es clave y el desarrollo de un plan estratégico conjunto en beneficio del ciudadano y de la sociedad se hace imprescindible

Dentro de este contexto económico y social, y centrando el problema en el ámbito de la Sanidad, surgen con más fuerza si cabe cuestiones relacionadas con la viabilidad y sostenibilidad de nuestro sistema público de salud, un modelo que plantea todas las bondades que conocemos pero que motivado por múltiples circunstancias encuentra en su camino problemas de financiación, de renovación e implantación tecnológica estratégica, de demoras en el acceso, de equidad y de cohesión fundamentalmente.

Ante este escenario de presión financiera más que nunca es importante resaltar que el sistema sanitario de titularidad privada promueve un alivio más que notable a la presión en el gasto que supone el incremento imparable de la demanda de los servicios de salud y todo lo que ello conlleva en términos de consultas, pruebas diagnósticas, tratamientos asociados, hostelería relacionada con el ingreso hospitalario, servicios generales de mantenimiento, servicios de transporte sanitario, etcétera.

Es por lo que la utilización de todos los recursos disponibles, independientemente de su titularidad, es clave y el desarrollo de un plan estratégico conjunto en beneficio del ciudadano y de la sociedad se hace imprescindible. Para acometer este reto, los expertos apuntan hacia la necesidad de realizar un mapa de recursos públicos y privados que permitan acercar y poner a disposición de la sociedad la innovación tecnológica instalada en todo el sistema sanitario, independientemente de su titularidad.

En definitiva, es cada vez más urgente diseñar y poner en marcha un pacto político sanitario y sociosanitario que desde un punto de vista técnico y desideologizado marque las líneas maestras y constantes de un diseño estratégico específico para los próximos años que permita afrontar con decisión las reformas necesarias que adecuen nuestro sistema a la realidad actual y de futuro, cubriendo las demandas de toda la población respecto de sus necesidades y exigencias, y evitando toda incertidumbre y preocupación en cuestiones sanitarias relacionadas con la viabilidad del modelo.