En un mundo cada vez más globalizado e interconectado, la sostenibilidad y la responsabilidad social se han convertido en pilares fundamentales para la gestión de organizaciones, instituciones y empresas, tanto públicas como privadas. Estos conceptos no solo son relevantes para garantizar el bienestar de las generaciones presentes y futuras, sino que también representan un compromiso ético y moral que las organizaciones deben asumir para contribuir positivamente al entorno en el que operan. La integración de la sostenibilidad y la responsabilidad social en la estrategia empresarial no es una opción, sino una necesidad imperativa para construir un futuro equitativo y sostenible.
La sostenibilidad se refiere a la capacidad de satisfacer las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones para ver cumplidas sus propias expectativas y necesidades. Este concepto abarca tres dimensiones fundamentales: la económica y de buen gobierno, la social y la medioambiental. Por otro lado, la responsabilidad social de las organizaciones implica la obligación de actuar en beneficio de la sociedad y del medio ambiente, y no solo en interés propio. Esta responsabilidad se extiende a todas las áreas de la actividad empresarial y se refleja en la gestión ética y socialmente responsable de la organización, las prácticas laborales justas, el respeto por los derechos humanos y la preservación del medio ambiente.
La gestión ética y la responsabilidad social forman un binomio indisoluble con la sostenibilidad, y esta relación es claramente articulada en normas como la SGE-21 de Forética, la ISO 26000 y otras directrices internacionales. Estas normas proporcionan un marco de referencia para que las organizaciones implementen prácticas responsables y sostenibles, garantizando que sus operaciones tengan un impacto positivo en la sociedad y el medio ambiente.
La norma SGE-21 de Forética, por ejemplo, es un sistema de gestión ética y socialmente responsable que se aplica a las organizaciones de cualquier sector y tamaño. La norma establece nueve áreas gestión que corresponden a los principales grupos de interés y abordan los aspectos sociales, ambientales y de buen gobierno claves para la empresa u organización. Para cada una de estas áreas se establecen una serie de requisitos que deben ser cumplidos: Gobierno de la organización, personas que integran la organización, clientes, proveedores y cadena de suministro, entorno social e impacto en la comunidad, entorno ambiental, inversores, competencia y administraciones públicas, incluyendo la transparencia, el respeto por los derechos humanos, la igualdad de oportunidades, la protección del medio ambiente y el compromiso con la comunidad. La SGE-21 también promueve la participación de los grupos de interés en la toma de decisiones, asegurando que las voces de todos los stakeholders o grupos de interés sean escuchadas y consideradas.
La ISO 26000, por su parte, proporciona directrices para la responsabilidad social de las organizaciones. Esta norma no es certificable, pero ofrece una guía clara sobre cómo las organizaciones pueden operar de manera socialmente responsable. La ISO propone siete principios fundamentales: Responsabilidad (accountability), comportamiento ético, respeto por los intereses de las partes interesadas, respeto por el estado de derecho, respeto a las normas internacionales de comportamiento y respeto a los derechos humanos. Cada una de estas áreas está interconectada y contribuye al objetivo general de sostenibilidad y responsabilidad social.
Un aspecto importante de la responsabilidad social es la conciliación de la vida personal y profesional, la implementación de políticas de conciliación puede transformar una organización y beneficiar a todos sus stakeholders. En este contexto es en el que tiene todo el sentido el Certificado EFR (Empresa Familiarmente Responsable) es una distinción significativa que reconoce a aquellas organizaciones comprometidas con la generación de una nueva cultura de trabajo. Esta certificación, promovida por la Fundación Másfamilia y avalada por el Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social, destaca a las empresas que implementan un modelo de gestión enfocado en la conciliación laboral y familiar. Este modelo se basa en la flexibilidad, el respeto y el compromiso mutuos, y busca equilibrar las necesidades laborales y personales de los empleados.
Es esta una herramienta poderosa para promover la conciliación laboral y familiar en las organizaciones. A través de políticas y prácticas que valoran la flexibilidad, el respeto y el compromiso mutuo, las empresas pueden mejorar significativamente el bienestar de sus empleados, lo que a su vez repercute positivamente en su productividad y competitividad. Al adoptar estas prácticas, las organizaciones no solo cumplen con su responsabilidad social, sino que también fortalecen su reputación y se posicionan como empleadores de elección en un mercado cada vez más competitivo.
Dentro de este amplio contexto es importante resaltar que la responsabilidad social y la calidad son dos conceptos estrechamente relacionados. La calidad no solo se refiere a la excelencia en los productos y servicios ofrecidos por una organización, sino también a la calidad de las relaciones con los grupos de interés y el impacto de las operaciones de la empresa en la sociedad y el medio ambiente. La gestión de la calidad debe incluir consideraciones de responsabilidad social, asegurando que las prácticas empresariales no solo cumplan con los estándares de calidad, sino que también contribuyan positivamente al bienestar social y ambiental.
Un aspecto destacable en el momento de transformación digital que vivimos es el Manifiesto de Forética sobre el uso adecuado de la Inteligencia Artificial (IA) un documento que pone de relieve otro aspecto crucial de la sostenibilidad y la responsabilidad social en el contexto de la tecnología y la innovación digital. La IA tiene el potencial de transformar la sociedad de manera profunda, pero también plantea riesgos éticos y sociales significativos. El manifiesto de Forética aboga por un uso de la IA que sea transparente, ético y centrado en el ser humano, promoviendo la innovación responsable y asegurando que los beneficios de la IA sean accesibles para todos, mientras se minimizan los riesgos y se abordan las preocupaciones éticas y para ello propone 5 principios con sus consiguientes consideraciones:
Alinear el desarrollo y uso de productos de IA con la consecución de los objetivos de cero emisiones netas de gases de efecto invernadero (GEI)
Acompasar el desarrollo y uso de productos de IA con los objetivos de recuperación de la naturaleza.
Promover que el desarrollo y uso de productos de IA sea ético, transparente, confiable, seguro y respetuoso con los Principios Rectores de las Naciones Unidas sobre Empresas y Derechos Humanos.
Integrar en el desarrollo y uso de productos de IA la contribución a la inclusión, la igualdad, la diversidad y la eliminación de cualquier forma de discriminación.
Operar y usar productos de IA de acuerdo con principios de buen gobierno y conscientes de las responsabilidades que conlleva.
Edadismo y responsabilidad social
La responsabilidad social es un enfoque integral de la gestión empresarial que implica la integración de prácticas éticas y sostenibles en todos los aspectos de la operación de una organización. En este contexto, el compromiso con la equidad, la diversidad y la inclusión es fundamental. Un aspecto crucial de la responsabilidad social que a menudo pasa desapercibido es la lucha frente al edadismo. El edadismo, o discriminación por edad, es una forma de prejuicio que afecta a personas de todas las edades, pero que comúnmente se manifiesta contra los adultos mayores en el entorno laboral y social. Este prejuicio no solo es injusto, sino que también es perjudicial para el tejido social y económico. Por lo tanto, abordar el edadismo debe ser una prioridad en las estrategias de responsabilidad social de las organizaciones.
El edadismo se manifiesta de diversas formas, desde estereotipos y actitudes negativas hasta la exclusión de oportunidades laborales y sociales. En el entorno laboral, los trabajadores mayores a menudo enfrentan barreras significativas debido a percepciones erróneas sobre su capacidad para adaptarse a nuevas tecnologías o sobre su productividad. Estas percepciones no solo son infundadas, sino que también resultan en la pérdida de una valiosa experiencia y conocimiento que los trabajadores mayores pueden aportar. A nivel social, el edadismo puede llevar al aislamiento y a una disminución en la calidad de vida de los adultos mayores, privándolos de participar plenamente en la sociedad.
La responsabilidad social de las organizaciones incluye la obligación de promover la inclusión y combatir todas las formas de discriminación, incluido el edadismo. Las empresas tienen la capacidad y la responsabilidad de liderar el cambio hacia una cultura más inclusiva y respetuosa con la edad. Esto puede lograrse a través de diversas estrategias y prácticas.
En este sentido se hace imprescindible que las organizaciones adopten políticas explícitas contra el edadismo. Estas políticas deben incluir la prohibición de la discriminación por edad en todas las fases del empleo, desde el reclutamiento hasta la promoción y la jubilación. También es importante que estas políticas se comuniquen claramente a todos los empleados y se apliquen de manera rigurosa.
Es importante reconocer que el edadismo no solo afecta negativamente a los individuos, sino que también tiene implicaciones económicas y sociales más amplias. La exclusión de los trabajadores mayores del mercado laboral representa una pérdida significativa de talento y experiencia. Además, en un contexto de envejecimiento poblacional, la integración de los adultos mayores en el mercado laboral y en la sociedad es esencial para la sostenibilidad económica y social a largo plazo.
Abordar el edadismo como parte de la responsabilidad social no solo mejora la calidad de vida de los adultos mayores, sino que también contribuye al bienestar y la prosperidad de toda la sociedad.
Proceso de jubilación y su intersección con la gestión socialmente responsable
La jubilación representa un momento crucial en la vida de una persona y tiene implicaciones significativas tanto para el individuo como para la sociedad. La responsabilidad social y la gestión ética del proceso de jubilación son esenciales para garantizar una transición digna, respetuosa y enriquecedora para los trabajadores que culminan su carrera profesional. Las organizaciones tienen un papel fundamental en este proceso, ya que sus políticas y prácticas pueden influir enormemente en la experiencia de jubilación de sus empleados.
La jubilación marca el fin de una etapa laboral y el inicio de una nueva fase de la vida, que puede estar llena de oportunidades y desafíos. Para muchos, la jubilación puede ser un momento de reflexión y realización de proyectos personales que no pudieron ser abordados durante los años de trabajo. Sin embargo, también puede ser una etapa de incertidumbre y ansiedad, especialmente si no se planifica adecuadamente. Aquí es donde la responsabilidad social de las organizaciones entra en juego. Las empresas tienen la responsabilidad de apoyar a sus empleados en la transición hacia la jubilación, garantizando que este proceso sea gestionado de manera ética y con sensibilidad.
Una gestión ética y responsable del proceso de jubilación es una extensión natural de los principios de gestión responsable y debe ser integrada en la estrategia general de sostenibilidad y responsabilidad de la organización. Al hacerlo, las empresas no solo cumplen con sus obligaciones éticas, sino que también fortalecen su reputación y construyen una cultura organizacional basada en el respeto y la dignidad.
Al integrar la gestión ética de la jubilación en su estrategia de responsabilidad social, las organizaciones pueden contribuir a un entorno laboral y social más justo y respetuoso, beneficiando tanto a los individuos como a la sociedad en su conjunto.