En estos tiempos convulsos, con un cierto grado de crispación y con tendencias disgregadoras, nuestro país precisa de un tejido político, social, institucional y empresarial que ofrezca los mayores grados de cohesión posibles en un entorno en el que la incertidumbre parece que se ha implantado con firmeza debido a los acontecimientos de toda índole y condición, tantos internos como externos que todos conocemos.

En materia de convergencia y búsqueda de sinergias y complementariedades, la Sanidad no es una excepción, más bien todo lo contrario debido a la especial sensibilidad de su marco de actuación que es la salud y la enfermedad, y su objetivo final que es el de aportar los mejores resultados de salud posibles en base al conocimiento científico disponible.

En este sentido, considero que el entorno sanitario debe ser un ejemplo de integración y de búsqueda de las mayores sinergias posibles entre las dos titularidades, pública y privada, siempre en beneficio del paciente y de la sociedad en su conjunto, con la imprescindible colaboración del profesional sanitario que es quien en buena medida está haciendo que el sistema público fluya a costa muchas veces de su propia situación laboral, profesional y personal a la que día a día tiene que hacer frente.

En esta época repleta de complejidad, dificultades e incertidumbres, se hace más necesario que nunca que aquello que más preocupa a la población, su salud y su Sanidad, sean tenidas muy en cuenta por parte de quienes tienen bajo su responsabilidad la toma de decisiones, que a la postre nos afectan a todos.

Afrontar sus retos, sus problemas y sus dificultades con honestidad, realismo, rigor, objetividad y transparencia, para que todos estos valores ocupen el lugar que les corresponde y tengan el peso que merecen en las propuestas realizadas por las diferentes organizaciones, organismos e instituciones a los ciudadanos es clave.

El entorno sanitario debe ser un ejemplo de integración y de búsqueda de las mayores sinergias posibles entre las dos titularidades, pública y privada, siempre en beneficio del paciente y de la sociedad en su conjunto

Todos apostamos por un sistema sanitario público de calidad que dote a nuestra sociedad de las más altas cotas de universalidad, cohesión, accesibilidad, equidad y capacidad de elección en base a resultados tal y como marca la Ley, pero a la vez que manifestamos ese deseo, todos estamos también convencidos de que para que esto sea posible con garantías es imprescindible contar con la aportación que realiza el sistema sanitario de titularidad privada de una forma sinérgica, integrada, estratégica, multidisciplinar y complementaria.

Creo que todos somos conscientes del incremento de los costes que se han de asumir para dar una respuesta acertada y efectiva a las necesidades de la población, máxime teniendo en cuenta los retos que se nos plantean tales como la incorporación de los avances científicos, la deriva sociodemográfica poblacional o los cambios en los patrones de la enfermedad entre otros; de hecho las dificultades de financiación del sistema sanitario y sociosanitario público hacen prever un panorama muy acuciante y complejo en términos de solvencia, sostenibilidad y presión asistencial que requerirá sin duda la concurrencia de todos.

Para abordar esta cuestión adecuadamente creo que es preceptivo llegar a acuerdos que permitan avanzar hacia un sistema sanitario integrador e inclusivo, un sistema único con una doble titularidad asentado firmemente en la cooperación mutua estratégica mediante una visión abierta y transparente que elimine todo tipo de sesgo e ineficiencias consecuentes a la toma de decisiones. Un sistema público sometido a las tensiones actuales pero acrecentadas por el decalaje social y las exigencias de todo tipo de nuestro tiempo sin el valor añadido aportado por la sanidad de titularidad privada a la que acuden más de 11 millones de españoles es impensable, máxime si tenemos en cuenta la presión presupuestaria que afecta a todos los sistemas de protección social dentro de nuestro entorno geográfico, en los denominados Estados del Bienestar.

En nuestro país este aspecto adquiere tintes especiales una vez que tal y como subrayan los expertos no es aconsejable pretender solventar los problemas de tensión financiera del sistema a base de incrementar una deuda que se encuentra ya en niveles preocupantes (“España es el Estado de la zona euro que más necesidades de financiación presenta en función de su PIB, solo superado por Italia y a la par con Bélgica”, según publicaba recientemente el diario El País).

Las cifras son pertinaces, de hecho, los datos aportados por el reciente informe elaborado por Esade y Antares Consulting “Funding the gap” – El futuro del sistema sanitario -: Los resultados muestran unas necesidades financieras suplementarias muy considerables, paralelas al devenir de nuestra sociedad, en un rango de incremento del gasto que oscila entre los 32.000 y los 48.000 millones de euros en diez años, es decir, desde el 2015 al 2025. Para ese año 2025 se podría estimar que para prestar la asistencia sanitaria que demande la población al sistema público de salud serán necesarios entre 102.000 y 118.000 millones anuales. Esto supone un reto muy difícil de abordar si no es con la concurrencia de todos los agentes implicados de forma independiente a su titularidad.

Cuestiones como la colaboración público-privada con sus diferentes modelos, la unificación de la información en torno al paciente, la transparencia en los resultados de salud, la implantación y uso estratégico de la innovación, el impulso de la calidad debidamente acreditada, o la planificación del sistema contando con todos los agentes implicados y todos los recursos disponibles son cuestiones prioritarias a abordar por todos los agentes implicados en la aportación de valor y servicios sanitarios a la población.

La sanidad de titularidad privada forma parte de la solución, no es parte del problema como algunos están empeñados en hacernos creer, de hecho el sector privado a través de instituciones como la Fundación IDIS ha manifestado en múltiples ocasiones su firme voluntad de impulsar esta cooperación y la búsqueda de sinergias para promover acuerdos que redunden en beneficio del paciente y del profesional, pero en tantas ocasiones estos ofrecimientos no han llegado a materializarse por diferentes motivos, uno que subyace y que ha sido repetido por unos y otros en diferentes foros es el de la creciente politización de la Sanidad en torno a un derecho que nadie discute.

Creo que es indudable que se hace necesario acometer con urgencia una reforma del sistema que lo adapte y proyecte con garantías hacia el futuro aportando un legado de sostenibilidad evidente a las generaciones futuras, pero tras muchos años de hablar de ello la realidad es que poco se ha avanzado a la hora de definir el modelo que queremos y nos podemos permitir.

Es por ello que se hace imprescindible dar los pasos que contribuyan a que el sistema sanitario público sea más sostenible y eficiente con la concurrencia estratégica de todos los agentes implicados tomando como referencia las experiencias de éxito de otros países de nuestro entorno y de las propias internas planteadas, acometidas y desarrolladas por aquellos que vienen demostrando con resultados la excelencia en sus intervenciones, procedimientos y procesos.