Ayer fui al médico. Curiosamente desde el confinamiento que se inició el pasado mes de marzo, no me estaba sintiendo bien. Con sintomatología anodina, sin diagnóstico concreto, no era yo. Parecía como si el parón físico forzado en el que todos nos vimos envueltos, en vez de sentarme bien para descansar del ajetreo diario, hubiera servido para aflorar los mil achaques que una persona de mi edad empieza a experimentar. He de decir que había dado negativo reiteradamente en las pruebas del COVID, por lo tanto, ¿qué me estaba pasando?
Durante estos meses, el sistema sanitario y sus profesionales se han tenido que encargar de mí, de mi sintomatología anodina, de mi malestar general. Se han tenido que encargar de mí compaginando esta atención con la de otros pacientes con sintomatología anodina o no, con problemas graves o no. También por supuesto han atendido todas las sospechas de infección por COVID, lo fueran o no en realidad.
El problema de la sintomatología anodina es que pueden ser muchas cosas y puede no ser nada a la vez. En estos casos, el juicio clínico es básico para orientar hacia un diagnóstico, realizar las pruebas pertinentes e ir descartando diagnósticos hasta llegar al que nos permita entender lo que está pasando y, por lo tanto, aplicar una estrategia terapéutica eficaz. El juicio clínico es básico.
Ante esta situación de pandemia, se ha ido produciendo una priorización de los servicios sanitarios por atender de forma aguda los casos de infección, como es lógico y se ha ido relegando la atención a crónicos o a casos no COVID por falta de recursos en general ante la avalancha que la crisis sanitaria iba generando. Sin embargo, vemos que la Atención Primaria, la atención comunitaria y la salud pública no pueden dejarse para otro momento, urge atender también a la población en estos niveles. La Atención Primaria y la salud pública son básicas.
Ayer fui al médico, después de un tiempo con visitas telefónicas, analíticas y pruebas complementarias, por fin iba a ver al facultativo, de manera presencial, para poder explicarle de primera mano todo lo que me estaba ocurriendo. El contacto telefónico con los profesionales sanitarios supone una gran ayuda a la hora de desburocratizar la atención, para descongestionar las consultas, para acelerar la toma de decisiones en innumerables circunstancias. Sin embargo, hay momentos en los que el paciente necesita sentarse con su médico, con su enfermera, y comentar algunas cosas de manera presencial. El contacto personal entre paciente y profesional sanitario es básico.
Al llegar a la consulta, vi directamente por primera vez los estragos de la pandemia en los profesionales sanitarios. Profesionales que conozco desde hace muchos años y que me hablaban con confianza, quizá por mi doble papel como médico y paciente a la vez: cansancio, sobresaturación, sentirse al límite y, sin embargo, exigirse estar al máximo para atender con calidad. ¿Cuánto tiempo pueden seguir así?
Quizá ya no aplaudamos a nuestros profesionales a las 8 de la tarde. Quizá ya no salgamos a nuestras ventanas y balcones para expresarles nuestro agradecimiento. Pero hoy nos necesitan aún más para hacer llegar a las organizaciones sanitarias la precariedad de muchas de sus jornadas, la necesidad de cuidar a los que nos cuidan. El cuidado de quien nos cuida es básico.
Siempre lo suelen hacer, por encima de alguna que otra huelga de vez en cuando fruto del desgaste insoportable, los profesionales sanitarios, al igual que otros colectivos de la sociedad que tienen como objetivo el cuidado de las poblaciones, trabajan por vocación. El altruismo forma parte inseparable de esta vocación. Y esta vocación te hace recordar día a día por qué escogiste esta profesión.
Los profesionales sanitarios están respondiendo ante esta pandemia de una manera asombrosa y ejemplar, anteponiendo su propia salud y la de sus familias a la salud y al bienestar de sus pacientes. Pero esto no puede seguir así de manera infinita. El juicio clínico, el contacto con los pacientes, la Atención Primaria y la salud pública y el sentirse bien con el trabajo que se hace son aspectos clave para el éxito del profesional sanitario y, en consecuencia, también para el éxito de las organizaciones y sistemas sanitarios.
Ahora bien, en la actual situación de incipiente nueva oleada por la pandemia, ¿podrán nuestros profesionales realizar bien su trabajo, en plenitud de condiciones y sintiéndose bien tanto física como psicológicamente? Ya conocemos los efectos del trabajo bajo condiciones de estrés y cansancio: errores. Para que se pueda dar el juicio clínico, se necesitan profesionales que se sientan bien.
Además, los pacientes van a seguir necesitando, aún más si cabe, esa relación más directa y personal con sus profesionales de manera que se diluya su angustia e incertidumbre ante la situación que ha de venir. La empatía será aún más necesaria en estos mini-encuentros presenciales o en las visitas telefónicas. De nuevo, para mostrar empatía, es necesario sentirse bien.
Por lo tanto, y con la urgencia que la situación requiere, los esfuerzos de las organizaciones y administraciones sanitarias han de encaminarse también a fortalecer la capacidad de los centros y a fortalecer y cuidar a sus profesionales. Los pacientes así lo queremos.