Más pacientes en espera nunca es un buen dato, obviamente. Pero si eso significa menos pacientes ocultos al radar del sistema sanitario (por no haber podido empezar su proceso sanitario), es un buen síntoma. Puede estar indicando un mayor afloramiento de la demanda oculta, que con una capacidad de resolución limitada e insuficiente, además de poco margen de crecimiento, acaba incrementando los pacientes que “hacen cola”.
En circunstancias normales, más pacientes en espera es siempre una mala noticia y un mal síntoma. Pero cuando termina de pasar un tsunami en el sistema sanitario en forma de pandemia, que ha dejado tras de sí un sinfín de actos clínicos sin abordar (se cuentan por millones) es siempre buena noticia que los pacientes vayan siendo dirigidos a ser evaluados por un especialista, o a ser intervenidos quirúrgicamente por indicación médica para el tratamiento de su patología.
La capacidad de resolución del sistema sanitario, como venimos analizando y escribiendo en nuestros estudios es limitada y complicada de dilatar más allá de un pequeño margen anual. Es decir, no hay mucho margen para el crecimiento descomunal que sería necesario para absorber en poco tiempo el impacto de la pandemia.
Por dimensionarlo con poner algún dato al respecto exponemos un supuesto: durante la pandemia se han dejado de hacer casi dos millones de cirugías. Con la capacidad actual de resolución y considerando un margen de incremento anual máximo de 100.000 consultas al año, se tardarían más de 28 años en normalizar la situación.
Son cuatro millones los pacientes que esperan para una consulta o una cirugía. Cifra que hay que poner en contexto. Es decir, en el de la actividad que se es capaz de realizar. Y es ahí donde se pueden sacar conclusiones más precisas.
«La capacidad de resolución del sistema sanitario es limitada y complicada de dilatar más allá de un pequeño margen anual»
Hemos procedido a realizar dicho análisis y los datos no pueden ser más preocupantes: Las listas de espera cada año suponen una mayor proporción con respecto a la actividad realizada:
En 2021 la lista de espera de primera consulta suponía el 11,7% sobre el total de actividad, porcentaje que se incrementa desde, al menos 2016 (ese año supuso el 7,9%).
En 2021, la lista de espera quirúrgica correspondía al 21% del total de actividad quirúrgica, también con incrementos anuales (15,4% en 2015).
Por supuesto, la heterogeneidad por comunidades autónomas es la constante, como en todos los datos que analizamos: en el caso de las consultas de especialidades, un rango de 5,3% de la lista sobre actividad en el País Vasco, hasta el 21,6% de Asturias. En el caso de la lista de espera quirúrgica, el rango oscila entre 10,2% del País Vasco hasta el 37,6% de Cantabria.
Por tanto, nunca es bueno que las personas tengan que esperar, y tampoco que lleguen al 8,5% de la población. Pero si lo es que se conozca la compleja realidad y se asuma. Y es un síntoma positivo de que la sanidad incrementa su capacidad de atender pacientes, aunque luego tengan que esperar en el siguiente escalón de su proceso asistencial. Si bien es mal síntoma que la capacidad de respuesta del sistema no tenga capacidad de resolver esta situación en el corto plazo. Pensar lo contrario, simplemente es, como se dice vulgarmente, “ciencia ficción”.