La revolución digital está produciendo cambios profundos en la economía, en la sociedad y en la cultura; también en el sector sanitario.
En efecto, en los sistemas sanitarios la revolución digital está llamada a producir profundas transformaciones en la cultura y gestión asistencial, en la investigación biomédica y en la innovación terapéutica. A partir de ya mismo el funcionamiento de la actividad asistencial se desarrollará en un nuevo entorno en el que la práctica clínica y las relaciones de los pacientes con el sistema sanitario tomarán como referencia los hospitales “inteligentes”, la fluidez en la relación entre niveles asistenciales, el acceso rápido a la información y documentación, el apoyo y ayuda a pacientes frágiles o vulnerables través teleasistencia y de la telefarmacia y un largo etcétera.
Este fenómeno de la transformación digital se está produciendo a nivel internacional, europeo y nacional. Por su parte la OMS viene impulsando una Estrategia de salud digital 2020/2025, cuyos principios rectores son facilitar la transferencia de conocimiento, una adecuada gobernanza, evaluar y medir los avances y poner el acento en una digitalización al servicio de los pacientes.
Por su parte, desde las instituciones europeas, la salud digital ocupa un lugar importante dentro de su agenda política, especialmente tras la experiencia de la crisis sanitaria de la COVID-19. En este sentido cabe destacar iniciativas tales como el Programa Digital Europe /Horizonte Europa / EU4Health, sin olvidar los Fondos Europeos para recuperación y resiliencia.
«En los sistemas sanitarios la revolución digital está llamada a producir profundas transformaciones en la cultura y gestión asistencial, en la investigación biomédica y en la innovación terapéutica»
Si nos referimos a nuestro país, la Estrategia Española (2021-2026) es, sin duda, un paso adelante. La creación de estructuras administrativas ad hoc en el Ministerio de Sanidad y la colaboración de las CCAA son instrumentos notables al servicio de un modelo de digitalización integrado e interoperable. Sin embargo, la completa omisión del sector sanitario privado empaña y empequeñece este proyecto transformador.
La Estrategia de Salud Digital se ve acompañada de otras medidas de interés, recogidas en el Pacto por la Ciencia y la Innovación, en la Estrategia de IA, en el PERTE Salud de vanguardia, en la Estrategia de Medicina Personalizada de Precisión, además de interesantes planes y programas autonómicos.
A los que corresponda gestionar la transformación digital de nuestra Sanidad les va a corresponder convertir objetivos en realidades, pero esa tarea no será fácil, porque habrá que dar solución a una amplia gama de problemas: debilidades y obsolescencia en infraestructuras tecnológicas; déficit de formación digital, ausencia de nuevos perfiles profesionales (bioinformáticos, ingenieros, de sistemas…), brecha digital de los pacientes mayores, falta de un programa presupuestario plurianual de inversiones, además de otros gaps en cuanto a calidad, gestión y tratamiento de datos.
Solucionar estos problemas y avanzar en los objetivos de la transformación digital son retos de primer orden a la hora de ofrecer y dar un futuro de sostenibilidad y calidad a nuestro sistema sanitario; retos que exigen el compromiso y el esfuerzo de todos.