Jacinto Benavente, uno de los cinco escritores españoles que, hasta la fecha, han conseguido un premio Nobel de literatura, estrenó, a principios del pasado siglo, en Madrid, “Los intereses creados”, una comedia que trata sobre la red de contactos que llevan a crear una estructura de intereses que favorecen al creador y a la cadena entera.

O sea, libertades, ventajas o privilegios de uso que gozan, circunstancialmente, ciertas personas, o grupos de ellas, en virtud de acuerdos, generalmente, compensatorios de otras carencias.

Un grupo de intereses creados es, pues, una preocupación, o interés especial, en mantener o influenciar una condición, arreglo o acción especialmente para fines propios, o un colectivo que disfruta de los beneficios de un privilegio económico o político existente.

España está lleno de ejemplos de ellos, históricamente avalados, o por concesiones interesadas como, por ejemplo, los fueros económicos especiales de Navarra y el País Vasco o, por razones políticas, algunos beneficios a los funcionarios y, especialmente, a militares y jueces, o estratégicos, como a los médicos a la hora de fijar edad y condiciones en su jubilación, por ejemplo.

Y en un contexto en el que, está claro, que sin duda esos colectivos deberían tener condiciones económicas mejores, merecidas y comparables con los países del entorno, pero no establecidas por esta vía que, parece, hasta propia de otros tiempos muy vituperados.

Debían tenerlos por el camino del reconocimiento a una labor meritoria, y no por imposición. Esto huele a otros intereses creados.

Nunca lo he entendido al día de hoy, ni estos ni otros privilegios, y mucho menos que pasen los siglos y nadie trate de lograr una equidad para todos los ciudadanos en la que, cada cual, dé y reciba lo justo y digno, sin necesidad de mirar al de al lado.

Pues bien, hoy voy a dar alguna de mis opiniones sobre el espectáculo montado con ocasión del deseo del gobierno de forzar ese tipo de equidad existente, mediante la eliminación del modelo Muface que, si en principio hasta podía aceptarse con muchísimos matices (me han pedido que me “moje”), ni mucho menos de la forma que se intenta hacer, en plan chapuza, como el desastre ocurrido durante los últimos años con el deterioro de la ejemplar red ferroviaria que teníamos,  desde la entrada de nuevas compañías a competir libremente.

Al estilo español tradicional, sin planificación, improvisando, intentando cobrar antes de dar el servicio, sin tener las estructuras adecuadas y, claro, perjudicando siempre al personaje más débil: el usuario del sistema. En este caso de la sanidad nosotros, los pacientes.

Y puedo decir alguna cosa inadecuada, o no bien documentada, por supuesto, pero, desde luego, nada interesada económicamente. Solo me preocupa mi salud presente y futura, como a todos los ciudadanos.

A mi condición de experto en gestión sanitaria, esta vez le he añadido, con fortuna, una pizca de gurú, y es que, hace mucho tiempo (y mis íntimos amigos lo saben), que vaticiné acertadamente lo que iba a pasar al final con el concurso de proveedores de servicios de Muface, y quién iba a ser el “salvador” del sistema: el cooperativismo médico.

Es el único que ha aguantado el envite del gobierno en su ansia populista, quizás por su estructura fundacional, y ha “aguantado el tipo” hasta el final aún con ciertas dudas de cómo podría realizarlo, debido al tremendo despliegue de organización e infraestructura que necesitaría para llevarlo a cabo en solitario, y con la calidad y seguridad que todos merecemos.

Ha tenido fe y, quizás, seguridad de la forma de gobernar actual el país, en la que todo es posible tras testar que las amenazas eran bravuconerías inviables.

Seguro que el cooperativismo sí podría hacerlo en solitario, pero, además, sería comprobable, objetivamente, en no mucho tiempo, porque ese sector asegurador si está bien dotado de datos estructurados y transparentes. Y mejor ahora, tras la claudicación del gobierno, volviendo a compartir la prestación con otras empresas aseguradoras.

Pero, por empezar de forma metódica, diré que la sanidad española, reconocida históricamente por su calidad y accesibilidad, se está enfrentando a numerosos desafíos derivados de los intereses creados, esos que afectan tanto a su gestión, como a su sostenibilidad. Estos intereses no solo repercuten en la calidad del servicio, sino también en el análisis sobre la percepción de los ciudadanos sobre el sistema.

Ese análisis examina los principales actores implicados, las dinámicas económicas y políticas que los sostienen, así como las posibles vías para abordar estos desafíos.

Uno de los principales problemas radica, sin ninguna duda, en la politización de la sanidad.

La gestión sanitaria en España está descentralizada, lo que significa que las comunidades autónomas tienen competencias en materia de salud. Sin embargo, esta descentralización ha generado disparidades entre regiones, tanto en la calidad de los servicios como en el acceso a tratamientos específicos. A menudo, las decisiones sanitarias no responden a criterios técnicos, sino a intereses políticos y electorales, como el anuncio de inversiones en infraestructuras, o contrataciones masivas en períodos cercanos a elecciones.

La industria farmacéutica desempeña un papel crucial en el sistema sanitario, pero también es una de las áreas donde los intereses creados son más evidentes.

Las farmacéuticas tienen un gran poder de influencia, ejerciendo presión sobre gobiernos y gestores sanitarios para incluir sus productos en el Sistema Nacional de Salud (SNS).

Esto se traduce, a menudo, en la priorización de medicamentos de alto coste, o en campañas de marketing que promueven tratamientos no siempre imprescindibles, lo que genera un impacto económico significativo en el presupuesto público.

En las últimas décadas, ha habido un incremento en la participación del sector privado en la gestión sanitaria. Modelos como el de concesión administrativa, o las empresas mixtas, han generado controversia ya que, aunque pueden mejorar la eficiencia en algunos casos, también abren la puerta a conflictos de interés.

Los críticos argumentan que las empresas privadas priorizan el beneficio económico sobre la calidad asistencial, lo que podría derivar en una atención desigual, o en la reducción de costes, a expensas de los pacientes y el personal sanitario.

-Otro área donde los intereses creados son evidentes es en la tecnología sanitaria. Empresas que producen equipos médicos, software de gestión y otros insumos esenciales, tienen una gran influencia en las decisiones de compra de los hospitales.

‘Los intereses creados en la sanidad española representan un desafío complejo que requiere un enfoque multidimensional’

Estas decisiones, en ocasiones, no responden a criterios de necesidad o coste-efectividad, sino a contratos previamente negociados con condiciones no muy transparentes.

Los intereses creados también afectan directamente al personal sanitario.

Las decisiones políticas y económicas, como los recortes presupuestarios, o la externalización de servicios, han provocado un deterioro en las condiciones laborales de médicos, enfermeros y otros profesionales. La precarización del empleo, la sobrecarga de trabajo y la falta de recursos, son consecuencias directas de estas dinámicas, lo que repercute negativamente en la calidad de la atención al paciente.

En paralelo al sistema público, el sector de los seguros privados ha experimentado un crecimiento significativo en España. Este fenómeno se ha visto impulsado por campañas que promueven la idea de que el sistema público no es suficiente para garantizar una atención de calidad.

Sin embargo, detrás de este discurso, pueden subyacer intereses económicos que buscan captar clientes en detrimento de la sanidad pública.

Casos de corrupción relacionados con la sanidad han salido a la luz en diversas comunidades autónomas, desde contratos irregulares hasta comisiones ilegales por la adjudicación de servicios.

La falta de una total transparencia en la gestión de recursos públicos contribuye a perpetuar estos problemas, y genera desconfianza entre los ciudadanos.

Los principales afectados por los intereses creados en la sanidad son los pacientes.

Las listas de espera, la falta de personal y recursos, y la desigualdad en el acceso a tratamientos son problemas que se agravan por estas dinámicas. Además, la priorización de ciertos intereses puede dejar de lado necesidades esenciales, como la prevención de enfermedades o la atención a colectivos vulnerables.

El corporativismo en sanidad es de los intereses creados más fuertes, quizás, que puedan existir en todos los sectores estratégicos de nuestra economía, y con derechos obtenidos que, difícilmente, se pueden cambiar, beneficien o no al colectivo de la población general, pues surgen amenazas de paros o de posibles praxis inadecuadas y, por supuesto, involuntarias.

Quizás la mejor expresión de colaboración entre médicos es el cooperativismo médico, como modelo organizativo basado en la colaboración y la autogestión de los profesionales de la salud. En este sistema, los médicos se asocian para ofrecer servicios sanitarios, compartir recursos y tomar decisiones colectivas.

Y, normalmente, trata de promover la equidad, la sostenibilidad y la participación activa, buscando equilibrar la atención al paciente con el bienestar profesional. Este enfoque puede ser una alternativa eficiente al modelo tradicional, especialmente en contextos de atención primaria y comunitaria.

Como conclusión, los intereses creados en la sanidad española representan un desafío complejo que requiere un enfoque multidimensional.

Si bien el sistema sigue siendo una referencia a nivel internacional, es esencial abordar estos problemas para garantizar su sostenibilidad y su capacidad de ofrecer una atención de calidad a todos los ciudadanos.

Puede que, en este momento convulso e incierto aún, que vivimos con la decisión final inminente sobre el modelo Muface, el cooperativismo médico haya salvado a pacientes de muchas adversidades, pero ya hay al menos dos grandes y reconocidas empresas aseguradoras que, con su postura negativa y razonable a salir, pueden reforzar la demagógica teoría en contra de la imagen de los empresarios de la sanidad, idea populista sobre el lucro injusto que, ni mucho menos, se ajusta a la realidad.

Claro que pudo ser peor. Y, además del sano cooperativismo, esperemos que las negociaciones, y posibles concesiones poco transparentes, para el retorno a la continuidad de las otras “hijas pródigas”, tras comidas o cenas de trabajo, hayan sido productivas…., parece que sí.

En fin, este gobierno a lo de siempre en este país. Nada cambia.