“El teatro no puede desaparecer porque es el único arte donde la humanidad se enfrenta a sí misma”
Arthur Miller
Una de las artes más antiguas de la Humanidad, nada menos que originada entre los siglos V y VI a. C. en Grecia, es casi la salvación, hoy en día, de muchos entornos en la Sanidad actual. Tanto en el mundo de los pacientes, como en el de los profesionales sanitarios en general, o de cualquier directivo relacionado con la gestión sanitaria. Estoy hablando del teatro. Considero, además, que existe una gran vinculación entre el teatro y la Medicina, dadas las diversas enfermedades y enfermos que se han visto reflejados en las obras de los principales autores internacionales, a través de su larga historia.
Y me fastidia mucho que cuando hablamos de teatro, en el ambiente sanitario, pensemos solo en los payasos. Y sin menoscabo, sin duda, de su extraordinaria labor, que admiro profundamente. Ellos se valen de sus medias de colores, flores en el pelo, zapatos gigantes, ropa de colores vivos, tutús, batas de médico personalizadas, narices rojas y mucho colorete; todo vale para hacer sonreír a los niños hospitalizados y a algunos mayores. Los payasos de hospital se pasean por los pasillos de centros médicos de todo el mundo “haciendo de doctores”, pero sus medicinas no se beben ni se inyectan, sino que se sienten, llegan al alma. Ellos hacen reír desde que esta profesión nació en el año 1986, cuando Michael Christensen fue contratado por el Morgan Stanley New York Presbyterian Hospital para hacer una actuación puntual.
Últimamente se han incrementado sus actuaciones o, más bien, el hecho de fijarse en ellos, porque yo ya desde mi juventud he acompañado a grupos familiares que visitaban enfermos y representaban, humildemente, sencillas obras para los pacientes más necesitados en Navidad. Que esto de la humanización no se ha inventado ahora. Pero volvamos a la esencia pura del teatro.
La influencia entre ambas disciplinas, Medicina y teatro se complementa con la labor de médicos muy prestigiosos que compaginaron su ejercicio profesional con la escritura de obras dramáticas. Basta con citar dos frases de A. P. Chejov, uno de los autores rusos que más ha influido en la dramaturgia de su siglo, con las que intentó analizar el peso que tenía su condición de médico sobre su obra literaria: “No dudo que la disciplina médica tiene una profunda influencia sobre mi actividad literaria, enriqueciendo notablemente el panorama de mis observaciones y el cuadro de mis conocimientos. Solo quien sea médico puede entender estos resultados que, probablemente, me hicieron evitar muchos errores”. “La Medicina es mi esposa legítima, la literatura, es mi amante. No puedo vivir sin las dos. Me siento más satisfecho cuando pienso que tengo dos profesiones en lugar de una sola. Si no tuviera mi profesión médica difícilmente podría dedicar la libertad de mi espíritu y de mis pensamientos al teatro”.
Mucho más cercano a nosotros, el profesor P. Laín Entralgo decía que “el médico, como cualquier hombre que aspire a ser culto, debe leer y ver teatro. Más aún, si su vocación o su afición le lleva a eso, el médico puede dedicar parte de su tiempo libre a escribir literatura. La literatura, el teatro, pueden ser fuentes del saber médico”. El teatro es un medio de expresión muy peculiar, por su precisión, su dosificación, sus fórmulas magistrales y su eficacia terapéutica o, por lo menos, relacionado directamente con el ejercicio profesional de la Medicina. El profesor Gregorio Marañón dijo que el invento más sensacional de la historia médica era la silla; es una frase muy popularizada que daba a entender la extraordinaria importancia de la anamnesis. También en el teatro hay un invento importante, que es la butaca. Solo que aquí es el espectador el que hace, con su sola presencia, el interrogatorio de cuanto ocurre en la escena.
Estas son afirmaciones en pro de la cultura y el enorme saber que proporciona el teatro en general, pero este artículo lo que va es, sobre todo, a analizar la relación entre teatro y empresa sanitaria a través de la contribución de las técnicas teatrales al desarrollo de habilidades de liderazgo de sus directivos. La empresa es teatro y el directivo sanitario, el gestor, es un actor. El actor de teatro aprende su oficio a través del manejo eficaz de su cuerpo y de su voz, así como del desarrollo de su creatividad. Gracias a este entrenamiento, consigue comunicar ideas, sentimientos y deseos que logran ese efecto mágico entre los espectadores. Pero no solo los actores. Todas las personas, ya sea en nuestras relaciones personales como en nuestra labor profesional, utilizamos nuestros recursos expresivos para comunicarnos, en un intento constante para conseguir influir, mover, conmover, convencer o captar, la atención de nuestros interlocutores.
Sin embargo, en ocasiones, aparecen la vergüenza, los miedos y bloqueos, y el propio desconocimiento de nuestro cuerpo, que nos impiden lograr los objetivos marcados. Ello es porque no se trata solamente de aprender una serie de técnicas y recursos para una comunicación eficaz, hace falta, sobre todo, conocerse a uno mismo y desarrollar las habilidades inherentes a nuestro carácter. Cualquier persona interesada en conocerse mejor y en desarrollarse, personal y profesionalmente, debería, en mi opinión, en algún momento de su vida, acudir a clases de teatro. No es necesario buscar la excusa de que “bueno, pero es que yo no quiero ser actor/actriz”, ya que existen diversas escuelas dirigidas a personas que no quieren ser profesionales de la actuación, y también hay diversas empresas que utilizan el teatro como herramienta para adquirir o mejorar habilidades directivas. Y trabajar el autoaprendizaje. Podemos aprender mucho de nosotros mismos si nos paramos a observar nuestro cuerpo: cómo reacciona, lo que es fácil y difícil, qué significa cada gesto.
Con la expresión corporal y verbal, los directivos gestores aprenden a optimizar sus relaciones con los demás. Un escenario teatral sirve para enseñar a liderar, comunicar, negociar, trabajar en equipo y mejorar la imagen profesional e identificar conceptos tan vitales como la espontaneidad, las estrategias que utiliza para superar el miedo escénico, qué tendencia de conexión tiene con su público, la estructura del mensaje, la entonación de su discurso, sus “muletillas”, etcéteraétera. Podemos aprender mucho de nosotros mismos gracias al feed back positivo que recibimos de quienes nos han escuchado y observado.
A diario nos movemos en un gran teatro, rodeados de público al que tenemos que convencer, persuadir, impresionar. Resumiendo, con el que tenemos que conectar. Con nuestros pacientes, sobre todo. El fundamento a nuestro nivel es bien sencillo. Todos, quién más y quién menos, actuamos, todos los días. Todos poseemos diversos personajes propios que utilizamos, unos con mayor conocimiento que otros, para poder desenvolvernos en nuestra vida diaria. Recuerdo haber visto múltiples veces actuaciones satíricas de magníficos grupos españoles como La Cubana, Comediants o Els Joglars, por ejemplo, en las que se veían cuán ridículos eran algunos comportamientos directivos y que, precisamente, causaban gracia al público. Y ello porque cualquiera de los que aparecían podrían identificarse con los gestores que hubiera entre el público, aunque no fueran en ese momento conscientes de ello.
Los espectadores se estaban riendo de ellos mismos, de sus propios comportamientos, y no se daban cuenta. Aprendemos, desde muy pequeños, qué es lo que nos conviene mostrar y qué es lo que nos conviene ocultar, y desarrollamos diversas estrategias que construyen muros, fortalezas y barreras para sostener ese mostrar y no mostrar. Por tanto, dentro de nosotros, quedan ocultos, y muchas veces bloqueados, innumerables recursos que podrían ayudarnos a desenvolvernos mejor, tanto en la vida personal como en la profesional. Asimismo, crecen enormemente otras capacidades y habilidades que, a veces, por mal utilizadas, nos ponen en determinados compromisos.
Como profesionales sanitarios, nuestros escritos satisfacen la necesidad de comunicarnos con un más amplio sector de la sociedad en que vivimos, con un sentido social, transmitiendo así nuestros pensamientos y experiencias a cuantos lean nuestras obras o contemplen, desde las butacas, nuestras piezas teatrales. No se trata, en la mayoría de los profesionales sanitarios escritores, de narrar los casos vividos en su práctica diaria, aunque también existe quien se limita a exponerlos, dándoles forma literaria.
La influencia de la Medicina en el autor es mucho más profunda, más sutil, sumamente interiorizada en su propio ser. Se ha ido destilando gota a gota, cambiando su manera de ver el mundo debido a su contacto con el sufrimiento físico y moral de sus pacientes. Y con la muerte. Esas vivencias le condicionan dramáticamente, sea en las narraciones, en el ensayo, en la poesía o en el teatro. El teatro permite bucear dentro de nosotros, luchar con nuestros bloqueos, y moderar el uso de las capacidades que mostramos, aunque alguna vez las compensamos con las que creemos que no tenemos. De una forma lúdica y divertida, en el teatro se desarrolla la espontaneidad, rescatando la cualidad humana innata del juego, e improvisando. Se trabaja la voz, la postura corporal, la respiración. Se trabajan las emociones. Y se desarrolla algo tan importante como la creatividad, la imaginación; se incrementan los recursos, la forma en la que reaccionamos ante determinadas circunstancias…
La empresa es teatro y el directivo sanitario, el gestor, es un actor
Si queremos ser más serios, o más comprometidos con nuestro desarrollo, deberemos estudiar personajes que sean contrarios a lo que nosotros mostramos en el día a día y, entonces, lidiaremos con aquellas cuestiones y emociones que no nos permitimos. Por ejemplo, si pensamos en la rabia, y elegimos un personaje furibundo, lucharemos con nosotros mismos y, finalmente, la liberaremos, le daremos lugar dentro de nosotros y dejaremos de señalarla y reprimirla. Y no hace falta que sea de forma profesional, sino como aficionado o delante de nuestro espejo doméstico. Y si avanzamos en ello, y somos capaces de profundizar, entonces deberíamos buscar retos, que nos pongan en situaciones comprometidas para nosotros mismos, y nos permitan investigar nuestros recursos para salir airosos de esas situaciones, sabiendo, en definitiva, que todo es juego y que, paradójicamente, no nos va nada trascendental en ello. Ya sea a través del juego, de las improvisaciones, de los personajes, o de todo ello en conjunto, los juicios, los prejuicios, las limitaciones y las sobredemandas sobre nosotros mismos, y también sobre los demás, quedarán expuestos y a nuestra luz pudiendo, desde ahí, construir, crecer y evolucionar y, sobre todo, darle un lugar mejor a todas las partes de nosotros mismos. Y si la comunicación verbal es trascendente, ¿qué decir de la comunicación no verbal?, la más impactante y la primera que detecta el cerebro.
Los actores profesionales saben perfectamente que, para llegar al espectador, no basta con recitar el texto perfectamente, hay que acompañarlo con gestos, miradas, movimientos, etcéteraétera. Utilizan todos los recursos a su alcance de la comunicación verbal y no verbal, para convencer y transmitir emociones.
Resumiendo, todo esto que estoy comentando en este artículo, y que parece reservado a los escenarios, puede aplicarse en la vida profesional diaria, para sacar el máximo partido a cada situación, con el simple hecho de dominar una serie de técnicas entre las que hay que destacar las vocales, las de respiración, las de improvisación, las de expresión corporal (comunicando con la mirada, el gesto y el cuerpo) y, sobre todo, vencer al miedo escénico y la sensación de ridículo.
Todos podemos hacer uso de estos recursos y aplicarlos en el momento que más nos convenga para conseguir nuestros objetivos: un directivo para ganar capacidad de liderazgo, un abogado para convencer a un juez, un comercial para vender su producto, etcéteraétera. Incluso cuando estamos con amigos podemos usar los recursos para relacionarnos mejor con ellos.
No se trata solo de lo que se dice, sino de cómo se dice. Los resultados revelan que las técnicas teatrales permiten cultivar habilidades de liderazgo tales como la improvisación, la comunicación oral y la inteligencia emocional pudiendo convertirse, por tanto, en una vía para su desarrollo. Asimismo, se descubre que España se encuentra atrasada en materia de incorporación de las técnicas teatrales en la formación de estudiantes y directivos en el área empresarial. En nuestra nación, desde que el ya nombrado Gregorio Marañón popularizó la figura del médico escritor, en su doble faceta de hombre de ciencia y de letras, esta dualidad profesional está tan aceptada que casi se ha convertido en un tópico.
Rara es la persona que no le hace al médico autor esta pregunta: ¿por qué será que con tanta frecuencia el médico tiene una vena literaria? La contestación es obvia. El contacto con el ser humano comporta un interés, una comprensión o, por lo menos, un conocimiento de sus problemas que, a veces, para darle una respuesta más general, no basta con el arsenal médico terapéutico, sino que necesita el campo blanco e infinito de las cuartillas, el bolígrafo, el ordenador o…el escenario.