El corazón de la sanidad
Era un día cualquiera cuando mis dedos, en su danza habitual sobre mi pecho durante la ducha, se encontraron con un intruso: un pequeño nódulo, apenas perceptible al tacto. Un escalofrío recorrió mi cuerpo y una ola de preguntas invadió mi mente. ¿Qué era aquello? ¿Sería algo grave? La incertidumbre se apoderó de mí. Con el corazón encogido, llamé a mi médico de cabecera. La cita llegó dos semanas después, una eternidad en la que mi mente se debatía entre el optimismo y el terror. En la consulta, la doctora me examinó con detenimiento y me derivó a la unidad de mama del hospital público. La ecografía y la