Desde hace unas semanas ronda mi cabeza la siguiente pregunta: ¿la realidad última es permanente o cambia con el tiempo? Probablemente, tiene algo que ver con alguna de las estrategias de gestión del cambio que anduve revisando para escribir estas líneas; aunque si nos remontamos a épocas pasadas, alguno de vosotros podría afirmar que se trata de una de las cuestiones más importantes que debe responder cualquier teoría sobre la realidad. La realidad es tozuda, y destila en la mayoría de las ocasiones cierto aroma de crudeza. ¿Quién o quiénes de los lectores de este medio de expresión no ha experimentado en primera persona al menos un problema cuando gestiona cambios?
Hay varias razones que constituyen la necesidad de gestionar el cambio, y no solo se refieren a la evitación de problemas, sino al ajuste de las realidades del entorno. Las acomodaciones en el liderazgo y la implantación de nuevas tecnologías son motores habituales de la gestión del cambio. El desarrollo organizacional necesario para mejorar la salud de las personas, teniendo en cuenta el contexto de rápida transformación digital en todos los sectores, lleva a los sistemas sanitarios a implementar nuevos productos y procesos de forma atropellada. Sin embargo, estas innovaciones que instan al cambio a menudo alteran a las personas y los flujos de trabajo, lo que plantea la necesidad de una gestión eficaz del cambio sin perder de vista la perspectiva humana. De todas las propuestas metodológicas para gestionar adecuadamente los cambios me gustaría resaltar una de ellas, la desarrollada por el consultor William Bridges, ya que se centra en las reacciones de las personas ante el cambio. No incurre de forma monótona y cuasi-unidireccional en la clásica resistencia al cambio, sino que baraja la susceptibilidad de las personas, es decir, esa cualidad de generar suspicacias, recelos, malicias, quisquillosidades, desconfianzas, mosqueos, escrúpulos, etc. Según el Sr. Bridges, los agentes interesados principales o clave en la transformación suelen comparar su adaptación al cambio con las 3 etapas del duelo. Sin embargo, el modelo del Sr. Bridges describe el proceso de una forma más pedagógica a través de 3 etapas:
- Final: caracterizada por la discontinuación de viejos procesos.
- Zona neutra: definida por la incertidumbre y la confusión mientras se identifican los nuevos roles.
- Nuevos comienzos: representado por la aceptación de nuevos caminos.
‘El éxito de un verdadero cambio transformacional en salud va más allá de un plan de comunicación política y de unas buenas intenciones’
El éxito de un verdadero cambio transformacional en salud va más allá de un plan de comunicación política y de unas buenas intenciones, sino que implica implementar el cambio en toda la cultura de la organización. El uso de una estrategia de gestión del cambio puede ayudar a los agentes interesados a adoptar los cambios propuestos más fácilmente que cuando no se emplea dicha estrategia. Sería deseable activar a los pacientes y a los profesionales de la salud como agentes del cambio, haciéndoles copartícipes en el diseño y en los flujos de trabajo. Se debe fomentar que los líderes sean verdaderos agentes de cambio, haciendo creíble y compartida la visibilización de los beneficios esperados del mismo, mediante el desarrollo de un plan integral de transformación. En otro orden de cosas, el concepto de agilidad es crucial para la naturaleza del pensamiento de diseño de los procesos de cambio, sin olvidar nunca que el cambio no es un evento estático, así como tampoco lo son sus problemas asociados. La historia nos enseña que los cambios organizacionales más exitosos fueron ante todo ágiles e iterativos. La construcción de un nuevo modelo que garantice la mejor salud pivota sobre las personas y la gestión del cambio. Y son las personas las que han de ser lo suficientemente flexibles como para adaptarse y mejorar a medida que surgen nuevas necesidades, o inéditas realidades.
Regresando a la pregunta inicial respecto a la permanencia o evanescencia de la realidad: cuando hablamos de la gestión del cambio hemos de evitar la metafísica estática de Parménides (ningún cambio es posible) y posicionarnos a favor de la metafísica dinámica de Heráclito (la transformación continua). ¿Será cierto que existe un orden en la lucha de contrarios que explica la regularidad y la armonía del universo?