Acaba otro año complejo en el contexto sanitario, social y económico. Un ejercicio 2021 que, sin duda, ha vuelto a estar marcado por la COVID y los picos de contagios, que han tensionado en mayor o menor medida las diferentes regiones de España y del mundo, y también por la vacunación, con buenos índices de inmunización, al menos en los países del primer mundo. Me gustaría acabar este año compartiendo en este blog algunas reflexiones sobre los cambios vividos y percibidos en estos doce meses, pero también sobre los retos que debemos afrontar en un 2022 que llama ya a nuestra puerta, así como en los años venideros.
Llevamos tres meses de reconocimientos al grupo sanitario Ribera y a sus profesionales, que me llenan de satisfacción y orgullo, y que confirman que nuestro modelo de salud responsable no solo funciona bien, sino que pacientes, profesionales y sociedad civil lo valoran como necesario y como un ejemplo a seguir en términos de humanización, tecnología y digitalización, transparencia y compliance, investigación y docencia y trayectoria profesional (por ejemplo, el premio de ‘Innovación tecnológica por el modelo predictivo COVID, el premio a la ‘Transformación digital de la Cámara de Comercio de Valencia’, la mención como finalista en los ABB Ability Digital Award por nuestra psicoterapia digital, el premio de ‘Humanización Sanitaria del Club de Marketing’ por el acompañamiento de pacientes con mascotas, el diploma como finalista de los Premios Corresponsables por el documental sobre el COVID, o el reconocimiento de New Medical Economics a mi trayectoria profesional).
Al mismo tiempo, no puedo dejar de hacer alusión a una de las decisiones más incomprensibles, por injusta e insolidaria con ciudadanos y profesionales, que es la reversión a la gestión pública directa del Hospital Universitario de Torrevieja. No voy a ahondar en la sentencia del Tribunal Supremo que advertía del procedimiento básico para llevar a cabo esta reversión y que no se ha cumplido, de las exigencias de la propia Intervención General de la Generalitat, ni tampoco de la arbitrariedad de una decisión ideológica sobre un recurso sanitario clave en la provincia de Alicante en plena pandemia mundial. Las consecuencias, por desgracia, las están sufriendo ya los trabajadores que llevan meses sin cobrar y los pacientes que son derivados a otros centros o esperan lo nunca visto a ser atendidos. Un caos en toda regla que advertimos al presidente de la Generalitat y que incluye que el jefe de Urgencias de ese hospital haya tenido que llamar a la Guardia Civil para poner orden en Urgencias. Lo nunca visto.
Pero todo lo bueno y lo menos bueno de este año me lleva a reflexionar, una vez más, sobre los retos de nuestro sistema sanitario, que se va a enfrentar a obstáculos de altura y que, por tanto, va a necesitar de líderes valientes, honestos, transparentes, realistas y centrados en lo que de verdad es importante: facilitar el acceso a una asistencia sanitaria de calidad, rápida en la atención, el diagnóstico y el tratamiento, y que asuma la prevención y el cuidado del bienestar físico y emocional de la población como una prioridad en el sistema.
Los ciudadanos quieren una respuesta rápida cuando tienen un problema de salud
La COVID sigue entre nosotros 22 meses después y la Sanidad de los próximos años, la de la postpandemia, va a necesitar lo mejor de todos los agentes del sector. Pero ¿dónde debemos poner el foco las organizaciones sanitarias?
En mi opinión, la excelencia en Sanidad se medirá en los próximos años en términos de accesibilidad, es decir, en cómo de rápido y de sencillo se lo pongan a los ciudadanos las organizaciones sanitarias para cuidar de cada uno de nosotros cuando estamos sanos, y curarnos cuando estamos enfermos. Es el primer punto clave que quiero abordar hoy.
Los ciudadanos quieren una respuesta rápida cuando tienen un problema de salud. Una persona con problemas graves de visión no puede estar casi dos años para operarse de unas cataratas, ni un ciudadano con dolor permanente y agudo que apenas se mueve, esperar más de nueve meses para una prótesis de cadera. La gente se va a cansar de esperar y va a exigir una atención rápida, que su problema de salud se identifique y se le facilite el acceso a un sistema sanitario que le dé respuestas y soluciones rápidas y efectivas.
Por supuesto, la transformación digital que hemos acometido muchas organizaciones en los últimos años va a favorecer esta accesibilidad, pero también es clave que las compañías y sus modelos de gestión sean flexibles, que se adapten rápido a los cambios y situaciones que, como esta pandemia, tensionan cíclicamente algunos servicios. Será excelente la organización que mejor dé respuesta a esta exigencia ciudadana de mejora de la accesibilidad a los recursos sanitarios.
La segunda idea clave en la que debemos seguir trabajando organizaciones como Ribera es en un concepto aún más amplio de la salud, entendida también como el cuidado del bienestar del ciudadano. Es decir, tenemos que ganarnos la confianza de la población para que confíen en que les cuidamos cuando están bien, que nos preocupamos por ellos, vigilamos sus factores de riesgo y prevenimos, de forma personalizada, alteraciones o riesgos en su estado de salud. Tenemos que ser proactivos, estar cerca, monitorizar a los “pacientes sanos” y seguir trabajando en modelos predictivos que nos ayudan a adelantarnos a empeoramientos de la salud de nuestros pacientes. Y, por supuesto, que hacemos todo cuanto está en nuestras manos para curarles cuando están enfermos y solucionar su problema.
Estas son dos claves de la Sanidad de esta década: la accesibilidad al sistema y el cuidado de la salud, pero también del bienestar, físico y emocional, con un acompañamiento constante. Sistemas como del modelo de salud poblacional que aplicamos en Ribera hace años y herramientas como Minds, el nuevo programa de bienestar emocional, son un referente en este nuevo panorama asistencial.
La sostenibilidad del sistema sanitario público es esencial. Y dado que se financia vía impuestos a los ciudadanos, el buen uso del sistema y de los servicios que presta debería estar garantizado para conseguir el mejor estado de salud de la población. Si no se hace un uso eficiente de los recursos, se está engañando a los ciudadanos, porque esos costes no están dedicados a solucionar los problemas de salud, sino a otro tipo de gastos de carácter institucional o de gestión (en este caso de mala gestión), que deben ser evitados porque generan mayor lentitud en la atención, burocracia, menos flexibilidad… y a la larga, empeoran los resultados de salud. Y la sostenibilidad es muy importante en el sistema público, pero también en el privado.
Las compañías de seguros, cuyo papel es fundamental y cada vez tienen un mayor reconocimiento social, también tienen que dar un paso hacia la modernidad, cambiar conceptos y ser más proactivos, porque si no son eficientes, tendrán que subir las primas. Y esto les hará menos atractivos para los ciudadanos, que llevan años poniendo la mirada sobre esta modalidad de atención, ante las carencias y retrasos que está sufriendo el sistema público en general.
Por último, por lo que respecta al sector hospitalario o de provisión sanitaria privada, este tiene que contribuir hacia un modelo de gestión a largo plazo, trabajando conjuntamente con el sector asegurador para ser eficiente en la respuesta a los ciudadanos, trabajando con una visión compartida con el resto de agentes del sistema, y buscando el modo de conseguir que, con una mejor comunicación haya más personas que apuesten por el sector privado como un sector que va a ser fundamental para colaboración con la administración pública, desde una visión más solidaria, involucrada y con visión de futuro, sobre todo porque garantiza su sostenibilidad futura. Una asistencia más integrada, cooperativa y eficiente en beneficio de los ciudadanos.
Todos somos necesarios y podemos aportar valor al cuidado de la salud y el bienestar de los ciudadanos. Ojalá el año 2022 sea el de la colaboración, el entendimiento y el gran pacto de la Sanidad. Por todos y para todos.