Me gustaría aprovechar este blog para reflexionar y aportar mi visión públicamente sobre la pospandemia. Sabéis, los que seguís estas entradas al blog, que me gusta reflexionar y analizar la actualidad con frecuencia, para intentar anticiparme y tomar las mejores decisiones para mi organización, para los grandes profesionales que trabajan en ella y, sobre todo, para los ciudadanos y su atención sanitaria. Por eso, basándome en mi análisis de los problemas y retos actuales de los sistemas sanitarios, me gustaría explicar por qué pienso que el impacto del COVID va a perdurar en el medio y largo plazo.
Creo que hay sectores como el turismo, la hostelería y el ocio que, aunque llevan un año muy duro, con cierres y limitaciones horarias y de aforo, tendrán una salida rápida de la crisis. Si han conseguido sobrevivir a este año de pandemia sin vacunas, aunque desgraciadamente muchos no, es muy probable que sean capaces de recuperar su fuerza e importancia para la economía española en pocos meses, en cuanto se normalice la producción y distribución de las vacunas contra el COVID, se relajen o eliminen las limitaciones y los ciudadanos se sientan más seguros. En otros sectores, como el industrial, la recuperación puede tardar algo más, porque primero tiene que reactivarse el consumo. Pero si nuestros dirigentes aprovechan bien el impulso de fondos europeos, podremos lograr que superen la crisis e, incluso, permitan una verdadera política industrial que fortalezca las industrias que hace un año no creíamos tan necesarios.
Pero no tengo ninguna duda de que esta pandemia va a dejar muchas secuelas en los sistemas sanitarios de todo el mundo, en el medio y el largo plazo. Ha quedado demostrado que, aunque el COVID ha limitado la movilidad entre los países, la globalización es una realidad y seguirá siéndolo después de esta crisis sanitaria. Y, por tanto, los problemas de muchos son y se convertirán en los problemas de todos, a pesar de la miopía de quienes piensan en España como la única realidad que existe, ignorando que vivimos en un mundo abierto.
Y ¿por qué digo que vamos a convivir con las consecuencias de esta pandemia en el medio y largo plazo? Voy a explicarlo de manera muy esquemática. Hay tres elementos que van a generar una presión sobre los sistemas sanitarios que será insoportable, si no le ponemos remedio.
Esta pandemia va a dejar muchas secuelas en los sistemas sanitarios de todo el mundo, en el medio y el largo plazo
El aumento de los costes. Y me refiero no solo en el corto plazo, por la necesidad de contratar más personal para reforzar servicios, cubrir bajas, comprar vacunas, material de protección para los profesionales, pruebas COVID para los pacientes, etc. También por las propias secuelas no conocidas de esta enfermedad. Los profesionales sanitarios alertan, después de un año, de secuelas neurológicas, psicológicas, pero también físicas y que afectan a órganos y sistemas como el respiratorio, y que van a perdurar y a ejercer una presión sobre la Sanidad, que se alargará más allá del corto plazo. De hecho, creo que aún no conocemos todas las consecuencias del virus y el impacto en la salud física y emocional de la población por esta enfermedad.
El agravamiento de las listas de espera quirúrgicas. Vivimos las peores listas de espera en la sanidad pública de España, pero también en otros países. Se han dedicado todos los recursos a la urgencia de la pandemia y se han pospuesto intervenciones que han generado un retraso, aún mayor del que había, en las esperas de los pacientes. Eso, además, va a ser complicado recuperar sin colaboración de la sanidad privada. Porque creo que seguiremos viviendo “olas pandémicas”, que no serán de la misma intensidad que las actuales, pero que en determinadas épocas del año supondrán tal presión asistencial que obligarán a aplazar temporalmente intervenciones y consultas para atender urgencias, como ocurría hasta ahora en ocasiones con la gripe común. De tal forma que si las listas de esperan eran un problema, ahora lo serán aún más. Además, ya estamos viendo que estas listas de espera generan intervenciones más complejas, con peor pronóstico y una recuperación más lenta, con todo el impacto en bienestar y coste que ello genera.
El retraso en los diagnósticos y tratamientos. Nuestro jefe de Urgencias en el Hospital Ribera Povisa, Ángel Martín Joven, lo definía muy bien hace unos días, en una entrevista en La Voz de Galicia: “Hay una pandemia oculta, sobre todo entre las personas mayores, que no vienen a Urgencias por miedo al coronavirus. Y le quitan importancia a un dolor torácico, por ejemplo, que luego comprobamos que ha sido un infarto y que podríamos haber tratado si hubiera acudido al hospital”. Esta es la otra realidad de la pandemia. Hemos detectado, hace meses, que muchos pacientes no acuden a las revisiones, a los chequeos de salud, a pruebas diagnósticas y a Urgencias por miedo a contagiarse. Además, el retraso en las pruebas diagnósticas y tratamientos especializados, como resonancias, radioterapia, etc. implica, como hemos dicho en el punto 2, tratar enfermedades como el cáncer en un estadio más tardío, con todo el impacto sobre el pronóstico, la complejidad y la recuperación que ya hemos comentado.
La combinación de estos tres elementos supone una presión insostenible en el medio plazo sobre el sistema sanitario. Y ante esta situación, si alguien piensa que la solución o la respuesta política, el “programa de rescate de los ciudadanos”, es estatalizar el sistema sanitario, vive en otro mundo. En otra galaxia más bien. Incluso algunos hablan de una industria farmacéutica pública y nacionalizar las farmacias… No me cansaré de repetir que lo que tenemos que hacer es buscar la suma de recursos, el consenso y la coordinación entre las organizaciones y administraciones, para dar una solución a los problemas de hoy, que son una amenaza real a la atención sanitaria del mañana. Y me refiero al “mañana” literal, porque el tiempo va en nuestra contra. Espero que los responsables políticos y sanitarios de España sean conscientes de esta realidad, porque la imagen que transmiten -que no digo que sea la verdadera, sino la que se refleja- es la de quienes ponen por delante escaños, liderazgos efímeros y juegos de poder antes que la salud de los ciudadanos.
Es triste que a estas alturas del siglo XXI y después de lo sufrido con la pandemia, los dirigentes políticos no sean capaces de hablar con normalidad de la colaboración con el sector privado para hacer frente a esta tragedia. No puedo comprender que con lo que estamos viviendo haya quien piense que, en lugar de hacer un reconocimiento público al trabajo de todos los profesionales, se considere a la sanidad privada por detrás de la pública, a la hora de vacunar a sus profesionales y de reconocer su labor. El verdadero servicio público es aportar soluciones a los problemas reales de los ciudadanos, para mejorar su bienestar y calidad de vida. Todo lo demás es secundario. Me gustaría pensar que los políticos, al menos, han aprendido esto durante la tragedia que estamos viviendo.