Como reza el título de esta columna, siempre es un buen momento para provocar el efecto venturi en el sistema sanitario español. Pero en los tiempos que corren es una obligación irrenunciable. En esta segunda reflexión queríamos entrar más en el cómo se debe provocar ese efecto.
En primer lugar, vamos a detenernos en el “efecto venturi”. Giovanni Battista Venturi (1746 – 1822) lo definió para explicar el comportamiento de los fluidos cuando la sección por la que transcurre disminuye, afirmando que la velocidad del líquido aumenta tras atravesar esa sección.
Trasladando la reflexión a la Sanidad, provocar el efecto venturi consiste en dar respuesta al incremento de la presión asistencial aumentando la capacidad de respuesta del sistema sanitario con los recursos de los que se disponen. Es decir, optimizando los recursos y aplicando fórmulas que incrementen la eficiencia.
La presión asistencial, es decir, la cantidad de pacientes a resolver su enfermedad ha aumentado exponencialmente desde el inicio de la pandemia. La aparición de forma explosiva de una enfermedad como ha sido la del COVID-19, supuso la monopolización de los recursos en un primer momento, y de una gran parte de los mismos en los siguientes meses. Y aún continúa. Eso, en un sistema de presión alta pero controlada (daba respuesta aceptable al menos), provoca un colapso del sistema con un tapón asistencial para el resto de las patologías. En otras palabras, esperas más largas a tener hueco para ser operados los que estaban indicados para ello, para cualquier otro tratamiento, para finalizar su proceso diagnóstico otros muchos, y una cola creciente de personas con patologías sin diagnosticar. Demanda oculta estos últimos que hay que dimensionar para su abordaje.
Es decir, en la misma capacidad de respuesta asistencial que nos ofrecen los recursos disponibles, debemos ser capaces de: resolver las demandas de los enfermos COVID-19, más la demanda habitual de los pacientes que se van generando de otras patologías, más los que no han sido tratados a tiempo y que van a necesitar su asistencia, tal vez, con una complicación de la patología que va a requerir más recursos de los inicialmente previstos. Lo de la misma capacidad es por aquello de “ceteris paribus” (“siendo el resto de las cosas iguales”), por no meter muchas más variables a la ecuación, pues tampoco es cierto que la capacidad haya permanecido estable. A modo de ejemplo: se aumentaron camas UCI en detrimento de otros servicios como quirófanos, se han abierto hospitales, se han cerrado servicios por reubicación del personal o se han producido variaciones de los profesionales disponibles, con más contrataciones, y con un número descomunal de bajas a lo largo de este periodo. Esto por no mencionar algunas variables.
Provocar el efecto venturi consiste en optimizar los recursos y aplicar fórmulas que incrementen la eficiencia
Para abordar este problema con alguna probabilidad de éxito, de poco sirve actuaciones aisladas en un momento del proceso asistencial, si no se tiene en cuenta las consecuencias en el resto del proceso asistencial. Acelerar consultas con telemedicina, por ejemplo, va a incrementar la cola em diagnóstico por la imagen, incrementando el tapón ahí. Y si se resuelve, volverá el paciente a consulta, o a hacer cola en otras especialidades, en la cirugía, etcétera. En otras palabras, el proceso asistencial del paciente es un sistema de múltiples colas que solo la planificación del mismo mediante la aplicación de modelos matemáticos va a poderse lograr el efecto venturi y, con ello, el objetivo de recuperar la situación anterior. Teniendo en cuenta que el primer punto del proceso a contemplar deben ser los pacientes ocultos que están enfermos, pero no han entrado en el proceso asistencial aún.
Es irrenunciable lograr hacer la paciente lo que hay que hacerle, todo lo que hay que hacerle, pero solo que hay que hacerlo, en el momento adecuado, y de la mejor forma posible. Con todo ello se logrará la eficiencia y la optimización de los recursos, que es la base de la seguridad. Pues un sistema no seguro queda invalidado.
Antonio Burgueño Jerez