La hospitalización de un niño constituye un estresor en su vida de baja frecuencia, pero de un gran impacto emocional tanto para él como para su familia, que puede ser vivida como una situación amenazante, que le genera temor y problemas adaptativos. La afectación emocional del niño hospitalizado es una tesis ampliamente aceptada, por lo que en los últimos tiempos hay una tendencia a bus-car soluciones y estrategias de afrontamiento ante la situación de hospitalización de pacientes pediátricos.
El niño experimenta grandes cambios en su vida cotidiana, como la pérdida de autonomía, independencia e intimidad en un ambiente desconocido, un alejamiento de las personas significativas para él, familia, compañeros y amigos, así como de su ambiente y sus objetos personales. Se ven sometidos a procedimientos invasivos, dolorosos y que le producen miedo.
A pesar de ser una situación estresante, desde el enfoque de la resiliencia puede constituir una oportunidad de aprendizaje para superar con éxito situaciones adversas y aprender a utilizar aquellos recursos internos para la adaptación a entornos diferentes.
Atendiendo a los derechos del niño hospitalizado, Silva Páez (2012) en su estudio identifica dentro de los tres más importantes para los propios niños, dos que hacen referencia directa a aprender y jugar. El derecho número 10, «que me permitan caminar, jugar, aprender y hacer bullicio, si esto no interfiere con la calidad de mi cuidado» y el derecho número 5 «que pueda disponer de juguetes, libros, me-dios audiovisuales adecuados a mi edad».
El aula mejora la autoestima de los niños haciéndoles sentirse importantes ante los profesores, sus iguales, sus familias y el personal que los atiende
Diversos trabajos han puesto de manifiesto que la hospitalización supone un estrés en el niño que puede manifestarlo con cambios físicos como taquicardia, palpitaciones o trastornos del sueño y trastornos conductuales como actitud temerosa, irritabilidad, cambios en la conducta, etcétera. Sin embargo, algunos elementos actúan como distractores y disminuyen la ansiedad del niño, los factores llamados amortiguadores de la experiencia hospitalaria, aquellos que promueven una adaptación exitosa, factores como pueden ser el humor, la creatividad, la interacción y la iniciativa. Si a estos factores se les añade el juego y el aprendizaje, se favorece la resiliencia hospitalaria, enfrentándose con éxito a la situación de hospitalización.
Entre los factores dentro del entorno hospitalario que tienen una influencia clara sobre el bienestar subjetivo de los niños ingresados, están la calidad humana de las personas que lo atienden y la disponibilidad de infraestructura y recursos materiales para el juego y el aprendizaje de los niños.Las aulas hospitalarias nacen del principio de que todo niño tiene derecho a la educación, independientemente de su condición de salud.
El aula hospitalaria es el marco idóneo para la interacción entre los distintos actores que intervienen en el proceso sanitario y educativo del niño, lugar en el que se favorece y se potencia la cooperación, la solidaridad y la comprensión.
El aula hospitalaria, con un rol principalmente educativo, tiene efectos favorables en el pro-ceso de adaptación a la hospitalización, en la disminución de la ansiedad y el restablecimiento de la salud del niño enfermo. Lieutenant describe una doble función de las aulas hospitalarias, por una parte, para la pro-moción y el mantenimiento en el nivel escolar del niño, continuando con su aprendizaje y por otro lado, su valor terapéutico al incentivar la actividad, autonomía, el aprendizaje y la comunicación.
En un estudio publicado por Serradas Fonseca, Ortiz González y Manueles Jiménez, comprobaron que los niños que asistían a las aulas hospitalarias tenían niveles más bajos de ansiedad durante su hospitalización que los que no recibían ningún tipo de asistencia educativa. Y en el análisis de los dibujos de este mismo estudio, el 12% presentó como escenario de sus dibujos el aula hospitalaria, representando en el 100% de ellos a los niños en una posición activa, como jugando, leyendo, utilizando un ordenador, etcétera, y nunca en posición pasiva, como puede ser metido en la cama, a diferencia de los dibujos que se representaban en otras áreas del hospital.
Esta representación de actividad del niño hospitalizado pone en evidencia el factor resiliente que constituye el aula hospitalaria.
El aula mejora la autoestima de los niños haciéndoles sentirse importantes ante los profesores, sus iguales, sus familias y el personal que los atiende.
Los docentes y los profesionales de la salud asumen un papel como promotores de la resiliencia animando a los niños a sobreponer-se a la adversidad. La coordinación y el trabajo transdisciplinar entre ellos es decisivo para lograr resultados favorables para el niño y su familia.