El SNS se enfrenta, con sus activos, al pasivo de los cambios económicos, sociales y tecnológicos que lo rodean. Un ejemplo manifiesto es la cronicidad.
Las enfermedades crónicas representan la demanda manifiesta prevalente en el SNS y suponen un elemento disruptivo para el actual catálogo de prestaciones y la actual cartera de servicios, para la organización por niveles asistenciales, sus criterios de planificación y de asignación de recursos, así como para el rol de profesionales y pacientes.
En aras de la equidad, la atención a la cronicidad requiere de un reconocimiento estructural y a la vez funcional dentro del SNS que contemple todas las enfermedades crónicas más allá de las padecidas por los adultos mayores.
Los actuales instrumentos de planificación siguen aún criterios de atención por niveles de resolución y enmarcan en ellos las asignaciones de recursos que se basan, en general, en cubrir los costes de la gestión de equipamientos sanitarios y su actividad. Ello limita la transición hacia la atención integrada e integral como organización formal que se sustenta en modelos de coordinación y cooperación no identificados en la asignación de recursos.
La atención a la cronicidad debe de ser tratada con criterio prioritario, singular e integral en la planificación. Más allá de los patrones epidemiológicos clásicos y niveles y equipamientos donde prestar servicios, debe enmarcar la asignación de recursos en el dar respuesta a las necesidades de acuerdo con sistemas predictivos de estratificación de la población y de acuerdo con modelos organizativos de cooperación y coordinación.
Al cambio de paradigma que la cronicidad comporta, hay que añadir otro cambio disruptivo como es la petición de un papel activo por parte de los pacientes y sus asociaciones en las decisiones que les atañen con relación a las prescripciones y en cómo recibir la atención. Para ello la formación, formal o informal, es la base de su empoderamiento. Para la gran mayoría de los pacientes con enfermedades crónicas, como también para su entorno afectivo, su papel activo tiene un valor terapéutico.
La participación de los pacientes crónicos en las decisiones que les atañen y su empoderamiento, deben incorporarse a actuaciones organizativas y asistenciales de forma estructurada y correlacionarse con los resultados.
La evolución de la cronicidad se halla fuertemente influenciada por la capacidad del SNS en obtener buenos resultados en promoción de la salud, aunque es una responsabilidad que va más allá de este e implica a muchas otras políticas que no son las sanitarias. También lo es la prevención primaria, secundaria, terciaria y cuaternaria.
La atención a la cronicidad debe contemplar los recursos necesarios, más allá de los asistenciales, para la promoción de la salud y la prevención pues forman parte indivisa de la misma. Debe implicar también a otras políticas.
La enfermedad crónica, a cualquier edad que se presente, puede conllevar pérdidas importantes de la autonomía personal y de los recursos económicos. La evolución de la enfermedad y muchos aspectos de prevención terciaria pueden verse afectados de no tener en cuenta esos aspectos y no disponer de respuesta para paliarlos. La atención conjunta a los aspectos de salud y a los sociales forman parte de la atención centrada en el paciente. Los resultados en esperanza de vida y consumo de recursos sanitarios se ven afectados de no darse esa sinergia. La división estructural y presupuestaria entre la atención a la dependencia y la atención sanitaria se suma a la estructura divisional de la prestación de los servicios del SNS. Las unificaciones ministeriales y de consejerías no han supuesto integraciones organizativas efectivas.
La atención social a la enfermedad crónica debe incorporarse de manera formal e integral al catálogo de prestaciones del SNS.
La atención integral e integrada requiere de información compartida en tiempo y forma. A su vez esa información debe generar el conocimiento necesario para progresar en beneficios y mejoras para las propuestas de los profesionales y para la atención de los pacientes crónicos. Es un instrumento asistencial como lo son las tecnologías diagnósticas o terapéuticas. La historia clínica interoperable es el principal ejemplo.
“La atención social a la enfermedad crónica debe incorporarse de manera formal e integral al catálogo de prestaciones del SNS”
Las nuevas tecnologías de la información y la comunicación pueden sustituir, en numerosas ocasiones, la relación presencial tanto entre profesionales y pacientes como en procesos administrativos. Así mismo, representan un cambio drástico en el ámbito de la salud como el que ha supuesto en nuestra sociedad.
Una buena parte de las tecnologías de la información y la comunicación deben ser consideradas, y dotadas, como un recurso asistencial para la atención a los pacientes crónicos más que como un recurso administrativo.
La buena gobernanza requiere de participación, transparencia y rendición de cuentas. La publicación de resultados y su evaluación es el instrumento esencial para la legitimar las decisiones tomadas. La ENAC (Estrategia Nacional de Atención a la Cronicidad) y los planes de la mayoría de las CCAA no contemplan la métrica suficiente para medir resultados de sus iniciativas, ni sistemas concretos de evaluación.
El SNS debe construir un sistema de medición de resultados homogéneos y un registro que sirva de cuaderno de mando para la gobernanza de la atención a la Cronicidad desde el Consejo Interterritorial.
El SNS debe reconocer como reto para su solvencia y sostenibilidad el abordar adecuadamente la atención a la cronicidad. Es reconocible esa preocupación con la elaboración de planes estratégicos por parte de las CCAA y del Ministerio. Con ello ha adquirido la visibilidad necesaria para ser tenido en cuenta en muchos análisis socioeconómicos. Las estrategias también han permitido coincidir en el papel de la Atención Primaria y Comunitaria como disciplina y eje alrededor del cual debe pivotar la continuidad asistencial del paciente crónico y especialmente del paciente crónico complejo.
La Atención Primaria y Comunitaria debe revisar su modelo organizativo y conceptual de primer nivel de resolución para ser el eje de la atención a la cronicidad. La formación continuada de los profesionales que intervienen en la atención a la cronicidad y la capacitación para nuevos roles debe incorporarse como actividad ordinaria.
El papel que las oficinas de farmacia pueden tener en coordinación con la Atención Primaria, por su implantación territorial y su penetración en la comunidad, está por desarrollar. Prevención y promoción de la salud son espacios para tener en cuenta para su participación. Tampoco debemos dejar de lado su papel en la prevención social.
La relación entre el trato afectivo recibido por un paciente y la confianza generada en todo aquello que concierne al seguimiento y resultado de su tratamiento, aparece como elemento estratégico también en muchas CCAA. Para ello se inician proyectos llamados de humanización de la atención que refuerzan el principio de atención centrada en la persona. Estos planes no hacen referencia explícita a la atención a la cronicidad que supone el mayor número de contactos de un paciente con el SNS. Refuerzan el concepto humanístico de la persona y la empatía en el trato.
Los planes de cronicidad deben contemplar para todos los pacientes y para todos los profesionales modelos organizativos que incorporen la dimensión de la dignidad y la humanidad de la persona.
Las numerosas iniciativas existentes analizadas en el SNS, siendo impecables en su valor documental, parecen adolecer de efectividad a la hora de su implementación y evaluación. Los instrumentos generales de planificación, asignación y gestión de los recursos económicos, gestión de los recursos humanos y gestión de los recursos tecnológicos limitan la transición de un modelo de atención reactiva a un modelo de atención proactiva.
Los decisores políticos deben mejorar la solvencia del SNS realizando las reformas estructurales necesarias para dotar a la atención a la cronicidad de los instrumentos que su gestión requiere a largo plazo y basar la coordinación entre las CCAA en la normalización de los resultados para añadir el valor de la equidad.
Ante nuevos escenarios electorales no estría de más disponer de las predisposiciones políticas de diálogo y consenso ante el reto de solvencia del SNS. La política debe ser también solvente para encarar, desde el presente, el futuro de nuestro SNS.