“Si le soy sincera…. lo mismo sí, Doctor”.
Lo mismo notas que tu médico de cabecera se desborda por tanta gente en cada consulta, por tanto recorte económico que asfixia, tantísima nueva demanda informática, por esos pacientes maleducados o ese que viene a por su pastilla mágica y colapsa las urgencias con un trivial síntoma, o bien por el que no se esfuerza en educarse y tener hábitos saludables y en cambio quieres que se le aumente la medicación cada vez más y se queja si no sucede así.
“Lo mismo sí, Doctor, cómo le entiendo”.
Lo mismo nos pasa eso también en más sectores como en la Educación, en la Atención al Cliente… uys!!! No me voy a poner a pensar más… ¡que seguro que encontramos más y este efecto queja se pega y se extiende!
Lo mismo también pasa por estar en este país y no por estar en otro. Lo mismo hay más de lo mismo… y así… entraríamos en un bucle de pensamiento y ¿a qué nos llevaría? A lo mismo.
A veces me cansa más pensar en las cosas que tengo pendientes que ponerme a hacerlas y terminarlas. ¡Eso me da energía!
A veces me alegra haber aprendido a reducir tensiones innecesarias y solo luchar batallas que merecen la pena. Sí, sí, a veces me resulta complicado callar para que otra persona aprenda. Creo que yo soy quien debe decírselo antes de irse de allí y oye, me doy cuenta de que muy pocos están receptivos a mis consejos, mis recetas y mis cuidados.
¿Qué aprendí? A guardar las fuerzas y energía para esas causas que merecen la pena, que me generan bienestar y aunque precisan esfuerzo, se logran con valentía, ilusión y entusiasmo: Cuidar mi tiempo, valorar el tiempo limitado de mi agenda.
Aprendí a trabajar por metas alcanzables, a parar la mente cuando se quejara y a darle entonces la vuelta, aprendiendo a dar gracias por todo lo que aún sí se puede hacer y valorando antes de irme de mi jornada laboral todo lo que sí he logrado, en lugar de permitir a mi mente quejarse por el listado aún pendiente.
¿Para qué? Para llevarme a casa una sonrisa en lugar de toda la frustración de no conseguir todo lo que me había propuesto en mi check list.
¿Y eso cómo se hace?
Lo mismo se consigue reservando un tiempo en mi agenda para aprenderlo. Lo mismo acudiendo a clase de estas cosas, como otros hacen, para aprender a tomarme la vida de otra forma y tal y como otros aprendieron y disfrutar un poquito más del arte de saborear más instantes; notando que cada día es una aventura para lograr lo propuesto y dejando que las cosas fluyan; reduciendo estrés innecesario como debiéramos haber aprendido en la escuela y no se estiló en nuestra época.
Aprender, un verbo fantástico y retador. Nunca es tarde … si la dicha espera
“Adelante, siempre adelante”