El cambio de paradigma que significa la cronificación de muchas enfermedades que antes acortaban la esperanza de vida, hace necesarias reformas estructurales en la organización de la prestación y la provisión de servicios del SNS. Ante la aparición de nuevas necesidades, son necesarios pasos más allá de la respuesta con acertados planteamientos y actuaciones de coordinación entre niveles que se vienen dando desde iniciativas diferentes. No puede sustentarse una respuesta eficiente en modelos presupuestarios, de competencias administrativas, organizativos y de gestión de recursos humanos aún propios de los paradigmas de las dos últimas décadas del pasado siglo. Es decir, de paradigmas forjados hace 40 años.
El éxito de nuestra atención sanitaria en el episodio agudo de muchas enfermedades o en el enlentecimiento de su progresión, nos pone como reto el dar una respuesta sostenible y eficaz a las personas a quienes hemos beneficiado con una mayor esperanza de vida, y por lo tanto con un mayor envejecimiento. No solo una respuesta sanitaria sino una respuesta a sus necesidades sociales, que van desde un sistema de pensiones viable a una atención a su dependencia de terceros. Somos conscientes, además, que son muchas las personas afectadas por más de una enfermedad crónica y con más de un tratamiento que requieren de intervenciones sanitarias de control de su evolución y de seguimiento y eficacia del tratamiento prescrito. La presión asistencial que esas intervenciones generan recae mayoritariamente sobre la Atención Primaria, que debe actuar, además de como primer nivel de resolución, como nivel de control continuo de la cronicidad. Es decir, pasando a tomar la posición central en un sistema que debe mirar cada vez más al paciente y con relación a su comunidad.
Somos muchos los que compartimos que, para garantizar la sostenibilidad del SNS, no solo requeriremos de más recursos económicos sino también de políticas de salud holísticas que rebajen la morbilidad y su carga de enfermedad. Para ello, la promoción de la salud y la prevención de la enfermedad es una de las estrategias básicas, como lo es también el diagnóstico precoz.
Estamos viviendo también una corriente muy amplia, defensora del llamado empoderamiento de los pacientes y del autocuidado. Se van desarrollando las Escuelas de Pacientes en la mayoría de las CCAA con esa finalidad, siguiendo la estela que ya marcó en su día el Instituto Universitario de Pacientes de la Universidad Internacional de Catalunya fundado por el Dr. Albert Jovell.
También las corrientes defendidas con relación a la humanización de la atención sanitaria, entre las cuales es referente la Fundación Humans, proponen el conocimiento adecuado por parte del paciente de sus distintos procesos clínicoterapéuticos y también el autocuidado.
“Para garantizar la sostenibilidad del SNS, no solo requeriremos de más recursos económicos sino también de políticas de salud holísticas que rebajen la morbilidad y su carga de enfermedad”
En este contexto de prevalencia de las enfermedades crónicas, de la necesidad de su control evolutivo, de la necesaria prevención y del diagnóstico precoz, de la promoción de la salud y del autocuidado aparecen las Oficinas de Farmacia, conscientes del cambio de paradigma y de que su papel, circunscrito en la mayoría de los casos a la dispensación, debe reorientarse formalmente. Han propuesto, en muchos casos, ser partícipes de las intervenciones que los nuevos paradigmas requieren. Por otro lado, la valoración que de las Oficinas de Farmacia hacen los pacientes muestran una gran confianza en su desempeño. Un estudio del Instituto Universitario de Pacientes de la UIC así lo evidenció.
En aquellas CCAA en que la Oficina de Farmacia ha gestionado programas de diagnóstico precoz, como el de cáncer de colon o la prueba oportunista del VIH en el caso de Cataluña, han demostrado su idoneidad y eficiencia.
En el caso de Andalucía, los Sistemas Personalizados de Dispensación y Dosificación implantados en las farmacias han sido valorados satisfactoriamente por los médicos de Atención Primaria, por su aportación a la mejora en la adherencia a los tratamientos y en la prevención de errores en la toma de la medicación, especialmente por lo que hace a los más mayores.
Son muy numerosos los estudios, tanto en España como en los países de nuestro entorno, sobre la efectividad de la farmacia comunitaria en la gestión del paciente crónico, actuando de forma integral con los servicios de la Atención Primaria. La amplia red de farmacias y su capilaridad hacen de estas un colaborador con gran potencial. En promoción de la salud, en prevención, en diagnóstico precoz y en el manejo de síntomas menores y promoción del autocuidado puede y debe jugar un papel de partner de la Atención Primaria. También puede ser de gran eficiencia su papel en el control de las enfermedades crónicas, el seguimiento fármaco-terapéutico en pacientes crónicos frágiles y polimedicados.
Recientemente dentro de la campaña “Stay Well Prarmacy” promovida por el NHS británico, este insta a los padres a acudir al farmacéutico como primer punto de consulta para las enfermedades menores de sus hijos. El NHS ha estado también trabajando para ofrecer a través de la farmacia comunitaria servicios como el control del paciente asmático o la vacunación antigripal.
En un reciente trabajo, Rafael Guayta recuerda que ya en el Documento de Consenso de 2002 del Ministerio de Sanidad y Consumo se recoge la atención farmacéutica como “la participación activa del farmacéutico para la asistencia al paciente en la dispensación y en el seguimiento de un tratamiento farmacoterapéutico”, cooperando así con el médico prescriptor y la enfermería a alcanzar resultados de mejora para el paciente. Esta atención, según el Documento de Consenso citado “comporta también la implicación el farmacéutico en actividades que proporcionen buena salud y prevengan la enfermedad”.
Tenemos, pues, el reto de encajar a las Oficinas de Farmacia en el SNS como parte integrante de la atención sanitaria y más allá de su función dispensadora, en base a las evidencias que lo avalen. El cambio de paradigmas en la demanda obliga a la adaptación de los paradigmas clásicos de la oferta y de las profesiones sanitarias, entre otras muchas cosas. De eso trata la solvencia, de la capacidad para hacerlo. Sin ella la viabilidad y sostenibilidad están huérfanas.