Hace ya unos cuantos años decidí o mejor dicho las circunstancias decidieron que estudiara la carrera de medicina en mi tierra natal de Zaragoza, desde entonces han pasado muchas cosas, más de treinta y cinco años dan mucho de sí, y hoy contemplo con cierta nostalgia aquellos años de universidad, aunque bien es verdad que lo que yo ansiaba ser era piloto de aviación, algo que los años me han traído, aunque sea a pequeña escala.
Una de las circunstancias que siempre me llamaron la atención es que algunos profesores de la universidad tenían sus propios libros de texto que por supuesto, aunque no estabas obligado, era conveniente adquirir en la librería especializada de turno para poder seguir las clases de una forma reglada.
Otro aspecto llamativo que guardo en mi memoria son las consecuencias de la masificación, con clases atiborradas de alumnos y por supuesto con el déficit consiguiente del número y acceso al contenido práctico de cada asignatura.
Para finalizar y no caer en la tentación de ser un “cuenta batallas” mi recuerdo al finalizar la carrera fue no demasiado grato una vez que el número de plazas de acceso a la formación especializada no tenían nada que ver con las actuales, a lo sumo se ofertaban algo más de un millar para cerca de treinta mil opositores.
La verdad es que nunca llegué a comprender cómo por un lado la boca del embudo era tan ancha cuando la salida del mismo era tan estrecha, ahora con la experiencia y el paso de los años comprendo que todo era debido a una falta evidente de previsión y de análisis de las necesidades reales del sistema. Cuántas ilusiones y vocaciones frustradas.
Llegados a este punto, alguno seguro que se preguntará ¿a qué viene esta diatriba? Voy a intentar aclararlo, el pasado domingo día 12 de mayo, viendo la televisión, las noticias en concreto, me llamó la atención una información que reproduzco en su literalidad “Un total de 140.000 enfermeros se enfrentan a las oposiciones por una plaza fija en 13 comunidades”.
Mis sensaciones al escuchar La Sexta fueron las mismas que hace más de tres décadas como ya he comentado, y mi conclusión fue que nada ha cambiado, seguimos con el mismo nivel de improvisación y con la misma falta de estrategia y de análisis de hace todos estos años.
No es ni comprensible ni aceptable que por un lado se anime y se abran las puertas a una formación compleja y costosa como es cualquiera de las especialidades que conforman las ciencias de la salud, para después de finalizados los estudios dar un portazo a quienes con tanto tesón, esfuerzo, ilusión y ganas han sacado adelante sus asignaturas y han obtenido la cualificación y el título correspondiente.
“Me pregunto si realmente tenemos una idea clara del número de profesionales sanitarios que vamos a precisar en los próximos años atendiendo a las jubilaciones que se van a producir”
Luego nos llevamos las manos a la cabeza ante informaciones que nos tratan de explicar que nuestros universitarios buscan otros caladeros para desarrollar su futuro y su carrera profesional en el ámbito de la salud, he aquí un ejemplo reciente “La incesante fuga de sanitarios: España duplica su demanda de médicos en Europa”. Es decir, desde las arcas del Estado que pagamos todos con nuestros impuestos sufragamos parte de la enseñanza reglada de titularidad pública y después por falta de previsión facilitamos de alguna forma que nuestros titulados desarrollen su actividad en otros países de nuestro entorno porque les abren las puertas y les incentivan mejor. Es decir, en España los formamos con todo lo que ello supone en cuanto a carga financiera para el país y nuestros vecinos, sin haber invertido un euro se los llevan preparados y dispuestos para el ejercicio de la profesión. En mi opinión, es esta una situación cuando menos reprochable que alguien debería hacerse mirar.
Ya como guinda del pastel leo hace unos días una información en un medio del sector, Redacción Médica en concreto, que complementa a las anteriores y que no deja de llamarme la atención “Cifra récord de sanitarios extranjeros en el SNS: ya son más de 66.000. El número de profesionales de la salud foráneos afiliados a la Seguridad Social ha aumentado un 14 por ciento en el último año”.
A todo esto, podemos añadirle todo el aderezo que se nos ocurra como el proveniente de las siguientes informaciones aparecidas el pasado mes de febrero “Los alumnos de la privada harán prácticas sanitarias en hospitales públicos “. El Tribunal Constitucional entierra la reforma de la Ley de Salud que prioriza a las universidades públicas a la hora de garantizar las prácticas.
Ante un panorama de esta naturaleza me viene a la mente el empleo generado por la iniciativa privada en Sanidad, solo en el entorno asistencial privado el número de empleos supera los 266.000 de los cuales buena parte corresponden a titulados/graduados en medicina, enfermería y farmacia, así como de otras especialidades relacionadas con las denominadas ciencias de la salud.
No voy a extenderme más en este sucinto análisis, pero si pudiéramos hacer un sumatorio de todos estos ingredientes y de algunos otros más, la conclusión que surge al menos en mi forma de ver y entender las cosas es que algo estamos haciendo mal y de una forma recalcitrante porque a lo largo de los años poco o nada hemos aprendido. La visión estratégica en este aspecto de recursos humanos cualificados en el ámbito de la salud en su vertiente pública a corto, medio y largo plazo deja al menos que desear y no digamos nada de la búsqueda de las sinergias imprescindibles con el sector sanitario de titularidad privada también en esta materia, que es clave.
Llegados a este extremo, me pregunto si realmente tenemos una idea clara del número de profesionales sanitarios que vamos a precisar en los próximos años atendiendo a las jubilaciones que se van a producir, y puestos a dudar no digamos nada de la revisión de los programas académicos relacionados con nuevas disciplinas que ya son necesarias para un buen desarrollo de la profesión sanitaria. Me refiero a todo lo relacionado con las tecnologías de la información y la comunicación y a todo el intrincado y complejo mundo de la comunicación en su vertiente emocional, actitudinal, persuasiva… En fin, demasiados retos para un corto espacio de tiempo que no deja lugar a la tregua.