La Asociación Española para la Calidad (AEC), a través de su Comité de Sanidad, celebró el pasado 2 de abril una jornada de debate bajo el título “El paciente en el centro del sistema: modelos de gestión”, una cita que se ha convertido en un foro imprescindible para reflexionar sobre los grandes retos del sistema sanitario español en un momento de cambios acelerados. Con un formato dinámico y participativo, la sesión —retransmitida en directo para miembros de la asociación a través del canal AEC— congregó a representantes clave del ámbito sanitario, desde directivos de la sanidad pública y privada hasta líderes sindicales, asociaciones de pacientes y expertos en gestión clínica y salud digital.

El encuentro partía de una premisa compartida por los participantes: la necesidad urgente de rediseñar el modelo asistencial poniendo realmente al paciente en el centro, no solo como eslogan, sino como eje vertebrador de las políticas, estrategias y decisiones sanitarias. En un contexto marcado por el envejecimiento poblacional, la digitalización, el déficit de profesionales sanitarios y las tensiones en la sostenibilidad del sistema, el evento ofreció una plataforma abierta para debatir soluciones concretas, evaluar propuestas de mejora e identificar oportunidades de colaboración.

La apertura institucional estuvo a cargo de María José Basanta Felpeto, presidenta del Comité de Sanidad de la Asociación Española para la Calidad (AEC), quien recordó con entusiasmo los orígenes y la vocación de este grupo de trabajo, constituido hace poco más de un año. Según explicó, el comité nace con el objetivo de convertirse en un espacio de referencia en materia de sanidad, comprometido con impulsar la calidad, la equidad, la eficiencia y la sostenibilidad del sistema sanitario español. Para Basanta, la clave está en promover una cultura de mejora continua basada en la innovación, la cooperación y la responsabilidad compartida entre todos los actores del sector. “Hoy no solo vamos a hablar de gestión: vamos a hablar de valores, de compromiso y de futuro”, concluyó.

El encargado de conducir y moderar esta enriquecedora jornada fue José María Martínez García, presidente ejecutivo de New Medical Economics y vicepresidente del Comité de Sanidad de la AEC. Con su habitual estilo cercano y didáctico, Martínez recordó que la expresión «el paciente en el centro del sistema» se ha repetido durante años en múltiples foros, discursos y documentos estratégicos, pero que en la práctica aún queda un largo camino por recorrer para que dicha premisa se traduzca en acciones reales que impacten directamente en la experiencia del ciudadano.

A lo largo de la sesión, un panel de expertos multidisciplinar aportó sus puntos de vista desde distintos ámbitos del sector sanitario, conformando una visión coral y complementaria de los retos que afronta el sistema.

Participaron: Carlos Arenas Díaz, subdirector general de Calidad Asistencial, Seguridad y Evaluación del Servicio Murciano de Salud; Antonio Burgueño Carbonell, ex director general de Hospitales de la Comunidad de Madrid; Sheila Justo Sánchez, vicepresidenta de AMYTS (Asociación de Médicos y Titulados Superiores de Madrid); Luis Mendicuti Sabater, secretario general de ASPE (Alianza de la Sanidad Privada Española); Andoni Lorenzo Garmendia, presidente del Foro Español de Pacientes (FEP); y María José Basanta Felpeto,  presidenta del Comité de Sanidad de la Asociación Española para la Calidad (AEC).

La calidad y diversidad de perfiles permitió un análisis profundo desde múltiples ángulos: la perspectiva institucional, la visión de los profesionales sanitarios, la voz de los pacientes, la aportación del sector privado y el enfoque estratégico de quienes llevan décadas dedicados a la gestión sanitaria.

Sostenibilidad del sistema: un reto compartido

El primer bloque del debate se centró en analizar con realismo y espíritu crítico la situación actual de la sanidad española en términos de sostenibilidad y calidad asistencial. Un punto de partida común emergió con claridad: el sistema sanitario se enfrenta a desafíos estructurales que exigen decisiones urgentes, valientes y consensuadas. La creciente presión demográfica, el envejecimiento de la población, el aumento exponencial de enfermedades crónicas, la escasez de profesionales sanitarios y la falta de reformas legislativas de calado son algunos de los factores que han tensado los pilares del actual modelo asistencial, hasta poner en duda su viabilidad futura.

Luis Mendicuti Sabater, secretario general de ASPE, fue el primero en intervenir y subrayó que vivimos un momento de «grandes desafíos» para la sanidad, derivado de una demanda asistencial creciente que no puede ser asumida con los recursos actuales. Mendicuti remarcó que tanto la sanidad pública como la privada están sometidas a una presión sin precedentes desde la pandemia de la COVID-19, que dejó tras de sí una “demanda oculta” aún no digerida. A su juicio, el principal cuello de botella no es solo económico, sino estructural, debido a la falta de profesionales suficientes para responder al volumen de pacientes, lo que pone en entredicho la sostenibilidad del sistema a corto y medio plazo.

Desde la administración pública, Carlos Arenas Díaz, apuntó que la conciencia institucional sobre el problema de la sostenibilidad sigue siendo limitada en muchos niveles del sistema. «Estamos en una situación complicada, pero no somos del todo conscientes de su gravedad», advirtió. En su intervención, hizo hincapié en que, si bien España dispone de un Sistema Nacional de salud que ofrece una calidad formal elevada, la realidad cotidiana en la atención sanitaria presenta múltiples fallos que deterioran la experiencia del paciente. Para Arenas, el gran reto es lograr que la calidad asistencial real se acerque a los estándares teóricos, y para ello será imprescindible reducir errores y optimizar los procesos, donde la tecnología puede jugar un papel clave.

Sheila Justo Sánchez centró su intervención en el déficit estructural de recursos humanos, especialmente médicos, como una de las principales amenazas a la sostenibilidad del sistema. La vicepresidenta de AMYTS denunció la rigidez de las estructuras organizativas, muchas de ellas “arcaicas”, que dificultan la implantación de modelos más eficaces de atención sanitaria. No obstante, también vio una oportunidad en los avances tecnológicos: “La digitalización y la inteligencia artificial deben ser herramientas de soporte clave para garantizar la sostenibilidad y la calidad en el tiempo”, afirmó, proponiendo su integración estratégica en los planes de futuro.

La perspectiva del paciente fue expuesta con claridad por Andoni Lorenzo Garmendia, quien alertó sobre la sensación generalizada de incertidumbre que viven los usuarios del sistema. Lorenzo ilustró el problema con un dato revelador: el 42% de la población española ya supera los 50 años, lo que conlleva una mayor necesidad de servicios de salud. “A partir de esa edad, uno empieza a visitar con más frecuencia el sistema sanitario, porque empiezan a fallar las piezas”, comentó en tono distendido, aunque con un mensaje de fondo profundamente serio. Además, criticó la lentitud con la que se toman decisiones políticas y la falta de liderazgo para afrontar reformas profundas, afirmando que “los acontecimientos van por delante de las decisiones”.

Por su parte, Antonio Burgueño Carbonell fue especialmente crítico con lo que definió como un “caos conceptual” en la sanidad española. Lamentó la pérdida de visión estratégica y de grandes consensos como los Pactos de la Moncloa o el Informe Abril, que en su momento lograron unir voluntades políticas y sociales para diseñar el sistema sanitario moderno. “La falta de pactos y de humildad en el sector impide avanzar hacia un modelo de futuro”, aseguró con contundencia. Burgueño también advirtió sobre la fragmentación de competencias derivada del modelo autonómico, lo que, a su juicio, ha dificultado la toma de decisiones estructurales y la implementación de políticas homogéneas a nivel nacional.

En conjunto, las intervenciones del panel evidenciaron un consenso claro: la sostenibilidad del sistema sanitario español está en riesgo si no se adoptan medidas estructurales que integren la participación de todos los actores implicados. Un nuevo marco de gobernanza, planificación a largo plazo, reformas legislativas valientes y una apuesta decidida por la tecnología son algunas de las claves que emergieron con fuerza en este primer bloque del evento.

Colaboración público-privada: una oportunidad aún por explorar

El segundo bloque del evento estuvo centrado en una de las cuestiones más sensibles, pero también más estratégicas, del debate sanitario actual: el papel de la colaboración público-privada en el sostenimiento y evolución del sistema nacional de salud. Lejos de caer en posiciones ideológicas o reduccionistas, los ponentes abordaron esta cuestión con una mirada técnica y rigurosa, partiendo de un análisis histórico y proponiendo nuevos marcos de relación que respondan a las necesidades reales de los ciudadanos.

Antonio Burgueño Carbonell ofreció una panorámica histórica y conceptual imprescindible para entender la evolución del modelo sanitario español. Recordó que ya durante la etapa final del franquismo se desarrollaron fórmulas colaborativas, como las mutuas laborales o los conciertos con entidades privadas, para atender a colectivos específicos como los funcionarios. Según explicó, estas experiencias nacieron por necesidad, ante la insuficiencia del sistema público para dar cobertura total, y fueron el germen de una lógica de cooperación que, aunque intermitente, ha demostrado su eficacia en determinadas etapas.

Burgueño subrayó que, más allá de la financiación, la verdadera cuestión es el modelo de gestión. En este sentido, lamentó que en España se haya optado mayoritariamente por un sistema de tipo Beveridge, basado en financiación vía impuestos y prestación directa por parte del Estado, en lugar de explorar con mayor profundidad un modelo Bismarckiano, más flexible, basado en cotizaciones y con una mayor participación de agentes privados. Para el experto, la descentralización del sistema  ha generado una enorme dificultad para articular reformas de calado a nivel estatal, y ha contribuido a una pérdida de visión conjunta. “Es imprescindible recuperar una lógica de pacto nacional en sanidad, como los Pactos de la Moncloa o el Informe Abril, si queremos avanzar hacia un sistema sostenible y eficiente”, afirmó.

Por su parte, el secretario general de ASPE defendió el rol complementario que desempeña la sanidad privada dentro del sistema español. Lejos de plantearse como un actor competidor o sustitutivo del sistema público, Mendicuti presentó a la red privada como un aliado estratégico capaz de descongestionar la asistencia, reducir listas de espera y ofrecer soluciones donde el sistema público no alcanza. Recordó que los tiempos de acceso a la atención sanitaria varían de forma significativa entre comunidades autónomas, y que la colaboración con el sector privado puede ser clave para homogeneizar estos indicadores y mejorar la equidad territorial.

En este sentido, Mendicuti destacó el desarrollo que ha experimentado la sanidad privada en las últimas décadas, evolucionando desde pequeños centros médicos o consultas individuales hacia modernas infraestructuras hospitalarias altamente tecnificadas, muchas de ellas acreditadas con los máximos estándares de calidad y seguridad. Afirmó que la inversión en innovación, tecnología médica y formación del personal ha sido una constante en el sector privado, lo que ha permitido igualar la capacidad resolutiva de muchos hospitales públicos. “El 99% de los procedimientos asistenciales pueden realizarse hoy en centros privados, con altos niveles de satisfacción del paciente”, apuntó.

Durante el debate también se abordó el papel de la libertad de elección del paciente como herramienta clave para empoderarlo dentro del sistema. Burgueño y Mendicuti coincidieron en señalar que uno de los grandes pasos pendientes es permitir al ciudadano elegir no solo a su profesional o centro sanitario, sino también decidir el destino de su presupuesto sanitario, lo que en la práctica obligaría a una competencia por la calidad entre proveedores. En palabras de Burgueño: “El verdadero poder del paciente vendrá cuando pueda llevarse su ‘mochila’ presupuestaria al centro que prefiera”.

El paciente informado y con poder de decisión

Uno de los ejes centrales de la jornada fue el papel del paciente dentro del sistema sanitario, no solo como usuario receptor de servicios, sino como sujeto activo, informado y con capacidad real de participación y decisión. Una transformación cultural y estructural que aún está lejos de materializarse plenamente en el Sistema Nacional de Salud, a pesar de su creciente presencia en discursos institucionales y documentos estratégicos.

El subdirector general de Calidad Asistencial, Seguridad y Evaluación del Servicio Murciano de Salud abordó con claridad este reto. Para Arenas, el empoderamiento del paciente pasa necesariamente por dotarlo de mecanismos efectivos de elección, no meramente simbólicos. “El verdadero poder del paciente llegará cuando pueda decidir a qué centro o profesional acudir y llevarse consigo el presupuesto asignado en función de su edad, patología o perfil asistencial”, señaló. Esta idea, que ha sido discutida en diversos foros europeos y aplicada parcialmente en modelos como el de Muface, plantea una profunda reconfiguración del sistema, en la que el ciudadano deje de ser un receptor pasivo de servicios y se convierta en un agente que participa y orienta los flujos asistenciales.

Arenas compartió algunas de las iniciativas que se están desarrollando en la Región de Murcia para avanzar hacia un modelo más centrado en el paciente. Destacó la creación de consentimientos informados institucionales y únicos, diseñados en un lenguaje comprensible y consensuado entre profesionales sanitarios y responsables técnicos, que garantizan que todos los ciudadanos, con independencia del centro en el que se encuentren, reciban la misma información clara y accesible. También mencionó los esfuerzos por medir la experiencia del paciente mediante encuestas telefónicas y, más recientemente, a través de dispositivos móviles, como vía directa para recoger su valoración tras recibir atención sanitaria. “Que el paciente evalúe al profesional que le atiende, tanto en consultas como en planta hospitalaria, es una herramienta poderosa para mejorar la calidad”, afirmó.

Sin embargo, empoderar al paciente no es solo una cuestión de elección o de encuestas. También implica su presencia real en los espacios de toma de decisiones. Así lo defendió con firmeza el presidente del Foro Español de Pacientes (FEP), quien insistió en que “es hora de pasar del discurso a la regulación” en lo que respecta a la participación de los pacientes en el sistema sanitario. Lorenzo relató con decepción que ni él ni ninguna organización de pacientes fueron convocados a la Comisión de Reconstrucción tras la pandemia, a pesar de que su voz era más necesaria que nunca. “Lo más grave no fue que no nos invitaran. Lo más grave fue que nadie nos echó de menos”, sentenció. Este episodio simbólico ilustra una realidad preocupante: el paciente sigue siendo, en muchos casos, un actor periférico en las decisiones que afectan directamente a su salud.

Además, Lorenzo abogó por institucionalizar la participación de los pacientes en órganos como el Consejo Consultivo del Consejo Interterritorial del SNS, que actualmente solo incluye a representantes de las administraciones, profesionales, sindicatos y sector empresarial. Explicó que, si bien ha habido iniciativas parlamentarias para abrir este espacio a los pacientes, todavía no se han traducido en cambios normativos reales. “No puede ser que nuestra presencia dependa de la sensibilidad o voluntad política del momento. La participación de los pacientes debe estar garantizada por ley”, defendió.

Profesionales sanitarios: pilar olvidado de la calidad asistencial

A lo largo del evento quedó patente que el debate sobre sostenibilidad, calidad y empoderamiento del paciente no puede entenderse sin poner en el centro a quienes, con su labor diaria, dan vida al sistema sanitario: los profesionales de la salud. Sin embargo, y como señalaron varios ponentes, especialmente desde el ámbito sindical y asociativo, los profesionales siguen siendo los grandes olvidados en muchos de los procesos de reforma, planificación y toma de decisiones que afectan directamente a su ejercicio.

Sheila Justo Sánchez fue muy clara en su intervención al denunciar que la satisfacción y el bienestar del médico están siendo sistemáticamente ignorados. “Se habla mucho de la calidad asistencial desde el punto de vista del paciente, pero poco se considera un factor decisivo: la satisfacción del profesional que presta la asistencia”, afirmó. Y no es una cuestión menor. Numerosos estudios señalan que la percepción del médico sobre sus condiciones laborales, su entorno y su reconocimiento profesional tiene una relación directa con la calidad de atención que recibe el paciente, así como con los resultados en salud.

Justo advirtió de un fenómeno creciente y alarmante: el abandono profesional. Muchos facultativos, especialmente jóvenes, están optando por dejar la sanidad pública o incluso por abandonar la práctica clínica en España, cansados de la sobrecarga, la falta de estabilidad, las retribuciones poco competitivas y la escasa capacidad de influir en decisiones estratégicas. “La vocación no es infinita. Si no se cuida al médico, si no se le escucha ni se le respeta, se rompe la relación de confianza con el sistema y con los pacientes. Y esto ya está ocurriendo”, señaló con preocupación.

Uno de los ejemplos más recientes de esta exclusión del colectivo médico en decisiones clave es el desarrollo de la nueva Ley de Prescripción Médica de Medicamentos, que, según explicó Justo, ha sido diseñada sin contar con los profesionales que hasta ahora han ostentado legalmente esta competencia. “Se está ampliando la capacidad de prescripción a otros colectivos, como enfermeros o farmacéuticos de atención primaria, sin un diálogo previo con los médicos ni con una visión clara de las implicaciones clínicas, éticas y legales que ello conlleva”, denunció. Para Justo, prescribir no es un acto administrativo, sino un proceso clínico que exige una visión integral del paciente, conocimiento profundo del historial, posibles interacciones medicamentosas y criterios diagnósticos que solo un médico especialista puede ofrecer de manera segura.

Además, la vicepresidenta de AMYTS volvió a poner sobre la mesa una reclamación histórica: la necesidad de un estatuto específico para el médico dentro del sistema nacional de salud. Recordó que el actual Estatuto Marco, en vigor desde 2003, no contempla la especificidad del ejercicio médico ni responde a las condiciones particulares de una profesión que exige formación altamente cualificada, disponibilidad continuada, exposición a riesgos y toma constante de decisiones críticas. “La ley ya reconoce que el médico debe llevar la voz cantante en un proceso asistencial. Pero eso no se refleja en los textos normativos ni en la estructura laboral del sistema”, criticó. Además, alertó de que los intentos de reforma del Estatuto Marco han resultado en propuestas poco ambiciosas y desalineadas con la realidad del ejercicio médico.

En esta misma línea, Carlos Arenas Díaz señaló que uno de los grandes problemas estructurales del sistema es que los gestores técnicos, con experiencia y visión a largo plazo, tienen un margen de maniobra muy limitado. “Los que podríamos haber implementado muchas de las recomendaciones del informe Abril o de los informes de fundaciones expertas no tenemos capacidad de legislar ni de reformar. Esa responsabilidad recae en quienes ocupan cargos políticos de manera transitoria, muchas veces sin conocimiento profundo del sector y sin intención de asumir riesgos que puedan costarles votos”, lamentó.

Finalmente, Justo reclamó la creación de órganos de representación profesional específicos dentro del Ministerio de Sanidad y del Consejo Interterritorial, que den voz directa a los médicos en los procesos legislativos y de planificación estratégica. “No es posible avanzar hacia una sanidad sostenible y de calidad sin contar con los profesionales que la sostienen”, concluyó.

Tecnología, datos y futuro

El cierre del evento estuvo impregnado de una visión esperanzadora, aunque no exenta de cautela, sobre el impacto que las tecnologías emergentes, especialmente la inteligencia artificial (IA) y la gestión masiva de datos (big data), tendrán en la evolución de los sistemas sanitarios. Lejos de una visión tecnófila sin matices, los ponentes analizaron las oportunidades, pero también los riesgos y dilemas éticos que plantea esta transformación digital, destacando la importancia de una gobernanza responsable que sitúe al paciente en el centro del modelo.

Andoni Lorenzo Garmendia planteó con claridad el cambio de paradigma que supone la irrupción de la inteligencia artificial en salud. Desde su perspectiva, estamos ante una revolución comparable a la industrial o la digital de finales del siglo XX, pero con un potencial aún mayor por su capacidad de anticipar enfermedades, personalizar tratamientos y optimizar recursos. “Lo más apasionante es que ya no hablamos solo de curar, sino de prevenir antes incluso de que el paciente sepa que está enfermo”, apuntó.

Lorenzo hizo alusión a la reciente Ley de Interoperabilidad de Datos Sanitarios de la Unión Europea, que distingue entre datos primarios y datos secundarios, destinados a la investigación, gestión poblacional y predicción. En este contexto, subrayó que la explotación ética de grandes volúmenes de datos anonimizados podría permitir desarrollar algoritmos que anticipen patologías basándose en patrones clínicos, factores ambientales o hábitos de vida, activando alertas tempranas personalizadas que eviten complicaciones graves o ingresos hospitalarios.

Esta visión fue compartida por Carlos Arenas Díaz, quien insistió en que los sistemas sanitarios actuales, centrados aún en la atención a la enfermedad, deben evolucionar hacia modelos proactivos y predictivos, sustentados en el análisis de datos y la medicina personalizada. Para Arenas, la inteligencia artificial permitirá ofrecer recomendaciones clínicas ajustadas a cada paciente, combinando datos de historia clínica electrónica, pruebas diagnósticas, genómica, estilo de vida y contexto social. “El reto no es tecnológico, es organizativo y cultural. Las herramientas están, lo que necesitamos es voluntad y visión para integrarlas de forma segura, equitativa y centrada en la persona”, remarcó. Además, se alertó sobre el riesgo de que la tecnología, mal utilizada, contribuya a deshumanizar la atención. “El algoritmo no puede sustituir a la escucha activa, al contacto humano, al juicio clínico que se construye con años de experiencia y de relación con el paciente”, recordó Lorenzo. La inteligencia artificial debe ser una herramienta de apoyo, nunca un reemplazo del vínculo entre profesional y paciente.

En este sentido, se planteó la necesidad de impulsar una alfabetización digital en salud tanto para profesionales como para ciudadanos, que permita utilizar la tecnología de forma crítica, segura y empática. Arenas propuso que los nuevos modelos organizativos deben combinar tres dimensiones: tecnología, humanización y resultados en salud, creando así sistemas más resilientes, cercanos y sostenibles.

En definitiva, el futuro de la sanidad no vendrá dictado por la tecnología, sino por la capacidad colectiva para integrarla de forma ética, equitativa y centrada en las personas. Como se incidió al final del evento, el gran reto no es predecir el futuro, sino construirlo. Y eso exige liderazgo, visión estratégica, y sobre todo, la voluntad de colocar a los pacientes, los profesionales y la salud pública en el centro de todo proceso de innovación.

El evento organizado por el Comité de Sanidad de la Asociación Española para la Calidad (AEC) ha servido como una llamada de atención sobre la necesidad de abordar una transformación profunda y real del sistema sanitario español. Bajo el lema “El Paciente en el Centro del Sistema: Modelos de Gestión”, se evidenció que situar al paciente como eje vertebrador no puede seguir siendo una consigna vacía o un lema de marketing institucional, sino que exige una revisión estructural, normativa, cultural y ética del modelo actual.

El paciente solo estará en el centro cuando pueda participar en las decisiones que afectan a su salud, cuando tenga libertad de elección real, cuando su voz esté presente en los órganos consultivos y cuando los datos sobre su experiencia sean tenidos en cuenta de forma sistemática para mejorar el sistema. Pero también estará en el centro cuando los profesionales que le atienden estén reconocidos, motivados, protegidos y formados para ofrecer una atención segura, humana y excelente.

Durante la jornada se puso de manifiesto que sin profesionales no hay sistema, que sin equidad territorial no hay cohesión nacional, y que sin visión estratégica ni valentía política, no hay reforma posible. La fragmentación del sistema, la falta de consensos estables, la presión asistencial creciente y la ausencia de un liderazgo estructurado y compartido son barreras que deben ser superadas con urgencia si se quiere garantizar la sostenibilidad del sistema público de salud.

Por otro lado, la colaboración público-privada se reivindicó no como una amenaza al modelo público, sino como una oportunidad de sumar capacidades en favor del interés común. Y la transformación digital emergió como un eje de cambio inevitable, aunque con una advertencia clara: la tecnología no puede reemplazar el humanismo que define la práctica sanitaria.

La calidad, la sostenibilidad y la equidad del sistema sanitario están en riesgo. Pero también son alcanzables si existe voluntad, diálogo y coraje. Tal y como se repitió una y otra vez a lo largo del encuentro, el momento de actuar no es mañana, es hoy.